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Federico Vite

Poesía y degradación

 

Bestias (Papel de liar, 2009, 160 páginas), de Joyce Carol, es una de esas novelas breves en las que uno reencuentra los tópicos de quienes estudian literatura: la imagen seductora del maestro, casi siempre diletante de la poesía, y la necesidad de ingresar al harén de esa figura mítica y paterna que resarce, con el tono jovial de su existencia, los fracasos sentimentales de las escolapias.
La traducción al castellano fue hecha por el narrador Santiago Rocangliolo (Abril rojo, Alfaguara, 2006). Hay algunas erratas, pero sólo las necesarias para saber que el documento entre sus manos está vivo. Palabras más, palabras menos, este libro es una versión femenina de aquella joya que Henry James heredó a la literatura en mayúsculas (La lección del maestro) y que Joyce Carol disecciona bajo la tesitura de una relato gótico, iniciático pues para quienes despiertan a la sobrecogedora mano del íncubo poético.
Bestias, una de las tantas obras que la prolífica autora ha dado en los últimos diez años, contextualiza su relato en los 70 del siglo pasado. La joven Gillian Brauer se enamora con desesperada inocencia de la poesía, del carismático profesor André Harrow, también de la singular escultora que Harrow posee como esposa. Brauer habita incluso la mansión donde la pareja practica ciertas nocturnidades del alma que van ensuciando la jovialidad de Gillian, quien descubre con grandes dosis de belleza los bordes filosos del abuso sexual y, sobre todo, la patraña que casi siempre se encuentra al final de quien oficia la belleza, pero no la practica en su día a día.
Los turbios poemas de Lawrence y la pornografía, más la ingenuidad y la degradación sexual, los tótems y los tabúes son los detonantes que respiran en estas páginas y transforman la campiña de Nueva Inglaterra en el escenario de un sueño idóneo para íncubus y súcubos.
El documento abre con el azoro de Brauer, quien contempla en un museo de París la imagen que años atrás marcara el principio de su degradación. Desde ahí, la trama de la novela se imbrica, crece en la proporción al desahucio de la protagonista, quien aún piensa en los versos de Lawrence y siente el llamado de la vocación que derivó en ignominia.
Destaco de Bestias la manera en la que Joyce Carol exhibe la necesidad de los académicos por agotar todas las pasiones que inspiran las jovencitas. La escritora anima con exactitud y oficio los senderos que utiliza Harrow para manipular, en pos de la belleza, a las alumnas. Las tortura y confronta, hace de ellas guiñapos, serviles asistentes que ofrecen su cuerpo y cuando la carne ya no basta, las confina al suicidio.
Si decide buscar este libro, ponga atención a un asunto: cómo va gradando la autora la progresión dramática para mostrarnos el cómo y el qué de los rituales iniciáticos. Sin prisa, con las escenas necesarias y los diálogos, a veces muy académicos, la narradora agota el tema que trata: la bestialidad.
Joyce, recurriendo el simbolismo, nos muestra que Gillian es una versión de Filomena (personaje de la Metamorfosis, de Ovidio), a quien Tereo lleva a Tracia con la intención de que asista a una madre reciente, pero el bárbaro traiciona la confianza de la chica y la viola antes de llegar al palacio. Es más, le corta la lengua para que no pueda denunciarlo y la abandona en una casa del bosque. En la novela de Joyce, Harrow es la versión académica de Tereo. Pero Bestias no termina con la violación. La autora corona esta novela con un incendio y el lector  anuda todos y cada uno de los hilos narrativos que forman parte de este libro.
Joyce es admiradora de Flannery O`Connor y Sylvia Plath. Teje su estilo desde estos dos polos literarios y disecciona en sus libros hechos truculentos. Sus protagonistas sufren de forma terrible, son destruidos de todas las maneras posibles, pero siempre encuentran cómo levantarse y caminar nuevamente rumbo a la vida.
En el libro, Conversations with Joyce Carol (University Press of Mississippi, 1989), la escritora detalla algunos de los principales detonantes de sus libros. Cito: “Lo esencial es pensar en todos y cada uno de los motivos por los que un personaje debe ser sobresaliente. Hago un mapa, y uso algunos de mis temores infantiles para dotar de angustia a mis protagonistas. Con esa certeza, la de entender el temor, inicio la indagación estética un mundo, que por definición, es opresivo”.
Carol, quien actualmente enseña escritura creativa en la Univer-sidad de Princeton, ha recibido el premio Pulitzer y el National Book Award. Es autora, por mencionar algunos de sus títulos, de Blonde, ¿Qué fue de los Mulvaney?,Puro fuego, La hija del sepulturero, Un jardín de placeres terrenales, Noches salvajes y La hembra de nuestra especie. Que tengan buen martes.

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