Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Abelardo Martín M.

La bipolaridad de Guerrero

Uno de los más graves problemas de la modernidad radica en que no se abandonan los lastres del pasado, cuando todavía no llegan los beneficios del futuro; o también que no se puede ser rico, cuando aún es notoria la pobreza; tampoco se puede ser civilizado cuando la barbarie o la falta de madurez cívica forman parte de conductas cotidianas.
Acapulco podría ser, en Guerrero, el ejemplo más claro y contundente de una realidad bipolar, en la que los extremos están presentes. Como se sabe, la bipolaridad es una enfermedad mental, un tanto de moda a partir del diagnóstico oportuno de ese tipo de males de la mente y de la conducta. Sus características (de la euforia extrema a la tristeza o depresión también extrema) se aplican en otros campos ajenos a la mente y a la medicina.
En Acapulco conviven la pobreza extrema y la riqueza también extrema. Situaciones bipolares en sociedades de total atraso. Cómo explicar, por ejemplo, que Acapulco, una de las ciudades más inseguras del país haya enfrentado una huelga ¡de policías!, como la que se resolvió la semana anterior.
Problemas extremos que conviven en un mismo organismo y que hoy se les llama bipolaridad. La novedad es que este fenómeno ocurre también a los organismos sociales.
Otro caso que merece un análisis adicional es la propuesta para legalizar el aborto en Guerrero. Es sin duda un acto de madurez de gobierno avanzado, abierto y plural, pero que debiera tener, en correspondencia, servicios de educación y salud a la altura de la civilización que aquella iniciativa implica. Porque, de lo contrario, refleja la bipolaridad social en otro rubro.
El gobernador Ángel Heladio Aguirre Rivero, tiene seguramente calculados los efectos electorales de esta propuesta, que el domingo pasado detonó que ciudadanos católicos se manifestaran en cuantro de las principales ciudades de la entidad, en franco rechazo a la propuesta de despenalización del aborto que el gobernador envió al Congreso local.
De esta manera se inicia un creciente debate sobre la posible legalización del aborto, una medida que respaldan algunas organizaciones civiles de derechos humanos y que rechazan la Iglesia católica y algunas fuerzas políticas.
La discusión comenzó luego de que el gobernador Ángel Aguirre envió al Congreso local una iniciativa que plantea permitir que las mujeres aborten durante las 12 primeras semanas de gestación, así como obligar a las instituciones públicas de salud estatales a brindar ese servicio “en forma gratuita y en condiciones de calidad”.
De aprobarse la medida –que implica reformar el Código Penal y la Ley de Salud estatales–, Guerrero se convertiría en la segunda entidad de México en legalizar el aborto. El Distrito Federal, la capital, lo legalizó desde 2007. La propuesta del gobernador tiene a su favor que el partido político en el que milita, el de la Revolución Democrática, es la primera fuerza con 20 de 46 legisladores, los cuales podrían contar con el apoyo de las otras fuerzas políticas de izquierda –los partidos del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano, con las que el PRD alcanza la mayoría absoluta.
Hace siete años el Distrito Federal sentó un referente mundial en los derechos de salud reproductiva al lanzar la Ley de la Despenalización del Aborto, es decir, que cualquier mujer puede interrumpir su embarazo durante las primeras 12 semanas de gestación, sin necesidad de argumentar causa alguna.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se realizan cerca de 22 millones de abortos clandestinos en el mundo, los cuales han derivado en la muerte de 47 mil mujeres por malas prácticas; mientras que en México, los abortos inseguros siguen siendo la quinta causa de muerte materna.
Al momento, la ciudad de México sigue siendo el único lugar del país donde está permitido el aborto. Hay corrientes de opinión en el sentido de que la educación y salud sexual debieran ser primero, pero eso sí nos convertiría en posibles ciudadanos de primer mundo, lo que está muy lejos de ocurrir. No se trata solo de parecer de primer mundo con iniciativas electoreras, sino realmente de ser avanzado, abierto y civilizado.

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