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Alfredo Arcos Castro

Dictadura o democracia

 En el mes de agosto recibí del buen amigo, el doctor Adán Aguirre una tarjeta postal de Francia en donde decía lo siguiente: La dictature c’est ferme ta gueule. La démocratie c’est cause toujours, que en español significa: “La dictadura es: cállate el hocico. “La democracia es diálogo siempre”. Son las mejores definiciones políticas en el lenguaje popular francés. La democracia es sin duda el régimen político que mayor vocación tiene por el diálogo. Como valor ético de la política y como método para lograr consensos, el diálogo es consustancial a la democracia: permite la comunicación, el conocimiento, la comprensión, la empatía y los acuerdos entre actores políticos.

El diálogo es también una relación dinámica entre la mayoría y las minorías. En el proceso de toma de decisiones todos los actores políticos tienen el derecho de expresar sus diferentes puntos de vista para poder ser tomados en cuenta. El diálogo norma las relaciones entre los actores políticos y entre éstos y la ciudadanía. El diálogo es pues un medio para encausar racionalmente la pluralidad política y también una forma de producir decisiones políticamente significativas y consensuadas.

El diálogo hoy en día es importante, sobre todo por los profundos cambios que se están generando en los diferentes ámbitos sociales. Frente a la diversidad política, económica, social y cultural es condición sine qua non potenciar el diálogo como procedimiento civilizado para solucionar el sin fin de problemas que aquejan a las diferentes sociedades.

El diálogo es un recurso de gran valía para evitar tensiones que genera la diversidad, impide la exclusión, la fragmentación y la violencia. Una cultura política es democrática cuando el trato entre gobernantes y gobernados, organizaciones y estados, se fundamentan en valores como. la libertad, la tolerancia, la igualdad política, el pluralismo, la legalidad, la participación y por supuesto el diálogo.

Consolidar la cultura política democrática significa fomentar el ejercicio del diálogo como forma de hacer política. En diálogo en esta etapa de consolidación de la democracia es un método y un valor que sin duda alguna contribuye grandemente a enriquecer los caminos de la democracia de nuestro país.

Lo contrario a esta visión liberal-democrática, nos dice el filósofo francés Claude Lefort es el totalitarismo en donde plantea que su propósito fundamental es hacernos ver que el totalitarismo no es un accidente histórico producido por encantamientos de sirenas, sino la consecuencia de una elección: reducir la radical pluralidad de perspectivas éticas, estéticas y políticas que genera la revolución liberal-democrática a una única visión del mundo.

En este sentido para Lefort, la polis, la sociedad política sigue siendo de acuerdo con una tradición que se remonta a Grecia un espacio de encuentros y desencuentros, de abrazos y conflictos. La sociedad política es para él el lugar en que se juega el sentido de lo social, donde el diálogo y la tolerancia son los valores y el método que le dan la vida al quehacer en la polis.

Para Lefort, democracia y totolitarismo son dos formas distintas contrapuestas de la sociedad política: en la primera el respeto, la tolerancia, la ley, la educación, el saber discutir, disentir, debatir, discordar, la libertad, la igualdad política y el diálogo son su razón de ser. El totalitarismo por lo contrario lo que pretende es que mantengamos el hocico cerrado y que colaboremos como cómplices en la construcción de la sociedad “perfecta”.

Mantener el hocico cerrado o dialogar siempre son rasgos que distinguen a la democracia de todos aquellos regímenes de gobierno en donde sólo los autócratas, el cacique, el caudillo o el señor presidente tienen el derecho de hablar sin ser cuestionados. ¿Y usted amable lector qué prefiere: mantener callado el hocico o dialogar siempre?

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