Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Florencio Salazar

Guerrero, ¿estado de tercer lugar?

 A Max Tejeda, por el esfuerzo.

 Las elecciones que se efectuarán el próximo domingo anuncian un serio conflicto postelectoral, cuyos protagonistas serán los mismos de procesos anteriores: PRI y PRD. El primero será acusado de manipular el voto; y el segundo, de no aceptar derrotas.

El hecho es que los comicios para elegir diputados locales y ayuntamientos se efectuarán en medio de un ambiente problemático,  como lo anticipan los siguientes hechos: 1) la inexistencia de un pacto de civilidad política entre el gobierno y los partidos; 2) el PRD ha presentado denuncia ante la PGR, en contra del gobernador del Estado, por mal uso de recursos públicos; 3) en Acapulco, hay una campaña sucia contra el candidato del PRD a la alcaldía, que incluso ha ocasionado deserciones del PT, al que señalan de esquirol del PRI; y 4) los mapaches y los cazamapaches  han empezado a confrontarse.

Consecuentemente, las movilizaciones de protesta y la toma de palacios municipales será el mayor riesgo que correrá el gobernador del Estado, pues andar en el filo de la navaja siempre será una oportunidad para la confrontación violenta.

¿Qué puede hacerse para disminuir un clima de tensión electoral y postelectoral? Reconociendo, de entrada, que las elecciones son la lucha civilizada por el poder, es de suponerse que los partidos deben actuar apegados a las reglas del juego; pero para que esto ocurra, tendría que partirse de varios supuestos: 1) la existencia de una sociedad políticamente desarrollada; 2) partidos políticos responsables; 3) órganos electorales imparciales; y, 4) el ejercicio del poder verdaderamente comprometido con la democracia. Evidentemente, esto no ocurre en Guerrero.

Lo que sigue, entonces, así sea al cuarto para los doce, es que haya una concurrencia de observadores nacionales y extranjeros, que incluya la representación de organismos como la OEA, la Fundación Carter,  académicos reconocidos –sin pertenencia a capillas políticas– y, sobre todo, concurrencia masiva de los ciudadanos a las urnas y que los representantes de los partidos dispongan de las actas de escrutinio y que no las vendan al PRI. El tiempo es escaso, pero todavía hay oportunidad de tomar medidas estratégicas.

Como lo señalan reportes serios, Guerrero es el Estado del tercer lugar: tercer lugar en pobreza, tercer lugar en corrupción y tercer lugar –de abajo hacia arriba– en administración de justicia. Es el jardín ideal para que florezcan los cacicazgos. Sólo aquí, en un exceso de despotismo iletrado –pleonasmo implícito–  puede el PRI presentar candidatos condenados por la opinión pública por reales o supuestos actos delictivos. Y en política, no se olvide, cuentan mucho las percepciones. La percepción  es que al PRI ya no le importa la forma ni los modos porque está en su fiesta del chivo.

El PRI ya dio de sí. Fue incapaz de instrumentar una reforma política, que modernizara a las instituciones y pusiera en práctica procesos transparentes para elegir y gobernar. Como quiere conservar todo y heredar el poder a la dinastía del cacique mayor, Rubén Figueroa, perderá todo; está demostrado históricamente. Hoy pueden alcaldes y funcionarios apoyar con recursos públicos a sus candidatos, sólo que ahora, y en el futuro, las denuncias fundadas sí prosperan.

Ojalá los electores reflexionen sobre la importancia de otorgar el poder a la oposición. Un Congreso local fuera del control priísta será el mejor instrumento para que Guerrero empiece a tener expectativas de desarrollo. El PAN es una alternativa responsable; sus candidatos hacen campañas austeras, usan recursos propios, y sus propuestas son para que Guerrero deje de ser el estado del tercer lugar, y pase a ser el primero: en educación, salud, empleo y seguridad social y pública. 

Un voto, repetido miles de veces, puede hacer la diferencia. Que a todos nos sorprenda el próximo domingo con  el ánimo ciudadano de decir: ¡basta!

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