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Jaime Castrejón Diez

Pemex y el futuro

 Para nadie es un secreto, que uno de los patrimonios sociales importantes para nuestra nación es el petróleo. Tampoco para nadie en un secreto que el petróleo ha sido también objeto de una larga historia de corrupción y abusos. El cambio que se quiere en el país no podía evitar tocar este tema tan espinoso.

Es claro también que para poder hacer cualquier cambio se tendrán que enfrentar conflictos. Quienes estudian la teoría del conflicto consideran que hay varias razones para un conflicto; en este caso son dos las que serían aplicables: una la de medir fuerzas y la otra la de cambiar una estructura.

Es claro que ante la denuncia del Pemexgate, el conflicto se presentaría directamente primero entre el Sindicato Petrolero y el gobierno federal y posteriormente el PRI asumiendo la defensa de los petroleros. La primera fase fue precisamente lo que dicen los teóricos, medir fuerzas, y a medida que pasaba el tiempo que empezaba a haber una reacción pública y movimientos políticos y jurídicos que se enfilaban hacia aclarar los préstamos  de Pemex al sindicato y esto es trasladado de forma ilegal a la campaña política presidencial. Las fuerzas se estaban midiendo, pero había hechos obvios, si el presidente cedía, perdería toda credibilidad, si se llegaba a la huelga sindicato y PRI serían los villanos y tendrían que pagar el precio en los procesos electorales futuro. Estas son parte de las razones por las que el apoyo del PRI se fue erosionando.

De hecho el petróleo ha sido causa de tres conflictos anteriores, este sería el cuarto, el primero fue el conflicto entre agrupaciones sindicales y las compañías petroleras que dio origen a la expropiación petrolera.

Este fue posiblemente el más memorable de los conflictos que ha vivido el país. En función del desarrollo de Pemex y del sistema corporativista establecido, el Sindicato Petrolero fue adquiriendo cada vez mayor poder y mayor influencia política al grado que el gobierno empezaba a sentir la necesidad de poner ciertos límites al poder que sería casi sobre ellos mismos.

El conflicto entre el presidente Miguel de la Madrid y el sindicato sobre el transporte marítimo también creo un conflicto, que finalmente puso límites al poder que en esos momentos tenía el sindicato y finalmente el conflicto entre Carlos Salinas y La Quina que trató de limitar la fuerza de los líderes sindicales, pero resultó ser el reemplazo de un cacicazgo por otro.Lo que se vivió en las últimas semanas cae dentro del mismo concepto teórico, la primera parte fue para medir fuerzas entre el Sindicato y el gobierno federal, pero el proceso siguió adelante, claramente las fuerzas estaban medidas y había decisiones, por un lado del gobierno federal de ir hacia una  transformación, por otro lado del binomio Sindicato-PRI a frenar la transformación lo más posible. Era claro que si había huelga el presidente se fortalecía y si la había el costo futuro para el PRI sería muy alto.

De hecho, durante la evolución del conflicto se veían tres escenarios: el tremendista, el de equilibrio y el óptimo.

El tremendista era el paro total del país, al inicio de la huelga haría que los papeles de deuda de nuestro país en el extranjero cayeran o se convirtieran en un lastre para nuestra economía, la salida de capitales, la falta de inversión, la parálisis no sólo de la industria sino de la misma actividad social de los mexicanos. El precio político era muy trágico, por un lado el desplome de la figura presidencial y por el otro sacrificar toda posibilidad futura del PRI. Esto Confirmaba que los desechables eran los líderes petroleros.El escenario de equilibrio sería el de que se negociaran las posiciones entre gobierno y sindicato, algo que había pedido uno de los líderes del sindicato, que se respetara su persona, su familia, su patrimonio y no llegar a la parte judicial y renunciar tanto a sus posiciones políticas en el Poder Legislativo, como la conducción del Sindicato. Por otro lado el gobierno buscaba negociar la situación política con el objetivo de lograr integrar una nueva concepción de paraestatal al complejo de Pemex. Este escenario resultaba en un presidente débil y en un PRI encubridor.¿Cuál sería el escenario óptimo para este conflicto? Que saliera ganando el país, que se parara la producción, que se saneara la industria petrolera, se diera un golpe a la corrupción del poder sindical de tal manera que permitiera su desarrollo; por otra parte que el gobierno hiciera las paces con las bases del Sindicato Petrolero y que se modernizara en forma de democratizar la vida sindical. Este escenario revitalizaba la figura presidencial con un triunfo político y minimizaba el costo en futuras elecciones para el PRI. Este es el pragmatismo galopante.

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