Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Cómo han pasado los años (XVIII) Tiburones en Acapulco

Mar y tierra

Hablemos hoy de tiburones de mar y no de tierra, tan peligrosos, traicioneros y voraces los unos como otros. La idea de esta entrega surgió de la lectura de las páginas de internet que pregonan con singular alegría y mucha desfachatez los ataques de escualos precisamente en Acapulco, durante el siglo pasado. Ni tantito más allá ni un poquito más acá, es precisamente en el puerto, su bahía, sus playas.
Y no es que se niegue que los haya habido y los haya hoy mismo, tan solo por una razón, la esgrimida cual candoroso reproche por doña María de Butrón, esposa del médico cubano español Antonio Butrón Díaz, alcalde de Acapulco (1890-1901-1902) y fundador de la Botica Acapulco: “¿Por qué los matan si están en su casa?”
El reporte aludido se titula Global Shark Attack File y adolece de absoluta falta de precisión. Los sitios de los ataques los ubica exactamente en Acapulco, así hayan ocurrido en cualquier otro sitio del litoral del Pacífico. Quien los lea y visite el puerto en vacaciones es seguro que evitará el mar. Muy ajena a esta Contraportada la pretensión de censurar a los autores por decir lo que dicen. Sí, en cambio, extrañada por la falta de una réplica con la precisión de los hechos, no obstante lo añoso de la página. Hágala quien tenga o quiera hacerla y por más que se le considere una extravagancia.
Dejemos para más adelante el reporte aludido. Ahora hablemos de tiburones y tiburoneros de Acapulco. De los primeros de ellos fue don Ramón Córdova Campos, quien obtuvo en 1920 una concesión federal para la captura de escualos con base de operaciones en Caleta y Caletilla. No tendrán que ir muy lejos el señor Campos y sus tiburoneros para lograr cosechas generosas. Tendían el cimbrado alrededor del islote para luego echarse a dormir en petates sobre la arena. Atadas las cuerdas a las piernas, sus aquellos sentirán el jalón de una primera presa y enseguida de otras y otras. Caían toda clase de especies marinas, pero del particular interés de la empresa: toros, gatas, cornudas, tintoreras y muchos cazones.

Bacalao noruego

Venía luego el proceso industrial de filetear y salar las lonjas para enviarlas en contendedores con hielo a la ciudad de México, directos al mercado de La Viga. Allí, los chilangos daban un tratamiento especial a las carnes para ofrecerlas impunemente como bacalao. (¡”Bara, bara, legítimo de Noruega, aproveche marchantita!”). Los hígados del tiburón tenían como destino la ciudad de Puebla, donde se elaboraba la famosa y aborrecida por la niñez Emulsión de Scott (¡guácatelas!). “A base de hígado de bacalao, fuente de vitamina D, necesaria para el desarrollo de huesos, dentadura y músculos y contra el raquitismo”. Así rezaba la etiqueta ilustrada con un pescador noruego cargando en la espalda un bacalao tan grande como él mismo
Con la apertura de la carretera México-Acapulco, en 1927, el turismo del DF se adueña de Caleta haciendo imposible cualquier otra actividad que no fuera la turística. El abuelo de Ramón Monche Córdova, pintor y amigo muy querido, no se retira derrotado. Hace los arreglos necesarios para que su pozo de agua alimente las regaderas que él mismo alquila a los bañistas. Como aquellas corrientes no paran, el hombre llegado de Tixtla decide dedicarse formalmente a la hotelería. Levanta primero una carpa tipo circo (hotel Paraíso) frente a Caleta y la llena de catres nunca suficientes para cubrir la demanda insospechada.
Como tampoco se trataba de hacer menos a los ricos metropolitanos, asiduos a balnearios europeos y ahora deslumbrados por Acapulco, don Pancho construye unos bungalows de madera llamados “Pensión Córdova”. Allí solían llegar las familias de la crème de la crème capitalina y entre ellos los Iturbe y los Corcuera quienes en visitas posteriores llegarán a sus propias mansiones. Vendrán más tarde para don Ramón los hoteles Del Pacífico y Lindavista (contado por doña Rosaura Pintos Reynoso al cronista Enrique Díaz Clavel).

Pancho Moreno

Fue Francisco Pancho Moreno el precursor de muchas actividades relacionadas con la pesca en Acapulco. Fue el primero con don Tomás Diego Paco, por ejemplo, en salir por las noches a pescar en canoa a mitad de la bahía, alumbrados con mecheros o lámpara de gasolina. También fue precursor de la pesca deportiva del pez vela y el marlin cuyos torneos tendrán más tarde resonancia internacional. No obstante méritos tan relevantes, Pancho Moreno será una figura icónica de Acapulco cuando luche cuerpo a cuerpo contra una tintorera y la mate y por si fuera poco capture a un tiburón ballena en Pie de la Cuesta.
El tiburón tigre o ballena es el escualo más grande del mundo, su longitud es de 20 metros y su peso de 25 toneladas. La boca de un metro y medio permanece siempre abierta, luciendo sus mandíbulas con 300 hileras de dientes, hasta 5 mil de ellos muy pequeños. Uno similar había sido pescado en 1927 por un turista estadunidense abordo de la lancha Dos Hermanos. Las fotografías de ambos ejemplares resultan imprescindibles en los álbumes del Acapulco viejo.
La presencia del tiburón capturado por Pancho Moreno, varado en Pie de la Cuesta, movilizará a centenares de curiosos de ambas costas. Aquello será una auténtica feria en la que se escucharán los adjetivos costeños más estrambóticos para calificar a la bestia. Frente a los temores de los adultos ante el animal, los niños le sobarán la piel áspera de diez centímetros de espesor e incluso la montarán. La intuición infantil les decía que en aquella presencia tan monstruosa se escondía un inofensivo ser marino alimentado solo con plancton, peces y calamares pequeños.

La francesa y la tintorera

Fue en la playa de Caleta, aquel 31 de julio de 1958, cuando se produce el ataque letal de una tintorera contra de una bañista. La francesa Susanne Dreyfus sufre la pérdida de la pierna izquierda y el desgarramiento de la derecha. No obstante estar repletas ésta y la playa de Caletilla, ni bañistas ni pescadores atestiguarán el brutal ataque. Solo cuando alguien grita ¡tiburón, tiburón!, el caos se apodera de aquella concentración humana. Conmueven los gritos desesperados de madres angustiadas en busca de sus hijos y el tropel de la gente aterrorizada desalojando en segundos las aguas.
Los lancheros serán necesariamente los primeros en conocer el ataque y por ello los encargados de rescatar el cadáver para llevarlo a la playa. Los curiosos se agolpan sobre aquél cuerpo mutilado vistiendo un traje floreado de una sola pieza. Será doña Juan Quiroz, propietaria del restaurante Eréndira, quien lo cubra con mantenerles rojos a cuadros. Allí mismo y en aquel momento se empezarán a tejer las mil historias del suceso que se contarán por años, todas diferentes.
Susanne Dreyfus era una francesa radicada en el puerto a cargo de su propia boutique de ropa de playa y vestidos de noche -Modas Suzanne-, en Hidalgo número 3, esquina con Ignacio Ramírez. Mujer de hermosos ayeres, madura, entrada en carnes pero maciza y bien formada. El bronceado perfecto de Suzanne era la envidia de sus amigas. Lo había logrado con un ejercicio cotidiano que consistía en nadar de Caleta a La Roqueta y viceversa. Por la hora del percance se colegirá que regresaba.

“Fue una lancha rápida”

El gobernador Caballero Aburto pendejea al alcalde Mario Romero Lopetegui por no atender a los medios para evitar que el suceso tomara dimensiones internacionales. Se elabora entonces una versión oficial sosteniendo que la causante de la muerte de la señora Dreyfus había sido una lancha rápida. La rueda de prensa en el despacho del alcalde tecpaneco Romero Lopetegui, concluye con su rechazo absoluto a la presencia de tiburones en Acapulco. Se culpa y condena a fuerzas extrañas que pretenden empañar la imagen del puerto. No se hable más del asunto, se ordena.
El reportero Abel Espinosa cuestiona al alcalde llamándolo mentiroso. Rechaza la versión de la lancha y sostiene la de la tintorera asesina. ¡Miente usted, señor presidente municipal!, insiste. El jefe de la policía municipal, Alfonso Romero Bouzas, toma por los hombros la frágil humanidad del periodista para arrojarlo escaleras abajo. Abelito, como era conocido, se pone en pie y limpiándose el polvo grita a todo pulmón: “¡Sí fue una tintorera, mentirosos hijos de la chingada!”.
Los lancheros de Caleta y Caletilla se defienden de tan feo agravio pescando en Caleta toda clase de escualos, mismos que exhiben en plataformas rodantes a lo largo de la Costera. Sin un esclarecedor dictamen médico forense, que no lo hubo, Acapulco se dividirá en dos bandos: quienes sostengan la versión de la tintorera y quienes se sumen al dicho oficial de la lancha. Unos y otros, sin embargo, ordenarán a los suyos : ¡Caleta, no!
No obstante el rechazo oficial a la presencia de tiburones, habrá consultas sobre medidas de seguridad para evitar la entrada de escualos a la bahía. De muchas propuestas, solo dos: la instalación de una malla de acero cubriendo toda la Bocana y traer delfines a la bahía. Estos, se dijo, están considerados como los enemigos naturales de los escualos a los que torpedean hasta hacerles estallar hígado.
Luego, para variar, el olvido.

Las redes sociales

Pregunta:
¿Alguien sabe por qué en Acapulco no hay tiburones, porque se cuenta que hay una red de acero que lo impide, si es así ¿como pasan los barcos?
Respuesta 1:
Efectivamente, has descubierto una gran secreto de Acapulco. Esa malla existe, pero es de una aleación hecha en Japón y cada año la cambian. Mide dos kilómetros de largo, o sea, la entrada a la bahía, por 24 metros de profundidad y se encuentra amarrada con poderosos mecates australianos a unas pinches piedrotas.
¿Qué cómo pasan las embarcaciones? Fácil: hay un sistema permanente de vigilancia con cámaras que donó Jacques Costeau (el gran oceanógrafo francés) en una visita al puerto en 1974, y que cada vez que las reemplazan tienen mejor tecnología. Por ejemplo, las que instalaron en 2006 ya detectan si el tiburón que viene es chimuelo, lo que sería poco peligroso, entonces se le deja pasar, lo atrapan y lo hacen el ceviche que comemos en el Zócalo los domingos, tomando cerveza.
Entonces, decía, cuando ven que hay un tiburón merodeando no abren la reja esa, hasta que salen buzos a cazarlo con fusiles submarinos. Ya que se ha ido o lo pescaron, dejan pasar el barco. Y ya por las noches se cierra con candados y cadenas. Así que no tienen nada que temer y cuando vengas me avisas para andar juntos, ¿eh? (¿Choro?).
Respuesta 2:
Mira, eso de que hay una malla y otras cosas es solo un rumor de los mismos de allá, te lo digo porque yo soy de Acapulco y eso lo decían siempre, pero ahora se ha sabido que los tiburones viven en aguas solo frías y en lugares donde no hay embarcaciones. Así que no te creas lo de la malla porque Acapulco no es Miami donde siempre hay ataques de tiburón. Los hay, pero en áreas menos habitadas. Espero que te ayude mi respuesta.

Registro de ataques de tiburón en Acapulco

25/IX/53.- Arthur R Satz – ataque de tintorera en Caleta – ileso.
VIII/58 – buzo toca la cola del tiburón – pierna lacerada.
01/IX/59 – Ciudadana francesa – fatal, una pierna cercenada
19/IX/61 – víctimas de un huracán devoradas por escualos.
23/VIII/64 – Thad T. Moore – ataque de tintorera a colchón inflable – muslo mordido.
10/I/70 – Jack Kendall – nadador – pierna mordida.
25/XII/72 – Gerald Soukop – surf – fatal, cuerpo destrozado.
27/II/73 – Dr. Leo Ephraim – bañista – fatal, mordidas múltiples.
4/IV/73 – P.R. Nicholls – bañista – fatal, mordidas múltiples.
XII/73 – Turista estadunidense – bañista – fatal.
I/77 – Turista mexicano – playa Hornos – fatal, pierna derecha cercenada. (Fuente: Royal Global Shark Attack Files).

468 ad