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Sigue en mal estado la escuela de donde han salido dos niñas indígenas premiadas

 Raquel Santiago Maganda * Sheila Reyes Candia fue uno de los siete niños guerrerenses que ganaron el quinto Concurso nacional de narrativa de niñas y niños indígenas 2002.Triunfadora con su poema La Flor, la niña de doce años se dice orgullosa de la distinción, sobre todo porque este premio es la segunda vez que se otorga a una estudiante de la primaria Emperador Cuauhtémoc –el año pasado la estudiante Gesusana Ruiz González fue una de las ganadoras del mismo concurso.

Sin embargo a pesar de los méritos que las estudiantes han logrado en el ámbito nacional, las condiciones de infraestructura de la escuela Emperador Cuauhtémoc no han mejorado.La experiencia en el 2001 del triunfo de Gesusana Ruiz motivó a varios niños a participar, y tan sólo de esa escuela se enviaron 14 trabajos de los alumnos.El resultado fue que Sheila Reyes obtuvo el reconocimiento nacional, que ahora disfruta en su nueva escuela secundaria, el plantel federal Ricardo Flores Magón.Ella es hija de mixtecos migrantes originarios de Tlaxco que llegaron al puerto desde hace más de doce años. Su padre Maximino Reyes se dedica a vender paletas y su madre, Julia Candia Vivar ofrece artesanías en la playa; los trabajos tampoco varían entre sus otros cinco hermanos y de ella misma que se dedica los fines de semana a vender pulseras y collares a los turistas. A pesar de las condiciones, su familia se siente orgullosa de los resultados y la estimulan para que continúe estudiando.La niña de doce años recuerda que su ex maestro, Abraham Molina Muñoz, le dio la noticia de su triunfo. Su maestro es también el coordinador del curso-taller Ñu´u yata Savi que traducido del mixteco significa gente antigua del pueblo de la lluvia.Para la niña indígena que nació en el puerto, no existe un trato diferencial en su nueva escuela entre los demás niños.

 Su viaje a México, todo un acontecimiento

 Con cierta timidez explicó que con su poema La Flor, “quiero decir que guardemos algo bueno que tengamos y nunca lo perdamos para que seamos felices”.Ante la sorpresa de varios de sus compañeros, Sheila Reyes platicó su experiencia cuando visitó por segunda ocasión durante tres días la ciudad de México.Su primera impresión fue el vuelo en avión a la ciudad de México para reunirse con otros 99 niños ganadores. Para la estudiante, acostumbrada a una vida modesta y de carencias, le resultó aún más extraño que al llegar al gran hotel “un hombre nos cargara las maletas y nos llevara a un cuarto en un hotel y nos diera las llaves”, al recordar el detalle también la sorpresa se reflejó en su cara.Pero la aventura apenas empezaba. Al día siguiente al grupo de ganadores los llevaron a conocer el parque Chapultepec, a ver obras musicales, al museo del Papalote y otros lugares para que conocieran la ciudad.En ese viaje, la niña conoció a la primera dama, Martha Sahagún. A sus doce años, desconocía la existencia de ese nombramiento en el país, y a la esposa del presidente la “ví de lejos, nada más”, recuerda.En su reducido mundo entre la escuela y su trabajo no entra tampoco la imagen del presidente de la República, a quien ni siquiera reconoció y de quien no sabe su nombre.Hoy es el centro de atención de sus maestros y compañeros por sus méritos; su objetivo es continuar la preparatoria y llegar a ser maestra “para enseñar muchas cosas” o bien escritora para seguir con sus poemas. La materia que no le agrada es Matemáticas y la que disfruta es Español.Dentro del paquete de los premios menciona con imprecisión que recibió una beca para continuar sus estudios en el nivel de secundaria, y de la cual es responsable su mamá.

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