Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Moisés Alcaraz Jiménez

PRD, ¿rumbo a la gubernatura?  

 Aún sin concluir el actual proceso electoral, diversos escenarios se han formulado sobre las posibilidades, reales o ficticias, que tiene el PRD después de los resultados del 6 de octubre para ganar los comicios del 2005 en que los guerrerenses habremos de elegir al nuevo gobernador del estado.

En su gran mayoría, los análisis parten de una visión opositora al PRI y son más bien una especie de cuentas alegres, en tanto que los ideólogos del tricolor, tal vez aún aturdidos por la paliza recibida, sólo atinan a lanzar argumentos cantinflescos tratando de explicar que no perdieron, sino que obtuvieron resultados adversos, o que ganaron las campañas, pero perdieron las elecciones; algo así como que lo importante no es ganar, sino competir; o como hacían los tecnócratas del salinismo y zedillismo cuando al incrementar los precios de los productos básicos, decían que no eran aumentos sino ajustes.

En primer lugar, los análisis catastrofistas para el PRI adolecen de una visión estratégica; es decir, en esos escenarios no se incluyen la capacidad de respuesta que el adversario pueda tener, ni los errores, vicios, deficiencias o ineficacias propias, que bien puede capitalizar el enemigo para recuperar el terreno perdido, e inclusive mejorar antiguas posiciones.

En Nayarit, como ejemplo más cercano e ilustrativo, después de una estrepitosa derrota priísta, subió al poder el gobernador panista-perredista, que después traicionó al PRD y se volvió azul, el contador público cocacolero, Antonio Echavarría Domínguez, que llenó su administración con más de dos docenas de compadres y parientes ineptos y corruptos y realizó un pésimo gobierno, saturado de vilezas y desaciertos, lo cual provocó que al paso de tan solo tres años el PRI recobrara la mayoría en el Congreso y casi la totalidad de ayuntamientos, y con toda seguridad recuperará la gubernatura dentro de tres años.

En Guerrero, el gran reto del PRD, si quiere allanar el camino a la gubernatura, es lograr gobiernos municipales honestos y eficaces (tienen el ejemplo de Acapulco) y legisladores al servicio del pueblo y no del Ejecutivo.

Ese sería el segundo paso después del fuerte avance alcanzado el 6 de octubre. Deben ser gobiernos que realicen obra pública y rindan cuentas claras a la ciudadanía, diputados que legislen en beneficio de las mayorías y no a favor de intereses facciosos o de grupos caciquiles y servidores públicos de reconocida capacidad y solvencia moral para ejercer con ética, eficacia y transparencia los cargos que se les encomienden.

Para aspirar a gobernar esta entidad, el PRD tendrá que demostrar en los próximos dos años y medio que sus diputados, alcaldes, síndicos y regidores representan el cambio para Guerrero y que como partido constituyen una verdadera opción para la ciudadanía y son una real alternativa de gobierno.

Sobre este partido pesa ahora la gran responsabilidad de demostrar a los miles de electores que votaron a su favor, que no se equivocaron, porque del desencanto y de la frustración política ciudadana nace la pérdida de credibilidad y confianza en todo gobierno y partido que lo postule. Para el PRD es la hora no sólo de cumplir promesas, sino de responder a las grandes expectativas que a su alrededor se han creado.

Uno de los principales obstáculos del PRD para un mayor avance electoral en el 2005, está en su interior. Los riesgos mayores no los deben buscar los perredistas en su entorno porque se encuentran en el corazón mismo del partido: ingobernabilidad en tiempos de mayores dificultades, falta de disciplina partidista, las tribus y el sectarismo prevaleciente, las luchas fraticidas y algunos dirigentes con clara fama de venales.

A poco menos de tres años de los comicios para elegir gobernador, la amenaza del divisionismo y las guerras intestinas son ya el principal enemigo a vencer en el sol azteca y son también el riesgo más grande que se tiene después de haber alcanzado una victoria que este partido considera como la antesala del triunfo en las próximas elecciones locales.

Desde ahora, los grupos se vislumbran polarizados, es muy factible que en breve las diferencias crezcan y renazcan las pugnas por el poder que permanecen latentes dentro de los fuertes feudos y cacicazgos internos que han sido los enemigos históricos del PRD.Una vez que disminuya la euforia por el triunfo, cuando los perredistas tengan la mente fría y las ideas más claras, deberán plantearse escenarios más realistas, donde no se contemple al PRI como un partido acabado, no se menosprecie la fortaleza que éste aún tiene, se tomen en cuenta las debilidades propias y se consideren las grandes adversidades que el PRD tiene todavía que superar si quiere aspirar a gobernar esta entidad.

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