Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Edgar Neri Quevedo

REGISTRO DE CONTRIBUYENTES

 Sana competencia

 Existe una gran esperanza en la denominada comunidad cultural, debido al anuncio de la creación del Instituto de Cultura de la Ciudad de Acapulco. Es importante precisar que las facultades, objetivos e incluso el ámbito de competencia del conocido como ICCA –en este país donde las siglas resultan abrumadoras–, tendrán que ser puestas en práctica en breve si no queremos que se vuelva un organismo disfuncional como lo es actualmente el Instituto Guerrerense de la Cultura.

Primero, convendría conocer el techo financiero y la plantilla laboral con que iniciará sus operaciones y el programa de trabajo que impulsará. Los objetivos que han difundido los medios de información son, en esencia, solamente buenas intenciones, escopetazos que se pueden redactar sobre las rodillas, que finalmente deberán justificarse en la realidad.

Se dice que con esta creación se revertirá el atraso cultural del puerto. Sin embargo, es pertinente reflexionar un poco acerca del sentido de los organismos de administración cultural, que si bien motivan el desarrollo cultural, en esencia son los creadores, las instituciones educativas y aún el mismo público los que detonan el desarrollo o no de la cultura. Hablamos finalmente del ente social.

El compromiso de un organismo como el ICCA es acompañar y adecuarse a los cambios sociales que se van presentando, estableciendo puentes y fortaleciendo identidades, consiguiendo en la formación de los creadores que éstos beneficien a la sociedad a la que pertenecen. Es una carrera de resistencia, no de velocidad.

Uno de los puntos esenciales debe ser la creacíón de nuevos públicos, y eso se consigue solamente con un trabajo tenaz, permanente, en las nuevas generaciones de acapulqueños. Actualmente éstas reciben poca información con respecto a la apreciación del arte, y eso es tarea obligada para un organismo cultural público.

En la medida que se formen nuevos públicos estaremos procurando un público que, poco a poco, no solamente apreciará las manifestaciones artísticas y culturales sino que las valorará y cubrirá el costo que implica su disfrute. Es decir, las nuevas generaciones de creadores no estarán condenadas a subsistir en medio del subsidio gubernamental y volverán sus actividades tan lucrativas como la medicina, la arquitectura o la plomería.

El reto es inmenso. Acapulco sufre como ninguna otra ciudad de una gran fuente de contaminación: el turismo. Aunque se habla de una industria sin chimeneas, el turismo contamina socialmente y sus efectos son más devastadores que la contaminación ambiental. Sin caer en moralismos, el turista busca en nuestro territorio satisfactores que en ocasiones, aún en la ilegalidad, se ofrecen, como las drogas, el sexo servicio y el alcohol. Y por qué no decirlo, una vida relajada, ociosa, que también contamina y el acapulqueño en ocasiones imita.

Resulta difícil sustraer a un destino turístico de un papel tan iremediablemente injusto como este. Pero, y aquí estriba la fortaleza o debilidad de un buen programa de desarrollo cultural, el arte y la cultura en su sentido más amplio ayudan a fortalecer la identidad cultural, el arraigo social y finalmente la conciencia. Un individuo culturalmente desarrollado es un ser conciente de su entorno y del papel que desempeña en la sociedad. Esto no provoca, como lo estiman en ocasiones, que un individuo culturalmente desarrollado deba vestirse como tzotzil, no, pero sí está obligado a reconocer, valorar y registrar cuando menos en su conciencia la riqueza de este grupo indígena.

No es gratuito que las sociedades más avanzadas culturalmente muestren un desarrollo económico y social mejor posicionado que el guerrerense.

El malestar ocasionado por la supuesta terna que existe para dirigir el ICCA puede motivar fricciones en el de por sí dividido sector artístico y cultural de la sociedad acapulqueña. Hay quien se adelantó y solicitó firmas de apoyo, suponiendo que esa presión motivará un fallo en su favor. Hay quien hace chantaje moral con lo que ha hecho. Pregunta: si tanto trabajo se ha realizado, ¿dónde está el público generado?, ¿dónde los creadores formados?, ¿dónde la difusión? Eso demuestra, una vez más que la administración cultural requiere preparación, análisis y organización para no esforzarse en vano y después demandar, casi casi, pensión por jubilación. Si alguien invierte dinero personal en actividades culturales públicas es su decisión, su voluntad, y no tiene por qué reclamarlo. Como dice la canción: su gusto es.

El creador es finalmente un individuo, que aunque pertenezca a un taller literario o teatral tiene voz y conciencia propias. Es decir, muestra un trabajo personal, aunque éste emane de un esfuerzo colectivo.

Los talleres de creación son solamente eso, talleres donde se pule y perfecciona el trabajo creativo, pero nada más. Su existencia debe ser efímera y suficiente para las horas dedicadas al taller. Desprenderse de corporativismos es un factor que ayudaría más que cualquier otra cosa en el entorno artístico y cultural de Acapulco.

Hace unos días conversé con un reportero de El Sur, y le comenté que es necesario, imprescindible conocer las visiones de cultura que cada uno de los candidatos a dirigir el ICCA tiene. No es de ninguna manera ocioso el punto. Es que verdaderamente la cultura tiene diferentes ópticas. Las hay desde ingenuas como la que presentaron hace unos meses en el teatro Domingo Soler y que el alcalde electo defendió, creo que de manera heroica y más por solidaridad y comprensión para con sus redactores, que por considerarla parte de un proyecto de gobierno. Creo que confió el trabajo a personas sin capacidad para atender sugerencias, y con una visión limitada, limitadísima, donde solamente se asentaban, sin ton ni son, actividades a desarrollar, y no se establecía el sentido y alcances del programa cultural. Incluso se aseguraba que como parte de las actividades se incluiría un concurso de preparación de pozole. Perdone usted la burla pero mejor hacemos uno de preparación de ceviche o relleno o pescado a la talla, que son más propios.

Con todo eso, no existía una sola línea destinada al impacto social de las actividades artísticas y culturales, requisito indispensable en todos los proyectos culturales desde hace más de dos décadas. El impacto social justifica la inversión y permite las evaluaciones previa y posterior. Ofende la ingenuidad con que se acometió la responsabilidad de integrar un programa de trabajo en materia cultural.

En breve deberá designarse a la persona que tendrá la responsabilidad de dirigir el ICCA. Creo que más de tres desearíamos estar ahí por la gran oportunidad que significa, sobre todo en estos tiempos donde la democracia es moneda de curso legal. Un trabajo humilde, pretencioso en el largo plazo, de largo aliento, considerando la formación de creadores, el fomento del libro y la lectura, el patrimonio cultural tanto en su registro como en su difusión, preservación y valoración, entre otros temas, se hace imprescindible. Y el trabajo con niños, obligado.

Tanto el IGC como el ICCA comienzan desde cero –el IGC de nueva cuenta tras la salida de la bailarina–; la sana competencia entre ambas instituciones, en el municipio de Acapulco, puede traer un caudal de beneficios, y un buen pretexto para volver a esperanzarnos.

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