Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Rosario Herrera

Un Congreso opositor

 Por fin terminó la campaña constitucional. Me decía un taxista irritado: “Estoy cansado de tanta descalificación, de tanto pleito que escucho a diario por la televisión, me subo al carro para trabajar y se repite la historia, en la radio no escuchó otra cosa más que puros desprestigios, discúlpeme señora yo tengo problemas en mi casa y luego con esto me ponen de malas. Son puras mentiras las que dicen los que sienten que van a perder. Pues ¡a poco creen que la gente está tonta! ¿Qué no se dan cuenta que tiran su dinero a la basura y lo malgastan?”.

Me concreté a decirle que son los riesgos de la democracia, en ella se gana o se pierde, estoy de acuerdo con usted –le dije–, las campañas tienen que reglamentarse, no podemos volver a repetir la historia, los partidos de oposición en Acapulco, lejos de generar una cultura de respeto y responsabilidad sólo se dedicaron a echarle montón a quien consideraron su adversario principal, Alberto López Rosas, y descuidaron el tipo de mensajes que intentaban hacer llegar a los que votamos.

Las campañas constitucionales generaron conflicto y tensión en los actores políticos principales, pero también se la endosaron a la ciudadanía que no tiene culpa alguna de la desesperación de varios candidatos que fueron perdiendo credibilidad por los discursos cargados de descrédito. Los partidos políticos están obligados a replantearse nuevas leyes que den solución a este tipo de problemas.

Estoy de acuerdo con Soledad Loaeza cuando afirma: “Si la inevitabilidad del conflicto es el fundamento de la oposición, la necesidad del consenso es su justificación. Sin embargo, mientras que el conflicto es inherente a la naturaleza de la sociedad, el consenso rara vez es un producto espontáneo de la dinámica social. Entre conflicto y consenso existe una relación de tensión, pero en realidad se trata de conceptos inseparables que no son una dicotomía, sino un binomio, porque a la existencia de uno, se impone, por necesidad, la integración del otro. La oposición partidista es la fórmula en la que se resuelve la tensión entre ambas nociones, porque expresa el conflicto, pero su función es articularlo y procesarlo conforme al consenso en el que se apoyan las reglas y las instituciones del régimen político establecido”.

En Guerrero no contamos con un código electoral que evite las tensiones que se derivan de las campañas, necesitamos con urgencia un Congreso opositor que busque grandes consensos sociales para evitar que se siga consolidando la politiquería y haga eficaz una nueva ley que resuelva: la descalificación, la inducción y compra del voto, la falta de transparencia del uso de los recursos públicos en los procesos electorales, entre otros temas que, por cierto, no fueron tomados en cuenta en la frustrada reforma política.

La ciudadanía tiene la última palabra y el próximo 6 de octubre tiene el deber de acudir a las urnas para definir el destino de todos. Un Congreso opositor tendría ventaja de impulsar una real división de poderes, exigirle al gobernador la rendición de cuentas, y luchar por una justicia social de hecho, no de palabras, con diputados locales honestos lograríamos además, que no se conviertan en una mayoría de hombres y mujeres, que bailen al son que les toque el Ejecutivo para que le aprueben la cuenta pública, por ejemplo. También se lograría acabar con los cacicazgos, de igual forma se obtendría la impartición de justicia en apego estricto a la ley para terminar con la impunidad de la que gozan los allegados al gobierno actual.

Tenemos derecho a una vida distinta con mayor desarrollo social y económico y nuestra única herramienta de cambio es nuestro voto.

El comentario del taxista fue muy importante. No tan sólo las campañas tienen que reglamentarse, sino todo el entorno social que los guerrerenses vivimos. Sartori es muy claro en su planteamiento: “Si el sistema de partidos es la representación institucional de los antagonismos sociales, el régimen electoral establece las reglas mediante las cuales esos antagonismos se resuelven, se superan o se acomodan con el propósito común de permitir el funcionamiento de las instituciones y la continuidad administrativa”. Esta explicación acaba con el argumento de que el Partido de la Revolución Democrática es un partido electorero y que pretendía la reforma electoral únicamente para esos fines. La elección constitucional es la base desde donde se edifican todos los cambios del entorno social o bien su desarrollo. La moneda está en el aire y los ciudadanos decidirán el próximo domingo si quieren Aguila o Sol.

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