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La artesanía en concha, manifestación cultural que enriquece la industria turística porteña

 Xavier Rosado * El trabajo que artesanos porteños elaboran con conchas, caracoles y otros productos marinos es una manifestación cultural de la creatividad de los habitantes de este antiguo pueblo de pescadores.A través de los turistas que compran estos objetos y los llevan a sus lugares de origen como recuerdos de viaje, la labor de estos artesanos trasciende y llega a lugares insospechados.Todas ellas llevan escrito el nombre de Acapulco, esto es necesario porque el atractivo de la figura, cualquiera que ésta sea, es representar un recuerdo de la visita al puerto. En ellas está manifestada la esencia de Acapulco, las conchas, los caracoles y la arena que representan el mar, lo tropical, el sol, algunas llevan flores o foresta de plástico, símbolo del colorido y la exuberancia natural del puerto.

Un oficio de familias

La imaginación del porteño ha conjuntado conchas y caracoles de todos tamaños y colores para lograr la confección de figuras tan inesperadas como un guajolote o un conejo, un ratón y otras que apelan al sentido religioso de los turistas: cruces forradas con conchas pequeñas o pequeños nichos con las figuras de Jesús, San Judas Tadeo o la virgen de Guadalupe.Las figuras son tan variadas como la creatividad del artesano porteño, en los diferentes mercados y zonas turísticas se encuentran las llamadas capillas que son pequeños altares en los que se presenta una figura religiosa al centro con una base elaborada con arena de mar y cemento blanco y un techo sostenido por columnas de madera tapizadas por conchas pequeñas, el toque final: un pequeño foco rojo oculto por una concha grande que ilumina el nicho.Estas capillas y otras artesanías como los cangrejos, caballitos de mar, los conejitos y los guajolotes son fabricadas en una humilde vivienda de la comunidad de Puerto Marqués por Esperanza Olea Morales, de 65 años de edad, quien hace 12 años, a causa de que se separó de su marido, tuvo que buscar la forma de obtener ingresos para mantener a su hija y a sus seis nietos.“Ahorita casi no es negocio hacer las artesanías con concha porque ya se fueron los turistas, la temporada ya se acabó, por eso tenemos todo esto aquí guardado porque se nos quedó, pero esperamos que ahora el 15 de septiembre nos recuperemos tantito”, dijo doña Esperanza.Agregó que los materiales que utiliza para fabricar las artesanías son costosos y que para que le salga más barato tiene que comprar por volumen. Los caracoles y las conchas se los venden sucios, por lo que los tiene que lavar con sosa, ácido y cloro, para remover todos los residuos orgánicos que hayan quedado dentro.“La peste de los costales es casi insoportable así como nos las entrega el proveedor, a tal grado que los taxis no nos quieren traer desde el centro hasta acá, porque dicen que se les apestan los carros, por eso tenemos que conseguir una camioneta o de plano pagarles doble dejada a los taxistas para que después puedan lavar sus carros”, dijo la artesana.Otros materiales que utiliza en la creación de sus artesanías son resina, cemento blanco, arena de mar, blanco de España, silicón, cable eléctrico, sockets y focos, además de flores y vegetación de plástico o grabielas como ella las llama.“Nada más un costal de caracoles chinos me anda costando entre 250 y 300 pesos, según la calidad del material y muchos llegan rotos cuando los sacamos. Yo por eso tengo que dar la capillitas hasta en 100 pesos para sacarle unos 20 o 30 pesos, según lo que cuesten los materiales. Las figuritas las doy a 20 o a 35, según el tamaño, hay veces que las tengo que malbaratar y que ni los costos saco pero hay que comer”, dijo doña Esperanza.

Agregó que los turistas no aprecian el trabajo, la creatividad, los materiales y el esfuerzo de andar vendiendo en la playa, “ellos casi siempre regatean el precio” por lo que les resulta difícil colocar sus artesanías en buen precio.A doña Esperanza la ayudan a vender en la playa su hija y sus dos nietas porque no cuentan con un local para exhibir sus productos.

Conchas de todas las playas de México

Otra artesana que fabrica artesanías de concha es Celia Gallardo García, quien comercializa sus productos en la Casa de la Cultura de Acapulco, ella tiene productos tan vistosos como unos mantelitos para poner cosas calientes hechos con la llamada Concha de diente de tiburón y con los caracolitos llamados Salina Cruz hace elaboradas cortinas y lámparas que ornamenta con el caracol chino.En la Casa de la Cultura se exhiben obras fabricadas con conchas y caracoles: servilleteros, cruces, adornos religiosos, portaretratos, alhajeros, lámparas y hasta manteles para mesa, elaborados con concha.El proveedor de estos artesanos, don Evencio García Aguilar, recibe sus materiales de los pescadores de Acapulco y proveedores que vienen de Veracruz, Campeche y Colima y Sinaloa.“Me traen conchas de muchos lados de donde abundan, la almeja reina que es principalmente de aquí de Acapulco, el caracol chino que es de las costas de Campeche y hasta de Sinaloa, donde viene el caracol amarillo tan apreciado por los americanos”, dijo don Evencio.Su negocio es una bodega de unos 6 por 8 metros, el olor a sal y a chuquía es tan intenso que cuesta varios minutos empezar a tolerarlo. Obviamente el comerciante se ha acostubrado a estos olores, pero está conciente de lo que despide el producto que maneja.Los costales de plástico están amontonados unos encima de otros, sin clasificación alguna, solamente Evencio sabe qué contiene cada uno, hay pocos clientes durante el día, porque los artesanos se abastecen con costales o kilos de material y “tardan mucho en regresar”, pero vienen de muchas playas en Acapulco para adquirir la materia prima para sus objetos artesanales.

Aquí se puede adquirir concha reina (pecten maximus), almeja, concha venus, abulón, cuya tersa superficie se usa desde los tiempos prehispánicos para decorar máscaras y otros objetos, nácar de la cual sustraen la preciada crema para la piel que desaparece cicatrices, caracol chino, amarillo, rehilete, (largo en forma de cuerno), gigante o caracol rosa, el faciolado (pleuropoca gigantea) que usaban los pueblos prehispánicos como bocina y los elegantes nautilus, los equinodermos o estrellas de mar de diversos tamaños y especies, coral blanco petrificado, caballitos de mar deshidratados y esponjas. Evencio también provee a los artesanos con la materia prima para las artesanías, palitos de madera, canastas, cable eléctrico, flores y foresta de plástico, focos e imágenes religiosas de resina y plástico.La comercialización de las artesanías ya terminadas se realiza en lugares establecidos como la costera, el Zócalo y en todas las playas de Acapulco en forma ambulante, en improvisados puestos en la banqueta e, incluso, a bordo de deslizadores, como ocurre en Caleta y La Roqueta.No importa qué tan elaborada o sencilla sea la pieza que se venda al público en el puerto, siempre habrá un visitante que se lleve una o dos a su lugar de origen para tener en sus repisas para siempre, un pedacito de Acapulco.

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