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El panteón de San Francisco, camposanto que guarda la historia del viejo Acapulco

 Xavier Rosado * El panteón de San Francisco, uno de los lugares históricos de Acapulco que alberga las tumbas de guerrrenses como Juan R. Escudero y María de la O, se encuentra abandonado durante todo el año, con excepción de los primeros días de noviembre, fecha en la que, con motivo del festejo de Todos los Santos, se limpia el terreno de maleza y se pintan algunas tumbas.A pesar de que el camposanto fue construido en 1860, según el dato otorgado por el cronista de Acapulco, Alejandro Martínez Carbajal, y de que en él existen  tumbas con gran valor histórico que todavía son visitadas por los acapulqueños, este recinto público presenta condiciones deplorables, aún después de los remozamientos que ha realizado la Dirección de Panteones y Velatorios del ayuntamiento, con el apoyo de Areas Verdes, dependencias que se han encargado de remover la intrincada maleza que gana terreno a las tumbas durante el resto del año.

Al caminar por el panteón, entre ramas, espinas y hierba, se encuentran cruces de madera vieja que han sido arrancadas por el tiempo y los elementos de su lugar de origen; es imposible saber a qué tumba pertenecieron. También está por ahí, sobre una lápida sin nombre, una estatua de cemento de la imagen del San Francisco, pero sin cabeza.Latas, botes de plástico, veladoras quemadas, flores artificiales, alambre, madera y la basura más insólita como tapas de botes de basura y rejillas de ventiladores, se encuentran en este lugar en cuya limpieza se han tardado cinco días los 12 trabajadores del municipio que hacen su labor.Las personas que desean visitar las tumbas de sus familiares este Día de muertos, no estarán exentas de sortear a la maleza y también esperar a que los bomberos desalojen los panales de abejas que existen en el lugar.

 Ultima morada de alcaldes y periodistas  

La historia del panteón de San Francisco, en las palabras del cronista de la ciudad, se remonta a mediados del siglo 19, cuando Acapulco todavía era un pequeño poblado de pescadores que enterraba a sus muertos en los patios de las iglesias o en un área cercana al centro porteño, donde ahora se localiza la glorieta de la calle Nicolás Bravo. “Este lugar, llamado simplemente Camposanto Viejo, resultó insuficiente y demasiado pequeño para la tasa de mortandad del puerto en aquella época. Además, la clase alta buscaba un lugar más apropiado para preservar los restos de sus familiares”, narró el investigador.Es por esto que en 1860 comenzó a funcionar el panteón de San Francisco, ubicado en la calzada de Pie de la cuesta.En el lugar aún se conserva un fragmento de muro de adobe que data de la época de su fundación y que en su momento, fue la línea divisoria entre el panteón de San Fernando y el de San Francisco, este último fue el nombre que se conservó para la posteridad. Fue nombrado así porque la fundación del recinto público fue gestionada por los monjes franciscanos, que hasta ese momento enterraban a sus muertos en los patios de sus iglesias y conventos. Uno de los mausoleos mejor conservados del panteón es el de la familia Uruñuela, donde se encuentra enterrado Nicolás Uruñuela quien fue presidente municipal en 1910- 1911. “El inauguró la torre del ayuntamiento donde pusieron el primer reloj que funcionó en Acapulco”, recordó el historiador. El arquitecto José Vega Velez hizo un análisis de esta tumba y la describió como una capilla de seis metros de altura colmada con una cúpula hecha con el estilo neoclásico de principios de siglo que cuenta con cuatro osarios o nichos en las columnas donde se colocaban los restos de los familiares después de extraerlos de la  tumbas. “Esta tumba tiene influencias de la arquitectura mozárabe, que fue traída por los españoles al puerto y que fue fundamental en las principales construcciones de Acapulco a principios del siglo 20”, explicó el arquitecto.Por su parte, el cronista Martínez Carbajal dijo que una de las tumbas del panteón, que preserva en buen estado un obelisco característico de la época es la del político y periodista Juan R. Escudero, quien fue enterrado en ese panteón en el mismo sepulcro que sus hermanos, Felipe y Francisco. “Su nombre completo era Juan Ranulfo Escudero Reguera, nació aquí el 27 de mayo de 1890, fue amigo de Ricardo Flores Magón, él fue el que le pasó todas las ideas revolucionarias. Promovió la organización obrera y fundó el Partido Obrero de Acapulco en 1919 y el periódico Regeneración. El 21 de diciembre de 1923 andaban por un pueblo que le decían El Aguacatillo, porque plantaron un aguacate y no creció completo, hoy le llaman La Venta, ahí lo asesinaron junto con sus hermanos Francisco y Felipe”, narró Martínez Carbajal.

Mencionó que uno de los datos interesantes acerca de este cementerio es que a un costado de la tumba de los hermanos Escudero, el municipio instaló una fosa común donde se enterraron algunas de las 300 personas que fallecieron en el incendio del Teatro Flores en 1907.El primer cadáver que fue enterrado en el panteón de San Francisco fue el de Gertrudis Lerma, quien, según el investigador, nació en Rosario, Sinaloa y radicó en el puerto hasta el día de su muerte, el 9 de abril de 1860.Otra de las tumbas de personajes históricos de Acapulco es la de Francisco Eustaquio Tabares, quien fue síndico municipal y “tenía un periódico que escribía a mano y que pegaba en las esquinas, era la forma de circular la información en aquella época”. Un acapulqueño memorable enterrado en este panteón es Faustino Liquidano Doria, quien el 1 de julio de 1861, tomó posesión del cargo de celador marítimo y llegó a ser presidente municipal de Acapulco. Este cementerio dejó de funcionar en la década de los cincuentas del siglo pasado, por haber llegado a su capacidad como predio para albergar tumbas, sin embargo, Martínez Carbajal indicó que el último espacio que se utilizó aquí, por una concesión de Canuto Nogueda Canilla, el entonces presidente municipal, fue la de la activista social, conocida como la defensora de los pobres, María de la O que fue enterrada aquí el 18 de junio de 1956.

 Epitafios que narran historias

 Las lápidas y sus epitafios, algunos sorprendentes, que se encuentran en las tumbas del panteón de San Francisco, son estoicos narradores que en el mármol, ónix o piedra tallada, han preservado los pensamientos y las historias, a veces trágicas, de los que aquí se encuentran.Los epitafios quedan sobre las tumbas, acompañando a los muertos con la tristeza y el recuerdo de sus familiares.Son representaciones de la imaginación y narradores de la tragedia personal de cada familia. En uno de ellos se lee: “Las niñas Paulo Ruberta y Natalie Crispina fallecieron la primera el primero de febrero a los siete meses 25 días de edad y la segunda el 24 de octubre a los tres años 10 meses, 19 días. Sus padres, Jacinto Quiros y Susana Abarca les dedican este triste recuerdo, 1860”.Sobre estas dos tumbas se encuentra una más, en cuya lápida se lee: “Susana Abarca de Quirós falleció el 6 de agosto de 1865 a la edad de 23 años, ocho meses 12 días”.En estas fechas de recuerdo a los muertos este panteón histórico lucirá un poco más cuidado, pero sólo será por unos días, mientras la maleza y los desperdicios vuelvan ocupar su lugar al lado de tumbas con más de un siglo de edad.

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