Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Moisés Alcaraz Jiménez

Vendedores de votos

 En los regímenes democráticos los mejores vendedores de votos no son los candidatos que participan en una contienda electoral, sino los propios gobernantes, que si tienen un buen desempeño y una buena aceptación de los ciudadanos allanan el camino al correligionario que aspira a sustituirlos. En caso contrario, es decir, gobiernos corruptos e incapaces, dejan un duro paquete al integrante de su partido que busca llegar al mismo cargo.

Anteriormente no era así, puesto que el sistema político mexicano era antidemocrático y autoritario, vivíamos en un régimen de partido casi único, no existía alternancia en el poder, las elecciones las decidía un solo hombre y el voto ciudadano carecía de valor. Antiguamente los gobernantes actuaban impunemente, mientras los ciudadanos se encontraban en una especie de indefensión electoral, sin poderse cobrar en las urnas las actitudes despóticas y corruptas de esos gobiernos.

Ahora es diferente, tenemos elecciones competidas dentro de un marco de mayor equidad, existen diversas opciones partidistas, hay más vigilancia y limpieza electoral, se fortalece la imparcialidad, la objetividad, la independencia y la certeza como principios rectores de los órganos encargados de conducir y calificar las contiendas y el sufragio ahora de verdad cuenta.

Por otra parte, existe la falsa idea divulgada por los pragmáticos, es decir, por aquellos que al carecer de principios se venden al mejor postor, de que ahora se vota por las personas y no por los partidos. Al menos en la cultura política mexicana es evidente que eso es una falacia. Tampoco se puede afirmar que se sufrague sólo por los colores o emblemas de los partidos. En nuestro país, a pesar de la llamada transición y el cambio político, sigue habiendo en los votantes la influencia tanto del candidato como del partido. La mezcla de ambos factores orienta al ciudadano al momento de emitir su sufragio. También los programas y proyectos cuentan para convencer al electorado.

Existen lugares donde inclusive el partido tiene mayor influencia en los votantes que el propio candidato, aunque muchas veces esa influencia sea negativa. Por eso en ciudades del norte de la república, el occidente y el Bajío, principalmente, los expertos en materia electoral recomendaban al PRI hace años, y aún lo siguen haciendo, usar lo menos posible su logotipo en las campañas, o utilizarlo en un tamaño sumamente pequeño (o en alianza con otros partidos) de tal manera que disminuyera el impacto negativo en una mayoritaria población que asociaba a ese partido y su emblema con los peores momentos de los nefastos gobiernos de Salinas y Zedillo que, por cierto, fueron ellos y no el PAN ni Fox quienes con su política neoliberal (que ahora respalda nuevamente Roberto Madrazo) sacaron al PRI de Los Pinos.

Dentro de este mismo contexto, partidos como el PRD o el PAN, que aún no han pasado por la difícil prueba desgastante de ejercer durante años el poder, aún pueden vender con la misma posibilidad de éxito tanto su emblema como a sus candidatos o figuras en el gobierno. Por ello el partido del sol azteca, por ejemplo, para apuntalar sus campañas electorales se anima a traer a Guerrero a políticos de sus filas que gozan de cierto reconocimiento ciudadano, como Cuautémoc Cárdenas, Ricardo Monreal o Andrés Manuel López Obrador, entre otros.

Esta estrategia no la podría utilizar el PRI con los mismos resultados porque la imagen de sus principales figuras se encuentra muy deteriorada. Por ejemplo, se duda que la presencia de Roberto Madrazo en Guerrero aliente a la ciudadanía a votar por el tricolor.  Más bien puede ser lo contrario debido a que el dirigente priísta no representa la honestidad, mucho menos la pulcritud electoral. Tampoco el PRI podría traer para fortalecer sus campañas a personalidades como Elba Esther Gordillo, porque el impacto en el electorado sería fatal dado los negros antecedentes de “la maestra”. Son priístas que para desgracia de ese partido, emiten a la sociedad un mensaje de un instituto político decadente que se niega a revitalizarse.  Priístas de reconocida calidad, porque sí los hubo (por cierto los que menciono líneas arriba son algunos de ellos), se han ido del partido y es momento de renovar sus cuadros dirigentes.

Bajo esta perspectiva, en Acapulco el PRI está en graves aprietos en su afán por recuperar esta importante plaza. El PRD tiene al mejor vendedor de votos: Zeferino Torreblanca Galindo que, en pocas palabras, ejerció un buen gobierno y cuenta con el respaldo de una considerable parte de la población; en tanto que el PRI, en sus tres últimos alcaldes tiene a sus peores vendedores de sufragios.

Se entiende que al usar el término “vender votos”, nos referimos a la credibilidad y confianza ciudadana que adquieren quienes ejercen el poder a través de acciones de gobierno transformadas en satisfactores sociales, así como por la eficiencia administrativa que se haya tenido y la transparencia que haya habido en el manejo de los recursos públicos.

Remontar la obra zeferinista que tuvo esas características durante los tres años de gobierno, se aprecia verdaderamente difícil para el PRI.  En Acapulco existe una simbiosis indisoluble entre el PRD y Zeferino, esa es la percepción ciudadana que asocia a ese partido con la figura de Torreblanca Galindo cuya popularidad será el factor que lleve votos no sólo para Alberto López Rosas, que por sí mismo los atraerá, sino también a los candidatos a diputados locales de los distritos de este municipio.

El PRI está desarrollando un trabajo sumamente fuerte y pocas veces visto en Acapulco. Seguramente ha avanzado, desafortunadamente para el tricolor pesan demasiado en su contra los tres últimos alcaldes priístas, además de que los intentos más serios para recuperar este ayuntamiento empezaron demasiado tarde, tal vez hace un par de meses, en tanto que el gobierno perredista del municipio mantuvo un intenso ritmo de trabajo a lo largo de tres años, que ahora es la mejor carta de presentación del sol azteca ante los electores acapulqueños.

Además, la estrategia seguida por el PRI no le está dando los resultados esperados porque en una población más urbanizada e interesada en los asuntos públicos, como la de este municipio, importan mucho más las obras de beneficio social que programas emergentes u objetos diversos entregados de último momento para promocionar el voto.

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