Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Pueblos en armas

 

Coincido con el destacado maestro-historiador Lorenzo Meyer: En los registros de la historia nacional seguramente quedarán plasmados los recientes sucesos de ciudadanos que se levantan en armas para defender vida y patrimonio familiar al margen del gobierno.
La característica distintiva de estas rebeliones regionales (Principalmente Guerrero y Michoacán) es que no pretenden conquistar el poder, derrocar un mal gobierno o desaparecer el orden institucional establecido.
Dichos habitantes fueron colocados en situaciones límites que los empujaron a subsanar incompetencias gubernamentales para otorgar seguridad pública, legalidad, paz, justicia social y fortalecimiento del sano desarrollo familiar. Su alzamiento lo hicieron bajo la modalidad de autodefensas populares, policía comunitaria o ciudadana.
Insisto: las nulidades institucionales radican en no poder extinguir del todo o mantener en su mínima expresión la acción impune de cárteles, sicarios, secuestradores, extorsionadores, ladrones y en términos generales, de toda persona o grupo facineroso que lesione la vida pacífica de ciudades y pueblos.
Ciertos comportamientos de gobiernos y gobernantes de todos los niveles hicieron que la estructura institucional fuera desbordada, infiltrada u omisa ante delincuentes de toda laya. Se fue creando un vacío institucional que no garantizó un auténtico Estado de Derecho. En Guerrero es de triste memoria la frase: “No puedo y no quiero”.
Así, tal maridaje fue incubado desde hace varios años atrás. La trilogía: violencia, corrupción e impunidad, ha sido fruto de la desidia, contubernio o complicidad de malhechores con parte de las autoridades oficiales y son de larga data. Ahora hay decenas de miles de nóveles vidas segadas y de familias extensas seriamente lastimadas por los abandonos en los deberes de gobierno.
Actualmente existe un dilema gubernamental: a) combatir realmente el delito y a los delincuentes organizados, b) desarmar y parar a los ciudadanos armados. O neutralizar a los dos al mismo tiempo.
Los resultados positivos de las acciones de la ciudadanía armada les han otorgado venia y beneplácito donde tienen presencia y acción. O creciente solicitud donde aún todavía no se expresan, a pesar de los errores, abusos y divisiones internas en que han caído.
Complejo es transitar en ese dilema dado lo peliagudo de someter a la ley a algunos gobernantes, legisladores, políticos, servidores públicos, comandantes, policías e incluso a malos elementos de las fuerzas armadas que por dinero o amedrentamiento han obsequiado impunidad a los maleantes. Han sido juez y parte en los delitos cometidos.
Esta situación anómala es consubstancial a los sistemas políticos con altos índices de soborno y farsa oficial como el que padecemos en México. Por eso la creciente violencia delincuencial no es reciente ni tiene terminación pronta. La expectativa realista a corto plazo es tan solo administrar la crisis de un sistema nacional colapsado en la prevención, procuración y administración de justicia. Quiero pensar que eso empieza a cambiar con la detención de grandes cabecillas, depuraciones en las policías, vigilancia rigurosa en los dictámenes de los jueces y en las conductas de políticos y gobernantes.
El segundo aspecto del dilema: frenar la actuación de los ciudadanos alzados que combaten a la delincuencia no es tarea sencilla puesto que han conquistado el respaldo de los pueblos, tanto rurales como suburbanos. Lamentablemente el intento del gobierno para su extinción o subordinación ha caído en el ámbito de la represión en algunos casos.
Los pueblos armados permanecerán mientras los gobernantes no combatan seriamente la delincuencia. El encarcelamiento de algunos dirigentes de policías ciudadanas, comunitarias o autodefensas sin guardar el debido proceso y sin pruebas contundentes, exhibe el nerviosismo oficial ante este fenómeno social. ¿A quién combatir?, ¿A los que atentan contra el pueblo o a los que realmente lo defienden? La mayoría de la opinión pública repudia a los primeros y aprueba a los segundos.

PD. Con esta entrega reanudo mis colaboraciones semanales pidiendo disculpas a El Sur y a sus lectores por mi receso temporal.

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