Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Un serio y pensativo Ernesto dejó la sede del PRI a las 3 de la tarde

* Por la mañana recibió una llamada de aliento de Roberto Madrazo

Aurelio Peláez * Por la mañana, antes de salir a votar, el candidato del PRI a alcalde de Acapulco, Ernesto Rodríguez Escalona, recibió dos llamadas: la de los presidentes nacionales del PRI, Roberto Madrazo Pintado, y la del PVEM, Jorge Emilio González Torres. Ambas, dijo, fueron de aliento y apoyo ante la jornada por venir.

La noche anterior, ocho senadores no guerrerenses y once diputados federales se apersonaron en el puerto para manifestar su “presencia solidaria” con los candidatos en el municipio, en particular a Ernesto.

La comitiva de los 19, además de integrantes del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, fue presentada por el senador –este sí guerrerense– Netzahualcóyotl de la Vega, quien dijo que sus colegas y correligionarios venían como observadores y que no pretendían tener “ninguna intromisión directa o injerencia” en las elecciones de Guerrero.

Los senadores que estuvieron presentes fueron Noemí Guzmán Lagunas, Yolanda González Hernández, Areli Madrid Tovilla, Oscar Luebbert Gutiérrez, José Antonio Aguilar, Antonio García Torres y Joaquín Cisneros Fernández.

Por los diputados federales llegaron Florentino Castro, Antonio Silva, Omar Fayad, Roberto Zavala, Adela Cereso, Arturo Márquez, Jaime Vázquez,  Lorena Beaurregard, Andrés Carballo, Araceli Domínguez y Arturo de la Garza.

Luego de la conferencia, que inició poco después de las nueve de la noche, los legisladores se dirigieron a cenar al restaurante Madeiras, conducidos por sus anfitriones guerrerenses, el senador Héctor Astudillo Flores y el diputado federal Manuel Añorve Baños.

 

II

 La mañana de este domingo 6 de octubre, el candidato de la Alianza para Todos, en entrevista con reporteros minutos antes de emitir su voto manifestaba tener confianza en ganar la elección. A las 10:15 de la mañana decía aún que para los porteños, esos cinco segundos ante la urna de ese día eran “los más importantes de Acapulco, para decidir qué Acapulco queremos”. Y aún, adelantaba que “vamos a hacer el mejor gobierno en la historia de Acapulco”.

En la glorieta de Costa Azul, lugar en el que se instaló la casilla 0288 en la que le correspondió votar al candidato de la alianza PRI-PVEM, ya le esperaba medio centenar de priístas. Ahí estaban su suplente como candidato a alcalde, Carlos de la Peña Pintos, y los candidatos a diputados locales por los distritos 13, Miguel Mayrén Domínguez; 16, Julio César Bernal Reséndiz; 18, José Luis Avila Román, y 26, César Bajos Valverde. También estaban Netzahualcóyotl de laVega y el subsecretario de Elecciones del CEN del PRI, Rafael Oceguera. Asimismo, la secretaria de Fomento Turístico, Guadalupe Gomez Maganda, el diputado federal Manuel Añorve Baños, la candidata a síndica, María Inés Huerta Pegueros, y la candidata a regidora, Irma Ferrusca, entre otros.

Esa mañana en la glorieta, en ese lugar al descubierto, el sol ya se sentía. Entre los priístas había sonrisas, los consabidos abrazos efusivos de palmada en la espalda entre los hombres, según se dice, uno de las costumbres invariables de esta clase política.

Entre los priístas –por ahí se apareció el ex presidente de Convergencia por la Democracia, Ricardo Jiménez, y no se vio a ninguno del PVEM– había confianza, no entusiasmo. Manuel Añorve, acompañando a Oceguera, decía ver la jornada electoral “bien, tranquila, nos va a ir bien”. El ex alcalde de Acapulco sobre quien entre los mismos priístas circulan leyendas sobre su capacidad de manipular e influir en las votaciones, de pantalón de mezclilla y camisa manga a corta se paseaba por la pequeña plaza de la glorieta como si no le apremiara correr hacia algún centro de cómputo para hacerse cargo de la elección. Entre los priístas, el mejor escenario previsto para la tarde era la de una votación cerrada, quizás un empate.

Ernesto Rodríguez llegó al centro de votación acompañado por su esposa Marisela Pintos, y su hija Daniela. Tan pronto llega es rodeado. El, el primer candidato que comprobó en carne propia que el PRI dejó de ser invencible al perder hace tres años la alcaldía, se le ve optimista, sonriente, al final de una campaña de nueve meses y en la que se fue encontrando con recurrentes encuestas que daban la ventaja en la contienda al candidato del PRD, Alberto López Rosas. La levantada el 4 y el 5 de septiembre por Alduncin, por ejemplo, daba al perredista 20 puntos de ventaja sobre el priísta.

Ernesto Rodríguez, quien a lo largo de estos meses se intentó desmarcar del PRI y presentarse como un candidato de la sociedad civil, en alianza con el PVEM, se encontró en el camino con que mucho pesan los malosgobiernos anteriores de su partido, y con un primer alcalde no priísta, Zeferino Torreblanca Galindo, que deja una buena opinión de su gobierno entre los ciudadanos, y por ende, para el PRD y López Rosas.

Si gana será pese al fuerte antipriísmo y porque consiguió votos fuera de su partido. Si pierde, a ver quién levanta al PRI en las próximas elecciones.

Termina de votar, comienzan las despedidas. Cada quien a sus casillas, a sus secciones. Ernesto y su familia se despiden. El se va con parte de su equipo de campaña. Antes de subir es saludado por empleados de una gasolinera aledaña.

–Vamos a saludarlos personalmente, pueden ser diez votos, le comentan. 

III

En Las Parotas, como en otras colonias, el PRD desplegó y mantuvo grupos de hasta diez personas cerca de cada casilla. Ven con desconfianza a todos, en particular a los que identifican como priístas. Algunos portan radios de comunicación.

–Ese es priísta, ¿qué hace al lado de la casilla? –dice una colona.

El ciudadano se siente intimidado y se retira. El grupo ve incluso a funcionarios de Gobernación municipal y acusan: “Aquí andan unos priístas”. “Pues si hacen algo llaman a la policía”, aconsejan los empleados municipales.

Desde la radio, a la coordinadora de esa ruta por parte del PRD se le oye advertir o informar a sus compañeros: “Parece que ya van a empezar a acarrear”.

El reportero mira a su alrededor y no ve algún movimiento extraño. Nada fuera de la normal. Si acaso una camioneta de transporte de pasajeros, de esas que suben cuestas empinadas, deformes por las lluvias y sin pavimentar.

Ernesto Rodríguez Escalona, quien poco después del mediodía recorría el área de las colonias Zapata y Simón Bolívar, era enterado por uno de sus cercanos: “El PRD tiene gente en todas las casillas y nosotros no tenemos a nadie”. “Ahorita vemos”, contestó.

IV

En el edificio del Comité Directivo Municipal del PRI, habilitado como casa de campaña nueve meses después de que se anunció que lo sería (el 3 de febrero, dos días después de que se oficializó que Ernesto Rodríguez sería el candidato a alcalde), se trabaja con lo mínimo.

En el salón anexo a la oficina de la presidencia del partido, del tamaño de una sala de un departamento común, está instalado el equipo de cómputo con el que se da seguimiento a la campaña. Lo maneja el coordinador de la campaña priísta en Acapulco, el senador Héctor Astudillo Flores. Desde ahí se comunican con los distritos. Aunque al salón sólo entran miembros de la campaña, se sabe que apenas hay una docena de computadoras conectadas a una red de internet, un par de teléfonos y una veintena de encargados. El resto del edificio trasmite una sensación de abandono.

En las afueras, en las explanadas, apenas y pasa alguien. La explanada, sede de tradicionales festejos del PRI en anteriores procesos electorales, o está vacía porque todos están metidos en las casillas, o porque hay pesimismo en torno a los resultados.

A las 3 de la tarde Ernesto Rodríguez llega al edificio, con una pequeña comitiva. Una hora después sale, sólo acompañado por el contador de la campaña, Pedro Clavel. Va en silencio, pensativo, por esa plaza, sede de anteriores festejos de cuando el PRI era el único e invencible.

A esa hora, el candidato a presidente municipal por segunda vez consecutiva seguramente ya tenía los resultados de las primeras encuestas de salida. Y supo que las tendencias no le favorecían.

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