Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

De excomuniones y mortandades

No siempre la iglesia católica ha predicado con el ejemplo lo que pregona. El pronunciarse a favor de la vida lo ha empañado muchas veces al promover la muerte y participado en crímenes y torturas a lo largo de la historia de la humanidad.
Me viene a la memoria el linchamiento realizado por una turba de fanáticos católicos de Alejandría, Egipto, a la que fue la mujer con más conocimientos de matemáticas y astronomía de su tiempo: Hipatia (370-415). Todo porque se resistió a aceptar algunos de los dogmas eclesiásticos y a renegar de sus conocimientos científicos. Juana de Arco (1412-1431) fue otra mujer excomulgada y quemada viva en la hoguera al ser condenada como hereje por los jerarcas franceses de la iglesia católica encabezados por el obispo Pierre Cauchon.
El teólogo checo Jan Hus (1370-1415) padeció excomunión y después lo quemaron vivo por protestar contra la venta de indulgencias por parte de la iglesia católica. Similar cosa le pasó al fraile Girolamo Savonarola en 1498. También Martín Lutero fue excomulgado por el mismo tenor en 1521. El filósofo Giordano Bruno (1548-1600) fue excomulgado acusado de blasfemia y herejía que, después de padecer ocho años de cárcel, fue quemado vivo en la hoguera por mantener opiniones contrarias a la fe católica. El juez que lo sentenció a la muerte fue el cardenal Roberto Belarmino que amenazó también en el año de 1633 al astrónomo Galileo Galilei de sentenciarlo a la misma pena si no se retractaba públicamente de contravenir sus investigaciones algunos preceptos ptolemaicos de la iglesia.
Dos ejemplos claros de cómo la fe católica fue impuesta a base de sangre y espadas fueron las Cruzadas (1015-1291) para liberar a Jerusalén de los moros y en la conquista de Iberoamérica por parte de los reyes de España y Portugal para liberar a los aborígenes de la idolatría (1519…). La vocación de la iglesia católica para torturar y asesinar a todos aquellos que discreparan de su dogma fue ejecutada institucionalmente por la tristemente célebre Santa Inquisición que funcionó desde 1184 hasta el siglo XX.
Con el Papa Pío XII la Iglesia católica se hizo de la vista gorda del genocidio perpetrado por los nazis alemanes (sobre todo contra el pueblo judío) durante la segunda guerra mundial. Su supuesta neutralidad durante el holocausto se convirtió en silencio cómplice y criminal.
En México las relaciones entre la Iglesia católica y el gobierno no han sido del todo tersas. Basta con recordar las guerras de la reforma (1857), donde los eclesiásticos tomaron partido apoyando a los conservadores en contra el presidente Benito Juárez y otorgando su aquiescencia a la invasión francesa (1862). Los católicos fueron protagonistas principales de la fratricida guerra cristera (1926-1929) donde murieron más de 70 mil compatriotas. Las excomuniones estuvieron a la orden del día y al por mayor para gobernantes y funcionarios públicos, maestros rurales y para todo padre de familia que mandara a sus hijos a las escuelas oficiales y no a las privadas católicas.
En septiembre de 1968 un grupo de cinco trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla llegan a pernoctar al pueblo de Canoa, Puebla, en donde una turba de habitantes los lincha matando a cuatro de ellos azuzados por Enrique Meza Pérez, cura de la parroquia al propagar el infundio que eran comunistas. Y por falta de espacio aquí le paro.
PD1. Para que no cundiera el ejemplo de la ciudad de México al despenalizar el aborto, en  el año 2007 en Guerrero y en otros estados de la república, hubo un pacto político a valores entendidos entre la Iglesia Católica y el PRI: los diputados estatales priistas estarían en contra de aprobar una ley despenalizando el aborto en sus respectivos estados a cambio de que los curas hicieran proselitismo electoral soterrado a favor del PRI desde el púlpito de las iglesias. ¡Uff!
PD2. Por demás interesante resultó el voto conjunto de diputados del PRD y el PRI para pedir la destitución del destacado político priista Marco Antonio Leyva Mena de la delegación federal del Infonavit. ¿Prolegómeno de alguna futura alianza electoral de facto en estas tierras del sur?

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