Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

El nuevo orden de la globalización

 El inicio del siglo XXI está marcado por la era de la globalización y del nuevo orden mundial que de ella se deriva. Este orden en el nivel del consumo significa que aquellos que tengan ingresos económicos, al menos caminen con tenis Nike, usen ropa Guess, se alimenten con hamburguesas Mc Donald’s, compren en los Wall Mart o alguna otra tienda departamental corporativa, se incorporen al mundo cibernético a través de Windows y Microsoft, se diviertan con películas norteamericanas mientras beben Coca Cola, se bañen con jabón o shampoo de la Protec & Gamble o Colgate, se trasladen en carro compacto de las grandes cadenas automotrices norteamericanas, europeas o japonesas, tengan electrodomésticos de la General Electric, Samsung o Sony, vacacionen en algunos de los hoteles de las cadenas trasnacionales, usen dinero plástico Visa o Mastercard, etc., etc., etc.

Así pues, el nuevo orden que dicta la globalización implica uniformidad y homogeneidad en gustos y en consumos. Vender y consumir mundialmente sin pausa, reposo ni retorno. Depender de lo que las empresas transnacionales nos proveen e imponen; trastocando hábitos, costumbres, actitudes populares y culturales. Se pierde identidad local o nacional, para ser un componente más del consumo masivo trasnacional. Donde la diferencia entre las mercancías y servicios ya no radica tanto en la esencia de las mismas, sino en la marca, en el logotipo y en las externalidades del producto, más ficticias que reales.

La gran falacia consiste en que el nuevo orden económico mundial no lo dicta el mercado sino los que controlan el mercado. Los pocos que le venden a los muchos sus productos o los pocos que le compran su esfuerzo productivo a los más. En otras palabras, los que dominan y controlan la oferta y la demanda de los bienes y servicios.

El nuevo orden económico en naciones como la nuestra, permanentemente endeudadas, lo dictan el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Condicionan el otorgamiento de financiamientos al cumplimiento de comportamientos y al establecimiento de políticas públicas de crecimiento económico acordes a los requerimientos de las grandes corporaciones trasnacionales, que se sintetizan en dos palabras: capitalismo salvaje. Neoliberalismo puro.

De ahí que la privatización de nuestro petróleo y energía eléctrica, tan anhelados por capitales extranjeros, más que un imperativo para una sana economía nacional, es una exigencia extranacional que se nos quieren imponer en el marco de la globalización.

El nuevo orden de la globalización no busca ni pretende cooperación y complementariedad económica entre las naciones. Persigue apropiación y suplantación de mercados y plantas productivas locales. No respeta soberanías nacionales; demanda y exige subordinación reduciendo a los gobiernos nacionales al papel de administrar, proteger y supervisar un modelo de crecimiento económico neoliberal.

Por supuesto que de los patrones de consumo impuestos por el nuevo orden de la globalización quedan excluidos más de 54 millones de mexicanos por la sencilla razón de que no tienen dinero y en consecuencia están imposibilitados para consumir. Estos habitantes que están en la pobreza y en la miseria tan solo se les uniformará en sus deseos y gustos, a través de una publicidad machacona y reiterativa que ante la imposibilidad de verlos satisfechos y realizados, les generará una frustración existencial, al no poder adoptar hábitos de consumo compulsivos y que están fuera de sus posibilidades económicas.

La aspiración estéril de arribar a un estatus superior de consumo y por lo tanto social deriva, cuando es individual a la delincuencia y cuando es masiva, a la subversión social. Si además, la globalización conlleva la concentración individual y en pocas manos de la riqueza generada socialmente, entonces estaremos transitando más temprano que tarde de la violencia individual a la social. La historia recurrentemente así nos lo enseña, pero tal parece que no aprendemos o no guardamos memoria.

La válvula de escape que le ha quitado presión a esta transición, es el fenómeno de las migraciones masivas de los condenados y desheredados de la tierra. Ya sea de África a Europa o de América Latina a Norteamérica.

Lo aquí expuesto no son aseveraciones fundamentalistas o determinísticas a partir de una doctrina o ideología política, sino que son tendencias mundiales que se observan a partir de las evidencias empíricas. El escritor Johnn Berger dice: “El acto de resistencia no significa sólo negarse aceptar el absurdo de la imagen del mundo que se nos ofrece, sino denunciarlo. Y cuando el infierno es denunciado desde adentro, deja de ser infierno”.

PD1.–Ahora, lo menos que pueden hacer las autoridades educativas federales, es devolverle su plaza de maestro a Othón Salazar.

PD2.–En Guerrero, a todos, nos falta mucho camino que recorrer para acercar la práctica a la ética política.

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