Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Toma de conciencia del entorno ecológico

 En la inauguración de la segunda sesión ordinaria del Consejo Consultivo Nacional para el Desarrollo Sustentable, efectuada en el puerto de Acapulco, el pasado 22 y 23 de noviembre, me solicitaron como representante personal del gobernador del estado dirigiera un mensaje. Mencioné que era un tanto contradictorio hacerlo a un grupo de ciudadanos de toda la República que se conformaron para ser un órgano de consulta de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales del gobierno federal, por lo que mejor enunciaría algunas interrogantes personales para que me ayudaran a encontrar las respuestas correctas. Y estas son:

¿Qué es lo que tenemos que hacer, para cobrar conciencia del alto grado de destrucción de la naturaleza que acomete, día a día, nuestra civilización contemporánea?

¿Qué debemos hacer para que exista un mayor compromiso del gobierno y la sociedad, en torno a desarrollar sus actividades básicas sin lesionar la vitalidad de nuestro planeta?.

¿Cómo nos podemos convencer unos a otros, todos, que es antiético y amoral acabar o consumir sin renovar el hábitat, con todos los recursos naturales, vivientes y no vivientes; que en esencia son partes indispensables y posibilitadoras de la expresión de la humanidad de manera perenne e imperecedera?.

¿Cómo podemos aminorar la voracidad y el egoísmo humano que no repara en obtener y acumular satisfactores materiales, al precio que fuere, así sea éste, la condena y cancelación de su propio porvenir?

¿Cómo inculcarnos cada uno de nosotros, mayor responsabilidad en nuestros actos y decisiones individuales y unilaterales, para no afectar lo que en justicia nos pertenece a todos pero de la que a su vez somos parte integrante, es decir, la tierra?

¿Hasta dónde debemos llegar en nuestra acción depredadora y devastadora para que empecemos a revertirla?

¿Cuántos montes más habremos de deforestar? ¿Qué tantas especies faunísticas habrán de extinguirse? ¿Cuántos ríos, lagunas y bahías habremos de contaminar más, para que gobierno y sociedad cobremos conciencia y pongamos atención requerida a estos graves y crecientes problemas, muchos de los cuales ya son irreversibles?

¿Cuál es el límite o el punto de quiebra? ¿Seremos tan tercamente ciegos que ni siquiera columbrarlo queremos?

¿Qué tanto más debemos empecinarnos en destruir la vida, para darle su verdadero valor a lo sostenible y a lo sustentable; a lo protegible para que sea perdurable?

¿Cuándo nos decidiremos a empezar a pagar para recuperar lo ya aniquilado o contaminado? O por lo menos para conservar y preservar de lo perdido lo que aparezca.

¿Cuándo tomaremos como cosa seria las políticas ambientales y cuando las llevaremos a cabo, con los suficientes recursos presupuestales, para que tengan en realidad algún impacto trascendente?

¿Qué tan importante para el gobierno federal, los gobiernos estatales o los ayuntamientos es lo ambientable? Por los presupuestos públicos que asignen lo sabremos. Reconozcamos que todavía existe una fuerte insensibilidad ecológica en el orden público, social y privado.

¿Cómo erradicar esa insensibilidad respecto de la biodiversidad y convertirla en preocupación y compromiso?

¿Cómo hacer entender a las ciudades que su sustentabilidad de largo plazo depende del campo, de las montañas, ríos y lagunas que las rodean?

¿Seguiremos siendo miopes y torpes de seguir trocando en el despilfarro de la vida presente, la penuria de la vida futura?

Como dice el refrán popular: éramos pocos y parió la abuela. El ecocidio que trae intrínseco el capitalismo salvaje del nuevo siglo, expresado en la economía neoliberal, se le ha agregado el terrorismo fundamentalista y el gran horror de horrores: la guerra, que no es más que un terrorismo masificado.

Porque lo de la biodiversidad, los ecosistemas y la tierra toda, son asuntos demasiado serios y respetuosos, es por lo que no deben dejárseles nada más a la incumbencia de los gobernantes.

Para amar la vida y todo lo que representa, hay que saber vivir, respetando e irradiando vitalidad; para eso se necesita aprender a bien vivir. Empecémoslo a hacer de una vez por todas.

Como dice Pablo González Casanova: Necesitamos una nueva civilización que haga realidad la libertad y la vida. Porque la del siglo XX, agregaría yo, sencillamente no pudo.

PD1.–Para vergüenza y oprobio de México y de su persona, Ernesto Zedillo Ponce de León viola impunemente la ley de responsabilidades de los servidores públicos federales, al ser empleado de la empresa transnacional ferrocarrilera que benefició, siendo presidente de la República, cuando le vendió parte de los ferrocarriles nacionales. Como me decía mi suegra ya finada: “hijo, cuando se pierde la dignidad, se pierde todo”.

PD2.–México, al oponerse en la ONU, a la guerra en Irak y a la asfixia económica por bloqueo comercial a Cuba, vuelve a retomar los caminos de la dignidad y el decoro en nuestra política exterior; de nuevo honramos el apotegma de Benito Juárez, que nos dice que entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno siempre será la paz. Enhorabuena del presidente de la República Vicente Fox por esta acertada rectificación.

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