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Destaca el trabajo de mujeres cineastas en la función de cortometrajes mexicanos

 Juan Carlos Moctezuma R. * Ante un público que medio llenó el teatro Juan Ruiz de Alarcón, el sábado se presentaron once cortometrajes mexicanos como parte del Sexto tour de cine francés que se lleva a cabo en el puerto desde el viernes y en el que los trabajos de las cinerealizadoras, superó al de sus compañeros directores.De los cortos presentados, ocho de ellos resultaron ganadores del Primer Concurso Nacional de proyectos de cortometraje del año 2001, convocado por el Instituto Mexicano de Cinematografía y uno más fue premiado en el Primer concurso nacional de guiones de cortometraje del mismo año.La comedia humana, sustentada en el humor y el drama, muchas veces contrapunteados, fueron el eje principal de la mayor parte de estos trabajos de los cuales sólo uno (Gertrudis blues) se salió de los márgenes del cine de ficción para situarse en el del documental.

 La milpa

 Sin duda, el cortometraje más completo y cuidado resultó La milpa, dirigido por Patricia Riggen.En él confluyen temas muy acendrados en la cultura popular mexicana y poco explorados en los últimos años.La cultura del maíz, el fervor religioso y el impacto de la revolución mexicana, son los ejes en los que se mueve este drama bien apuntalado en actuaciones de primerísimo nivel, en especial de Socorro Avelar, sin duda una de las más grandes actrices que aún tenemos en nuestro país y que, desgraciadamente, no ha sido aprovechada en forma más constante.La trama se centra en un secreto pasaje de la vida de Angela –una mujer de 93 años–, quien en una tarde decide confesarlo a la joven de la que fue nana, una muchacha urbana que está pasando por una crisis amorosa.En pleno fervor revolucionario y durante una larga sequía en el pueblo, los amoríos de la joven campesina Angela con su primo Jacinto resultan en un embarazo no deseado. Tras la partida de su amante con la bola y a pesar de la insistencia de sus familiares de que lo aborte, ella decide tenerlo y, además, se encomendará, junto con todos los campesinos del lugar, a la benevolencia del santo niño del pueblo para que se logre la cosecha de maíz.

Un guión bien escrito con ciertas reminiscencias de realismo mágico, en el que el pasado y el presente se enhebran a través de las vivencias de los dos personajes femeninos, dan como resultado una cinta redonda que, de golpe y porrazo sitúa a Patricia Riggen como la punta de lanza de una nueva generación de cinestas mexicanas y a quien urge brindarle el apoyo para su primer largometraje.

 La vena policiaca y del cine negro

 Una vertiente a la que se recurrió en estos trabajos resultó aquella que aborda temas del cine negro y policiaco.Una bala, de Edgar San Juan e Ibon Antuñano ofrece una salida –muy en la vena de Taxi driver– a la neurosis urbana. Un enfermo descubre que convertirse en un vengador anónimo resulta benéfico para su maltrecha salud.Filmada en Madrid, la cinta resulta también una sombría visión de la vida urbana, llena de riesgos y violencia y que a pesar de la intención del personaje central de limpiarla, sorpresivamente resulta barrido por otro paciente muy parecido a él.Por su parte A la otra, pareciera ser la hermana sietemesina de Amores perros debido a su descarnado retrato de la violenta cotidianeidad de la ciudad de México.

En cinco minutos, Sandra Solares, presenta a personajes solitarios que aparentan deambular sin rumbo fijo pero a quienes mueve la delincuencia.Ambientada en una despoblada zona norte defeña, el corto muestra el buen talento de la realizadora ya que la historia no termina donde los cánones del guionismo promulgan, sino que en un giro final inesperado, la víctima resulta no serlo mostrando al final que, al menos en México, el crimen sí paga.Finalmente Día de suerte, de Guillermo Ríos, resulta una trabajo muy completo acerca del tema de los amantes malditos.

En ella una pareja convierte una desgracia (el robo de su auto) en un golpe de suerte cuando al localizarlo encuentran dentro de él un maletín repleto de billetes.La codicia de la mujer hará que su pareja le advierta de los riesgos que corren, sin embargo la tentación es tal que finalmente el dinero quedará al resguardo… de uno de ellos.Pocos diálogos y los creíbles personajes creados por las intensas actuaciones de Itari Martha y Santiago Michell, hicieron de este corto uno de los mejores presentados en la función.

 El cine como documento antropológico

 Patricia Carrillo Carrera escogió el camino del documental con Gertrudis blues, un honesto trabajo acerca de Gertrudis Vazquez, una mujer afromestiza que junto con otros de su raza se asentaron en un pequeño pueblo de Coahuila.En los diez minutos de duración asistimos al retrato antropológico de una comunidad que echó raíces en una apartada zona del norte de México y que con su rica cultura, la enriquecieron con un matiz diferente a esa zona.Muy endeudado con los documentales de Juan Carlos Rulfo, El abuelo Cheno y otras historias y Del olvido al no me acuerdo, este cortometraje prosigue una tradición añeja del documental como un estudio antropológico que rescata los testimonios de personas y comunidades que sobreviven a pesar del olvido (cultural, económico) en que se encuentran.

 Del corto como cuento  

Quizá la fórmula más socorrida en los cortos de los nóveles cineastas, fue la que empata el cortometraje con el género literario del cuento: historias con personajes sólo delineados que reponden a una situación en particular pero cuya sorpresiva resolución mueve al azoro o a la risa franca.A esta premisa responden cortos como De Mesmer, con amor o té para dos (Salvador Aguirre y Alejandro Lubezki) en el que un aprendiz de hipnotizador se lleva un chasco cuando descubre que una vecina a accedido a sus deseos carnales sólo por placer y no por sus poderes síquicos.

En Juego de niños, de Carlos Cuarón, una puberta aprende la lección de su padre (“!Te quedas encerrada hasta que comprendas que el amor no es un juego de niños!”), tras constatar en una adulta pareja vecina que amor y odio son a veces, sinónimos de caricias y golpes, abriéndole los ojos de tajo y terminando con su romántico concepto que a su edad tiene del enamoramiento.

La cinta Veneno, es un valioso ejemplo de economía y contundencia narrativa de lo que en menos de un minuto se puede lograr con buenas actuaciones. En este trabajo de Monserrat Larqué se adivina la relación de codependencia de una nieta hacia su abuelo y la decisión de acabar con ella a toda costa. Un corto que dice mucho más de lo que vemos en pantalla.

Un poco cargados hacia el género fantástico se encuentran ¿Qué me va a hacer?, La suerte de la fea… a la bonita no le importa y El columpio del diablo.

En el primero de ellos, dirigida por Alejandra Cordero, se presenta un universo borgesiano, el del sueño, en el que una mujer madura (Angélica María) enfrenta sus pecados capitales de gula y lujuria, representados por un onírico personaje y cuyo final es igual de sorprendente que muchos de los ejercicios de literatura fantástica del invidente creador argentino.El segundo corto, de Fernando Eimbcke, es un divertimento con jocosos diálogos acerca de las preocupaciones estético corpóreas de las mujeres en la que se actualiza la historia del hada madrina, quien termina sufriendo el poder de su varita mágica tras embaucar a una obstinada joven que quiere verse buenísima.Finalmente El columpio del diablo es un intento de repasar desde un punto de vista femenino el pasado, presente y futuro en un juego de espejos metafísico que se queda a la mitad del camino.

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