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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

*El plan “europeo”: Los Chuchos, esos “socialdemócratas”

“El PRD ya es un referente de izquierda eminentemente de propuesta y dejó de ser una izquierda eminentemente de protesta”, pero eso “no quiere decir que le hemos dado la espalda a la calle, tan no es así que hemos salido cuando ha sido necesario y lo volveremos a hacer en la defensa de los energéticos”, considera el presidente nacional del PRD, Jesús Zambrano.
Según el dirigente perredista, esa transformación tuvo su origen en la participación del PRD en el Pacto por México, en el que firmó acuerdos con el gobierno, el PRI y el PAN para aprobar en el Congreso las iniciativas impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto, lo que le permitió al partido “influir y lograr reformas constitucionales que habían sido demandas históricas”. (El Universal, 3 de mayo de 2014).
Este discurso de Zambrano ha sido acompañado por un canto de sirenas proveniente de voces que alaban al PRD de Los Chuchos como un partido de izquierda moderada al estilo europeo, dirigido por socialdemócratas que han abandonado la protesta rijosa para acceder a pactar con el gobierno y el PRI. Una izquierda replegada y sometida sólo sirve a la reinstauración del viejo sistema priísta. Pero esa izquierda buena y mansa en que se convirtió el PRD, apartado de los movimientos populares, le daría la capacidad, ahora sí, de ganar elecciones y hasta la mismísima Presidencia en el 2018, postula el coro de alabanzas.
Sin embargo, ese razonamiento artificioso no explica cómo es que la izquierda “radical” de Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador pudo en su momento estremecer al sistema político y conquistar electoralmente la ciudad de México hace diecisiete años. Si fuera verdad que la izquierda “de protesta” está incapacitada para ser una opción de gobierno, ¿entonces cómo pudo vencer al PRI en la capital, donde gracias a las políticas y programas sociales establecidos por Cárdenas y López Obrador ha refrendado tres veces el triunfo de 1997 La misma pregunta es válida para Guerrero, donde la izquierda “radical” llevó al poder a dos gobernadores (y si se aproxima a una derrota en el 2015 ya no es culpa suya sino del fraude que resultaron esos dos gobernadores, que no aplicaron políticas sociales de izquierda, sino todo lo contrario).
Con ese discurso que reivindica la mansedumbre llega hoy el PRD a sus 25 años de existencia. Pero lejos de las palabras, el PRD de Los Chuchos naufraga en una crisis generalizada, expuesta y acrecentada con la renuncia de López Obrador. La etiqueta de “socialdemócratas” a la europea con que se quiere justificar y tapar las prácticas entreguistas de Los Chuchos no alcanza a ocultar la pérdida de identidad que sufre el PRD a causa de su alianza con el gobierno de Peña Nieto y el PRI, que en su consecuencia más brutal facilitó y legitimó políticamente la reforma energética por la cual se produjo en la industria petrolera un retroceso a tiempos de Porfirio Díaz, y tampoco disipa la amenaza que se cierne sobre el partido en las elecciones del próximo año.
Es de esperarse que en su discurso, Cuauhtémoc Cárdenas exponga hoy su posición sobre los problemas del PRD, pero ya se sabe que es el principal crítico de Los Chuchos y que encabeza la opinión según la cual el único y mejor remedio es que esa corriente sea echada de la dirigencia para darle nueva vida al partido. La profundidad de la crisis del PRD se evidencia en el esfuerzo que realizan Zambrano y su corriente Nueva Izquierda para maquillar la realidad, de ahí que exalten la posesión de 101 diputaciones federales, 21 senadurías, tres gubernaturas y el gobierno de la capital. A partir de ello, Zambrano habla de la “vitalidad” del PRD y asegura que se ha convertido “en una fuerza política insustituible e indispensable para la vida, la estabilidad y el cambio con rumbo y certidumbre que requiere el país”. Pero la verdad es que no hay nada para presumir si se toma en cuenta que el partido que impone el rumbo del país es el PRI y que el mayor logro del Pacto por México fue la reforma energética. Si de lo que se trata es de ayudarle al PRI a hundir al país, pues sí, nada como el PRD de Los Chuchos.
Lo que la campaña de Los Chuchos esconde es que su verdadero objetivo es justificar la política de descarado colaboracionismo que desarrollan con el gobierno de Peña Nieto, el abandono y traición a las causas sociales y arrinconar a López Obrador como líder de una izquierda intransigente y contestataria, justamente como le conviene al gobierno y al PRI. Eso explica la barrera que alzaron contra la propuesta de ceder a Cárdenas la presidencia nacional del partido, y que mediante el uso de todos los controles corporativos que conservan, se dispongan a entronizar a Carlos Navarrete.
Finalmente, obsequiar a una pandilla como la de Los Chuchos la etiqueta de socialdemócratas es una broma que deja ver el amplio margen de maniobra que el régimen priísta ha recuperado, capaz nuevamente de sembrar a través de sus voceros oficiosos ideas útiles a sus intereses.

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