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No puede ser que no hagamos nada frente al hambre que sufrimos, dice Mariana

 Zacarías Cervantes, enviado, sierra de Guerrero * De 16 años, delgada y de 1.50 de estatura, Mariana sabe lo que es cargar su mochila de 20 kilos de peso en la espalda y en ristre su cuerno de chivo de 3 kilos y medio; así, sube y baja con agilidad por brechas y veredas en la sierra de Guerrero.

Es miliciana del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) desde hace dos años. Casada con un miliciano, contra la voluntad de su madre, entró al movimiento armado porque desde niña oía hablar a su padre del movimiento de Lucio Cabañas, de la represión a quienes habían participado, de las masacres y la tortura.

También porque no está de acuerdo con la pobreza, la miseria y las injusticias que se cometen a diario, “no puede ser que estemos sufriendo el hambre y no hagamos nada por salir adelante”, expone Mariana quien apenas estudió la primaria.

Sentada sobre una roca en la inmensa vegetación, empuñando su cuerno de chivo que apoya con la culata en el suelo en medio de sus botas tipo militar, Mariana acepta platicar con el reportero, separada apenas unos cinco metros del resto del grupo de integrantes del ERPI, que sentados sobre la hojarasca, en piedras o en troncos descansan después de más de dos horas y media de camino por el monte inhóspito.

–Mariana, ¿por qué andas aquí?

Nerviosa al ver que el fotógrafo se prepara para disparar su cámara, Mariana se ajusta el paliacate que le cubre el rostro y se baja un poco hacia la frente la visera de la cachucha verde olivo y sin pensar mucho la respuesta contesta:

–Me encanta la lucha armada. Desde cuando estaba chica me decidí; oía yo a mi papá hablar de la guerrilla, de que el gobierno asesinaba, masacraba y tenía al pueblo en la miseria. Yo me ponía a escuchar y poco a poco iba aprendiendo como el compañero andaba en la sierra, escuchaba que sufrían hambre. Pensaba yo ¿qué comerán? Todo eso me ponía a pensar y poco a poco me iba interesando y conociendo el movimiento, ahora ya que estoy un poquito grande me decidí a andar aquí.

–¿Hasta qué año estudiaste?

–Nada más la primaria.

–Tienes pareja, novio o esposo?

–Si, tengo a mi esposo.

–¿Qué dice él de que andes aquí?

–También anda aquí y está de acuerdo. Mi mamá… usted ya sabe como son las mamás, no está de acuerdo en que andemos aquí, nos dice que nos van a matar, pero es una decisión que nosotros ya tomamos.

–¿Tienes miedo?

–La verdad no, si de pura casualidad llegara a caer en combate, ni modo, ya que podría hacer.

–¿Cuantos años tienes?

–17 años.

–Cuántos llevas aquí?

–No tengo muchos, si a caso dos años y me sigue encantando la lucha.

–Tienes hijos?

–No.

–¿Qué mensaje quieres mandar a las mujeres?

–Bueno, yo les diría que se integren a la lucha armada con nosotros, porque no puede ser que estén sufriendo de hambre y no hagamos nada por salir adelante, ¿siempre vamos a estar así, en la miseria, sufriendo de hambre? Eso es lo que le digo también al pueblo, que le echen ganas, ya sea en la lucha legal o en cualquier otro tipo lucha pero más que nada los invito a la lucha armada.

“Andando aquí no extraño nada”, dice Maribel

El uniforme verde olivo, no esconde el cuerpo femenino de Maribel; sus delineadas formas la delatan de inmediato entre la treintena de sus compañeros varones, “aquí en el partido no existe el machismo, hay igualdad y respeto”, dice en entrevista la miliciana, de 23 años y con cuatro años participando en el ERPI.

Acepta dialogar con el reportero mientras las yemas de sus dedos tamborilean en la culata del arma larga que sostiene atravesada sobre las rodillas y de vez en vez su vista recorre las copas de los árboles y los picos de las montañas que rodean el lugar de la entrevista.

–Para una mujer como tú ¿qué significa la lucha armada? –pregunta el reportero.

–Yo pienso que significa tener interés a la lucha, a participar al ver las injusticias que el gobierno hace a la gente campesina, pero también porque nos ha gustado andar aquí en la lucha. No nada más los hombres pueden andar aquí, también las mujeres podemos hacerlo.

–¿Cual es el papel que desempeña tu familia en esta lucha?

–Ya andamos aquí decididos a lo que pueda sobrevenir, la familia se queda en nuestra casa, ni modo así es la lucha.

–¿Qué es lo que más extrañas de la vida común?

–Andando aquí no se extraña nada o que se ponga uno triste. No extraña uno nada.

–¿Tu familia está de acuerdo en lo que estas haciendo?

–Algunos sí, y los otros no se dan cuenta, pues esto no se le debe de confiar a todos sino que de acuerdo a como vea uno a la familia o a las personas, no a cualquiera se les puede decir en lo que andamos.

–Tus compañeros varones ¿cómo te tratan como mujer, se da aquí el machismo, por ejemplo?

–Aquí en el partido no se da eso, aquí sí se da la igualdad, no es como en la vida común, aquí hay igualdad y respeto, como mujeres tenemos las mismas garantías que los hombres.

–Por ser mujer ¿no se te dificulta participar en el movimiento?

–No, con el tiempo nos acostumbramos al peligro, a todo.

–¿Hasta que año estudiaste?

–La primaria nada más.

–¿Qué les dirías a las mujer que no están aquí?

–Que le echemos ganas sin temor a nada, no poner pretextos por ser mujer o tener hijos o porque la familia no quiera que andemos aquí, si nos apura esto, hay que echarle ganas hasta el final y hasta donde se pueda.

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