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Jesús Vargas Vargas

En defensa de la política

 En estos tiempos de pactos de civilidad política he escuchado y leído de algunos actores políticos, analistas, funcionarios públicos y hasta candidatos, afirmaciones como: “el único que hace política en el gobierno es el gobernador, los demás somos empleados”, “la política es sólo para very important people (sólo para gente importante), “entre más conozco a los políticos más quiero a mis vacas”, “las cosas se arreglan con dinero o con garrote” y “yo no soy un político más”, todas las cuales entrañan una postura peyorativa y hasta despectiva hacia la política.

Estas posturas son resultado de las prácticas nefastas por medio de las cuales históricamente muchos gobernantes han arribado (al) y ejercido el poder, quienes incluso ven en la política, bien entendida, un obstáculo para sus intereses y les ha convenido que la gente la desprecie para no involucrarse en ella y puedan tomar decisiones sin recurrir a la política, como si el poder les hubiera llegado divinamente.

Efectivamente, la política entendida como ambición de poder disfrazada de intenciones de servicio a la sociedad ha provocado que la gente la rechace, le dé la espalda, no intente involucrarse en ella y prefiera estar en paz, acabando por ser cómplice de aquellos para quienes la política, bien entendida, es un espinoso obstáculo para sus intenciones de poder.

La política mal entendida, dice Bernadr Crik en su obra En defensa de la política, es una conspiración de la que se sirven los partidos políticos para preservar unos sistemas sociales particulares y peculiares e impedir el avance hacia el inevitable futuro.

A pesar de este tipo de posturas, quiéranlo o no, la política, bien entendida, es la actividad que permite pacífica y civilizadamente conciliar los intereses divergentes de los distintos grupos sociales bajo un determinado sistema de gobierno.

La política surge, precisamente, por las diferencias entre grupos de una misma sociedad, en los estados organizados que reconocen ser una sociedad heterogénea, no una tribu, secta, religión o tradición únicas.

Debemos insistir en que el desarrollo de los pueblos, la pobreza, los cacicazgos, la corrupción y las injusticias, sólo podrán superarse con el desarrollo de la política bien entendida, esto es, mediante la conciliación pacífica de los intereses, con tolerancia, respeto a la pluralidad, con diálogo, con inclusión, con gobernantes que consulten a la ciudadanía, a los grupos, a los poderes, en la toma de decisiones, con libertad de expresión de las ideas, con reglas claras y respetadas de competencia electoral, con honestidad y creatividad para ofertar propuestas de gobierno y solución de problemas que afectan a la colectividad, con una comunicación directa entre gobernantes y gobernados, con partidos y poderes fuertes, pero sobre todo, con la participación de la sociedad en la vida interna de los partidos y en la vigilancia del trabajo que realizan los poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

Los gobernantes tiranos, dictadores o totalitarios tratan de reducir la política a su mínima expresión para actuar libremente por su cuenta y evitar tomar en cuenta a la sociedad y la comunicación con los gobernados en su toma de decisiones, lo que a la postre lleva a las tensiones sociales y problemas de ingobernabilidad.

La política no es una doctrina, no hay una política socialista o una política nacionalista o populista o democrática; no es el interés colectivo o la voluntad general porque en nombre de ella se han cometido los crímenes más horrendos de la humanidad, la política es política, es solo eso: conciliación pacífica de intereses, sea en una negociación, en una gestión o en una contienda electoral.

La política bien entendida debe ser reivindicada por todos los que queremos acabar con el divorcio entre gobernantes y gobernados, acabar con la apatía social hacia la toma nefasta de decisiones de los gobernantes, con la apatía hacia partidos y ambiciones de poder que, abanderando supuestamente la política, sólo protegen estatus de poder y desequilibrios económicos y sociales.

En la relación entre gobernantes y gobernados todos, gobernantes y gobernados, tenemos que hacer política, en las contiendas electorales todos debemos hacer política, a los políticos que realizan política bien entendida debemos reconocerlos y hacerlos líderes, para que sea la política la que nos concilie y no el garrote ni la compra-venta de la dignidad humana, y en fin, para que no sólo sean unos cuantos los que elijan a los gobernantes y la política no sea sólo para gente importante.

PD. Saludos en Boston, MA. A.R.P.

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