Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

RE-CUENTOS

* ¡Yo soy tu madre!

Fredy era un muchacho decente y trabajador que cuando se fue al Norte nunca olvidó ni a su familia ni a sus paisanos. Cada vez que podía regresaba al pueblo y con todos convivía.
Cuando heredó de manera inesperada una parte de la riqueza de su patrón siguió trabajando como siempre, y le fue bien en los negocios. Por eso cada vez que visitaba  a su pueblo apoyaba en lo que le pedían y nunca le faltaban visitas solicitándole su cooperación para todo, desde el apoyo para financiar una corrida de toros, hasta el padrinazgo de continuas generaciones de la secundaria.
En pocos años Fredy se hizo tan popular por su espíritu dadivoso y cooperativo que pronto fueron  comisiones de los pueblos las que llegaban a visitarlo cuando estaba de vacaciones.
Que necesitaban construir un puente para terminar con el aislamiento de algún pueblo, que se requiere la construcción de los baños de una escuela; que la cancha deportiva requiere de cercado o que falta un tanque de agua para el sistema hidráulico de alguna comunidad.
Fredy a todos ayudaba, por eso cuando ya se acercaban las elecciones de presidentes municipales todos lo querían como candidato, y él no se hacía del rogar, el problema era  el registro, porque el partido más a fin para él y sus paisanos era el PRI, que ya tenía candidato.
Entonces la opción era el PRD, partido al que no le disgustaba mucho la idea sabiendo que con la popularidad de Fredy podía   ganar la elección municipal.
Frente a esa situación política los caciques que eran dueños del PRI en ése municipio vieron que el control político que ejercían corría peligro y decidieron actuar con sus malas artes amenazando a Fredy para que desistiera de participar.
Como Fredy comprendía que la política era un asunto delicado para su salud pronto se convenció en dejar la candidatura por la paz, y así lo hizo saber a sus seguidores quienes resignados aceptaron la decisión del aspirante, menos la mamá de Fredy, una costeña de oficio matancera que tenía su puesto en el mercado.
Dicen que habiéndose enterado de que las amenazas contra su hijo provenían del viejo cacique  se le enfrentó en su propia casa.
–Mira Justo, desde hace muchos años tu haz impuesto a los candidatos y siempre te hemos apoyado, pero ya es tiempo que dejes que el pueblo decida. Tu no me has ayudado a mantener a mi hijo, yo lo parí y a mí me costó. Si algo le llega a pasar voy a venir a cortarte los huevos con éste cuchillo, le dijo mientras sacaba el enorme instrumento de hoja de acero que la señora utilizaba para tasajear los bisteces en su carnicería.
Nada se supo de lo que respondió en ése rato el cacique, pero el suceso trascendió hasta la dirigencia estatal de ése partido que finalmente registró a Fredy como su candidato de unidad.
Con todos los buenos antecedentes que el muchacho tenía en el municipio, su triunfo electoral fue arrollador.
Ya como presidente Fredy se ganó el aprecio de la mayoría de sus paisanos quienes se juntaban en su cumpleaños haciendo la fiesta más popular de la región.
Claro, el presidente municipal se dejaba querer y asumía con cierta resignación su papel de representante popular bajo la vigilancia estricta de su madre que le exigía respeto y  trato igualitario para todos los ciudadanos.
Un buen día, porque era su cumpleaños, se alejó de la fiesta para acompañar al grupo de amigos distinguidos que llegó para felicitarlo. Se fue con ellos hasta el aeropuerto de Acapulco a dejarlos al avión.
Cuando el presidente regresó a su pueblo la fiesta seguía en su punto en la huerta bajo las palmeras, pero como estaba cansado decidió irse directamente a su casa.
Cuando llegó su madre lo esperaba en la puerta para decirle que debía ir a saludar a los integrantes de una comisión venida del pueblo más lejano del municipio para felicitarlo por su cumpleaños, que tenían horas esperándolo y que era una descortesía ignorarlos.
Sea porque el presidente estaba cansado y no quería saber nada ya de la fiesta ni de felicitaciones, el caso es que se alteró al escuchar la orden de su madre.
–Mire madre, ni modo si me esperaron mucho tiempo, mañana los veré, ahora nomás lo que quiero es dormir.
–¡Ah no!, primero están tus obligaciones y luego la dormidera. Vete a saludarlos que no se merecen que los ignores.
Entonces dicen los que cuentan la historia que Fredy quiso ejercer su autoridad frente a su madre y terminar de una vez con la discusión.
–Madre, le recuerdo que yo soy el presidente municipal, soy la primera autoridad en éste municipio y si quiero hasta a usted la puedo encarcelar si altera el orden, dijo Fredy  tratando de convencer a su madre de que dejara de abogar por aquel grupo de ciudadanos.
Momentáneamente la mujer costeña se desconcertó por las palabras de su hijo, pero luego reaccionó con mayor coraje que el mostrado por el presidente y tomando un leño le respondió.
–¡Mira hijo de la chingada, tu serás muy presidente municipal, pero yo soy tu madre, pendejo!, le dijo mientras levantaba el leño decidida a tundir a su hijo.
Ante la reacción alterada de la madre Fredy cedió respondiéndole que estaba bromeando, y se dirigió luego a saludar a quienes lo esperaban para seguir la fiesta.

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