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El poder de la familia Montúfar en la Policía Judicial, el MP y el Ejército

* Dos veces desapareció de la agencia del Ministerio Público de Coyuca de Catalán la denuncia del campesino Anatalio Flores, que fue secuestrado nueve horas y encerrado en una casa de El Pozo

Maribel Gutiérrez, Monte Grande * En su intento por fabricar testigos que acusaran a los habitantes de Monte Grande de la emboscada del 14 de diciembre de 1997 en El Pozo, los Montúfar secuestraron a Anatalio Flores Gómez, el 24 de febrero de 1998. Lo tuvieron detenido horas en el campo, en uno de los cerros que rodean el pueblo, y después lo encerraron en un cuarto en su casa, como si fuera una cárcel privada.

Anatalio Flores, uno de los campesinos de más edad de Monte Grande, alto, delgado, de cabello blanco, dice que los Montúfar lo querían obligar a acusar a sus vecinos, y él se negó y dijo: “prefiero morirme”.

En Monte Grande, don Anatalio cuenta que fue dos veces a presentar la denuncia por su secuestro a la agencia del Ministerio Público, y las dos veces desaparecieron las actas del MP de Coyuca de Catalán, a pesar de que había cuatro testigos que fueron a firmar.

–¿Qué declaró usted?

–Dije que me habían agarrado, que me llevaron al campo, al cerro cerca de Monte Grande, me llevaron como a las 3 y media de la tarde y me soltaron como a las 12 y media de la noche.

“Primero me llevaron al cerro y con la noche me bajan del cerro. Me llevan a la casa de los Montúfar, a El Pozo, me encierran y le echan llave al cuarto. Estuve ahí encerrado cinco horas. Un cuidandero que tenían decía que no me iba a pasar nada.

“Eran ocho los que me llevaron. Reconocí a Abel Montúfar y a Ramiro Montúfar y otros seis, todos estaban vestidos de judicial, con armas largas y pistolas”.

En las denuncias que desaparecieron, Anatalio decía que cuando lo secuestraron querían que dijera que los de la emboscada habían sido Aurelio, Delfín, Estanislao y Aureo, y le decían que si no decía que eran ellos, a él lo iban a matar.

“Yo les decía a los que me tenían que no era cierto, que esas personas no eran culpables de nada, y entonces me decían que inventara que ellos habían sido. Yo les dije que no, que mejor me muero, que no digo esas mentiras”.

Cuando se enteraron de que se habían llevado a Anatalio, se reunieron los vecinos de Monte Grande, hombres y mujeres, para buscarlo en los cerros cercanos. Por eso lo liberaron. Cuenta que en el lugar en que lo tenían en el cerro se oía el ruido y las voces de la gente que ya andaba cerca. Entonces lo bajaron del cerro y lo metieron a una de las casas de los Montúfar en El Pozo.

De eso hace ya más de cuatro años, y Anatalio dice que desde entonces no vive tranquilo, que tiene miedo de que cuando va a trabajar a su potrero lo maten, y por eso casi no ha sembrado desde que pasó eso.

 

El origen del poder

 

El miembro más conocido de la familia Montúfar de El Pozo es funcionario del gobierno del estado, Erit Montúfar Mendoza, que ocupó espacios relevantes en los medios de comunicación en 1995, porque a raíz de la masacre de Aguas Blancas fue designado director de la Policía Judicial del Estado, en sustitución de Gustavo Olea Godoy, de quien era secretario particular y tuvo que dejar el cargo por recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Después, Erit Montúfar ha sido funcionario de Transportes del gobierno del estado y actualmente es secretario de seguridad pública del ayuntamiento de Chilpancingo.

Erit Montúfar recibió del gobernador Rubén Figeroa el cargo como director de la PJE, lo que muestra sus nexos con el grupo del poderoso ex gobernador. Este nombramiento fue visto como una maniobra de Figueroa para aparentar un cambio ante las presiones para que cumpliera la recomendación de la CNDH, y quitar formalmente a Olea Godoy pero dejar en su lugar a su empleado más cercano.

Pero no sólo es ese vínculo con Figueroa Alcocer el origen del poder y las influencias de los Montúfar en las fuerzas armadas, Ejército o policías.

Los presos políticos originarios de Monte Grande cuentan que los Montúfar han tenido el apoyo del Ejército desde la masacre de La Papaya, en 1974, localidad a un kilómetro y medio de Monte Grande.

En esa ocasión hubo cinco muertos en un enfrentamiento con el Ejército.

Recuerdan que habitantes de La Papaya estaban acusados de homicidio, y alguien pagó a los soldados para que les cayeran en sus casas, supuestamente para cumplir las órdenes de aprehensión.

Cuando llegaron los soldados, agarraron a tres campesinos que estaban en su casa y los ejecutaron a sangre fría. Pero otros dos se opusieron al Ejército, tomaron sus armas y pelearon contra los militares. Finalmente cayeron muertos en el enfrentamiento desigual.

Se sabe que José Montúfar era amigo de Antonio López Rivera, que era teniente coronel del 59 batallón de infantería, y estuvo al frente de la operación en La Papaya, en la que el mismo Antonio López salió herido, y para salvarle la vida los Montúfar se lo llevaron a su casa en El Pozo.

Después de la masacre de La Papaya a López Rivera lo ascendieron a coronel, y con esto aumentó la influencia y el poder de sus amigos Montúfar.

Desde entonces, y hasta la fecha, los Montúfar de El Pozo tenían muy buena relación con los mandos del Ejército, y desde entonces andaban armados donde querían.

También afirman los presos que desde entonces los Montúfar servían de madrinas y de orejas del gobierno y en particular del Ejército para reportar lo que pasa en esa área. Por eso, desde entonces los identifican como represores de la gente que piensa diferente al gobierno y a los priístas.

Estanislao Gutiérrez, que desde joven ha sido militante de partidos de izquierda, y con ideas políticas de oposición al gobierno desde la prisión, opina sobre los Montúfar: “Estoy seguro que es una banda paramilitar apoyada por el gobierno. Ellos robaban ganado; a pura gente de oposición, del PRD, le robaban ganado”.

Recuerda que a un tío de ellos, que se llama Meregildo Montúfar Ochoa, le pegaron porque votó por el PRD en el ejido de La Iguana, “lo corrieron y era su tío padre, fue por el año 1993. Ahí hacían fraudes, aparecían 150 votos para el PRI cuando son como 10 electores”.

Agrega: “Son el grupo de Rubén Figueroa y reprimen a gente del PRD. Siempre han cargado armas, cuernos de chivo, todos los repudian, los odian”.

Otra denuncia por las actividades represoras de los Montúfar fue hecha por el presidente del Comité de Presos Políticos y de Conciencia del Cereso de Acapulco, Omar Guerrero Solís, que fue detenido el 9 de marzo de 2001 en Riva Palacio, Michoacán, al lado de ciudad Altamirano, en la Tierra Caliente, por judiciales del estado al mando del comandante regional, Guadalupe Herrera Sánchez, acompañados por Abel y Garibaldi Montúfar.

–¿Porqué intervinieron los Montúfar? –se le pregunta.

–Ellos me querían acusar de que yo había participado en la emboscada a sus familiares. Cuando me torturaron, Abel Montúfar me decía que yo había estado en la emboscada, porque decían que yo era de la guerrilla. Además, ellos han actuado siempre al lado de la Policía Judicial del Estado, tienen un cacicazgo impuesto en la Tierra Caliente, que se acentuó cuando Erit Montúfar fue director de la Judicial.

–¿De dónde viene el poder de la familia Montúfar?

–Han estado involucrados en abigeato, en transporte de drogas, principalmente de cocaína y mariguana y se adueñaron de una parte del ejido de Monte Grande. Ellos han actuado como madrinas de la Judicial, y a mí me han relacionado con la guerrilla porque soy de la familia Santana, por parte de mi esposa, Gloria Vida Santana, y a los miembros de la familia Santana los han acusado de ser “encapuchados”, los han relacionado con la guerrilla siempre, desde la época de Lucio Cabañas.

 

Aurelio Díaz: los Montúfar inventaron una vanganza

 

Aurelio Díaz Milián, padre de 12 hijos, lleva más de tres años en la cárcel. Fue el primer acusado por los Montúfar, que a raíz del asesinato de Raymundo Díaz Gutiérrez, el hijo mayor de Aurelio, pensaron que los de Monte Grande les iban a echar la culpa y se iban a vengar, y dijeron que esa venganza fue la emboscada de El Pozo.

Desde la cárcel, cuenta los hechos: “Mi hijo tenía 30 años, el 18 de noviembre de 1997 lo mataron; no supimos quién fue.

“El tenía una camioneta que había traído de Estados Unidos. Una señora, que se llama Rosa Echeverría, fue a pedirle un rait. La trajo al entronque de Paso de Arena. La dejó, pero ya no regresó a la casa, todo el día estuvo perdido. En la noche lo encontraron muerto; lo metieron a un costal de Ixtle y lo tiraron en Patambo.

“A los 15 días, los Montúfar me citaron con el agente del Ministerio Público, que era Ernesto Acevedo, porque ellos decían que yo los iba a matar. Pero no es cierto, yo no tenía conocimiento de quién mató a mi hijo.

–Aquí estoy –dije cuando me llamaron al Ministerio Público.

–Yo sé que tú me vas a matar –conestó José Montúfar.

–No, yo no te voy a matar.

–Tu sabes que éramos amigos.

–¿Desde cuándo ya no somos? –le pregunté, y pedí al Ministerio Público que me dejaran sacar video de esa reunión, pero no me permitieron.

“De esa reunión no se escribió nada, no quedó ni un acta, porque todo lo controlan los Montúfar.

Después, Boni Montúfar dijo en Chilpancingo que yo dije que a mi hijo lo habían matado por narco, pero yo no dije eso, ni es cierto, mi hijo no estaba en el narco, y no teníamos idea de por qué lo mataron, ahora pensamos que fueron los Montúfar.

“El 14 de diciembre de 1997 les ponen una emboscada a ellos, cuando iban en una camioneta en el camino a El Pozo, donde tienen su casa los Montúfar (Mataron en la emboscada a José Montúfar Ochoa, a su hija Diocelina Montúfar Burgos y su nieto, el niño Angel de Jesús Balderas Montúfar).

“Ellos presentaron dos testigos de cargo, pero en realidad no es ni uno. Son Teodoro Sánchez García y Guadalupe Mojica Maldonado. Se supone que esos testigos son de Los Terrones. Al hablar con el comisario de Los Terrones, Ramón Gandarilla, vino mi esposa y mi hermana, y descubren que los testigos son falsos”.

“Cuando la emboscada a los Montúfar en la carretera otros de la familia Montúfar estaban en la casa. Dijeron que se salieron cuando oyeron los balazos y dejaron a un muchacho, Eustolio Santana Gómez, peón de ellos. El vio a los que atacaron, porque entraron a las casas. Los Montúfar le habían dicho que dijera que fuimos nosotros. Pero Eustolio vino a declarar y dijo que eran cinco individuos, que eran prietos, chinos y vestidos de blanco, y que no conocía a nadie, y que ninguno de ellos era de los acusados”.

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