Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

 * La derrota huérfana  

Me sorprenden las lecturas que el priísmo guerrerense y nacional le han dado, al menos hacia afuera, a los resultados electorales del pasado 6 de octubre. El gobernador René Juárez, deslindándose del liderazgo natural y legítimo que los priístas han reconocido siempre en el titular en turno del Poder Ejecutivo; César Augusto Santiago, señalando ineficacias y oportunismos en el encargado de la mercadotecnia, Hugo Scherer, cuando aquél fue desbancado por éste de estas tareas, debido a sus propios fracasos en la materia, en elecciones y estados menos competidos.

Juan José Castro Justo, aún dirigente estatal del PRI, resistiéndose primero a pronunciar la palabra derrota y, luego, asumiendo estoicamente la responsabilidad de los daños, sin razones objetivas; Elba Esther Gordillo, calificando como “debacle priísta” la experiencia de Guerrero; y, por último, numerosos consejeros políticos de ese partido culpando a los “malos gobiernos” de los alcaldes del PRI.

Y me sorprenden, cualquiera que sea la razón auténtica de esas posiciones: si los diagnósticos son resultado de veras de la percepción que el priísmo tiene de la realidad política guerrerense, demuestran una alarmante negligencia teórica; o si son sólo una estrategia pública para “esconder” las causas reales que entienden internamente, refuerzan entonces la idea popular de su escasa voluntad para enfrentar y asumir un verdadero cambio.

Me inclino a creer en la segunda, porque a pesar de que las ovejas negras existen en todas las familias, sobre todo en las políticas, en el PRI hay muchos dirigentes y militantes inteligentes, de experiencia y capacidad suficientes como para no dejarse engañar por la primera posibilidad.

Me consta que en corto, casi todos los priístas con sensibilidad y objetividad entienden perfectamente las causas del deterioro nacional de su partido, así como muchas de las principales razones de su fracaso en la pasada contienda electoral. Aunque sabían que la cosecha priísta sería pobre y que su mayoría en el Congreso local estaba en riesgo, los resultados les sorprendieron; aunque sabían que la recuperación de la alcaldía porteña era más una ilusión que una posibilidad real, a pesar de la emoción y las ganas de Ernesto Rodríguez, creían que al menos ganarían dos distritos en Acapulco.

Pero lo que también sabían y también confirmaron, fue que muchos de sus candidatos representaban más a los grupos locales de poder y menos a la militancia; que muchos de ellos eran fieles abanderados del priísmo arcaico y una contradicción viviente a los discursos de cambio democrático y renovación priístas; que esas decisiones serían castigadas por militantes y simpatizantes en las urnas.

Porque si bien es cierto que la expresión “la derrota es huérfana” sirve para explicar las cabezas que se esconden después de perder, en este caso sería infantil, ingenuo y hasta irresponsable, al menos para los intereses priístas, adjudicársela a alguien en particular.

Y como si las pifias poselectorales no fueran suficientes, ahora el planteamiento del Comité Ejecutivo Nacional del PRI propone aplicar una sofisticada y onerosa campaña de mercadotecnia política, que diseñaría un despacho internacional, para “revertir las causas de la derrota en Guerrero”. O sea, que por un error de estrategia el PRI perdió 50 mil votos en Acapulco, con relación con los que obtuvo en 1999; o sea, que el PRD ganó 16 alcaldías más que en 1999 porque los alcaldes priístas gobernaron mal; o sea, que esas cifras no son expresión fiel de la profunda crisis de un partido habituado a tener el poder, pero no a competir por él.Los priístas honrados y valiosos, que los hay, deberán enfrentar esa crisis con objetividad, autocrítica y propuestas radicales, si quieren recuperar la vigencia de su partido. Porque si insisten en mantener la autocomplacencia, el futuro inmediato se encargará de cobrarles cara semejante osadía. [email protected]

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