Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Moises Alcaraz Jiménez*

Acapulco ¿Otra vez para el PRI?

 

 

Las fuerzas opositoras al PRI en Acapulco tienen el triunfo asegurado en la elección de presidente municipal. La condición es que postulen a un candidato de unidad y las facciones al interior del PRD concilien intereses para evitar una fractura que le restaría las posibilidades que ahora tienen las llamadas izquierdas para recuperar la joya de la corona.

En la pasada elección el PRI sólo tenía una posibilidad de ganar la alcaldía: que sus opositores se dividieran y no lograran construir una alianza. Así ocurrió y sin mayores problemas el tricolor volvió a entrar por la puerta grande al palacio municipal donde ahora, nuevamente, tiene las mismas posibilidades de permanecer con la misma condición: que sus adversarios no logren la unidad y que cada uno, por su lado, postule a sus abanderados.

Hace tres años Zeferino Torreblanca fue el artífice del triunfo de Manuel Añorve a pesar de la pública enemistad que identifica a ambos personajes. Lo fue cuando el ex gobernador logró fracturar a las llamadas izquierdas e impuso en el PRD a Gloria Sierra que no tenía ni las más remotas posibilidades de salir airosa. Para ella era una batalla perdida de antemano y el triunfo fue para Manuel Añorve desde que Convergencia y el sol azteca se fracturaron.

Zeferino no pudo formular un mejor escenario para el triunfo de Manuel Añorve. Lo sabía de antemano y todo indica que actuó en consecuencia para cerrar el paso a Luis Walton, aún a sabiendas de que su acérrimo enemigo sería el único beneficiado. En ese escenario el PRI se acostó en la hamaca a esperar el triunfo el día de la elección con la seguridad de que, entonces sí, ya tenía el cuerpo entero en las oficinas del parque Papagayo.

El escenario favorable al PRI está otra vez a un paso de repetirse. Las sectas y tribus perredistas nunca entenderán el valor de las alianzas y continuarán en su lógica de que si no soy yo mejor que sea mi enemigo. Continúan golpeándose más entre ellos que con el adversario. Ellos mismos siguen siendo sus propios enemigos; o, por el permanente atraso político en que viven, esas sectas seguirán durmiendo con el enemigo.

Los resultados de aquella elección fueron más que aleccionadores: sumados los votos de Luis Walton y los de Gloria Sierra casi duplicaron a los obtenidos por el PRI y quedó más que claro el error cometido. El tricolor no ganó por aciertos propios, sino por las aberraciones políticas de sus opositores.

Ni así rectifican en el PRD donde al parecer no conocen el significado de la palabra experiencia o retroalimentación y siguen empeñados en tropezar una y otra vez con la misma roca.

El PRD logró por fin erradicar de Acapulco a la secta más corrupta y peligrosa para el progreso de ese partido dándole a su dirigente una candidatura con pase automático al Congreso local. Pero ahora son las tribus de menor tamaño las que siguen empecinadas en poner en riesgo el triunfo con la misma lógica de hace tres años: si nos soy yo, mejor que gane el PRI.

Hace unos meses, cuando aquella secta del PRD más atrasada y sucia inició sus intentos por apoderarse de la candidatura por Acapulco, escribí en estas páginas que el único que podría ganar la alcaldía del puerto como candidato de unidad de las llamadas izquierdas, era Luis Walton. Hasta ahora ese escenario no ha cambiado.

Así están las cosas en un partido donde el principal enemigo lo siguen teniendo en casa. Esas  cosas no cambiarán en el sol azteca mientras éste siga siendo un partido carente de institucionalidad, falto de liderazgos democráticos e infestado de grupos facciosos sin ninguna disciplina partidista y donde nadie respeta ni sus propias reglas.

Del desorden el PRD sigue avanzando hacia el caos que al parecer será por siempre su estado natural. Una verdadera pérdida para quienes buscan en la izquierda partidista una buena opción de gobierno. A ese paso, la izquierda más consecuente con esos nobles principios estaría por construirse y dejar el cascarón del partido para el entretenimiento político de las tribus y sus inmorales dirigentes. Aclaro que no son todos, ellos se conocen muy bien y saben quiénes son.

 

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* El autor es director estatal de Gobernación

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