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Jaime Castrejón Diez

Transición inconclusa

Al presentar el segundo informe de gobierno, el presidente Fox entra a una etapa en que tiene forzosamente que evaluar lo hecho hasta ahora. Es claro que había dos alternativas cuando ganó la elección del 2000, una era entrar a un periodo de transición y que el periodo presidencial fuera la transición hacia un nuevo sistema de gobierno y cumplir con esa estadía de desarrollo político. La otra era tratar de hacer el cambio de inmediato sin dar lugar a un periodo de transición largo. Creo que se optó por esta segunda vía.

Lo bueno de asomarse a la historia es ver cómo han sido los mecanismos anteriores que han tenido éxito. Sin irnos a la historia remota sino a la historia un poco más reciente, dos transiciones en épocas diferentes y con sentidos diferentes pudieran servir de ejemplo: la transición española y la transición británica después de la segunda guerra mundial. Ambas eran transiciones, pero afrontadas de manera diferente.

La transición española fue una transición en que un gobierno asumió el papel de ser la transición y así fue como Suárez y su gobierno prepararon el camino para un cambio posterior. Además esta transición contaba con un plan maestro: El pacto de la Mocloa que había sido suscrito por las fuerzas políticas con la precisa idea de una transición ordenada y con otra característica que es diferente a la mexicana que se trata de un sistema parlamentario en donde el Poder Ejecutivo nace del Legislativo y están separadas la jefatura de Estado y la jefatura de gobierno. La idea era que alguien asumiera que su papel histórico era servir de puente para el cambio. Algo que también es importante es que había una coincidencia de transición en el pueblo español.

En el caso de la transición británica en los años cuarentas, el país venía de una difícil situación provocada por la segunda guerra mundial, el líder del Partido Conservador y jefe de Gobierno, Winston Churchil, que condujo la parte bélica de la vida de Inglaterra, era en esos momentos aclamado como héroe nacional. Sin embargo, las elecciones venían y pasada la guerra la sociedad volteó la cara hacia adentro, buscó una evolución social dentro del país y la corrección de muchas desviaciones de un país que se considera una de las democracias más exitosas del mundo.

En este caso la real transición se dio en las urnas y rápidamente empiezan los cambios cuando el gobierno de Clemet Attle tomó posesión. También se trata de un sistema parlamentario separado el jefe de Estado del jefe de Gobierno y el Estado naciendo del Legislativo. Vinieron las reformas internas, el Partido Laborista respondía a las demandas sociales, estructuró un nuevo tipo de país y una opinión pública interesada, presionante que expresaba por distintos medios sus puntos de vista.

Es por eso que no es comparable la transición que se pudiera dar en México o el cambio del sistema inmediato que se esperaba porque las situaciones son diferentes. En primer lugar no existe un plan maestro como El pacto de la Moncloa, el jefe de Estado y el jefe de Gobierno son una misma persona. El Poder Legislativo tenía que asumir una posición para lograr la verdadera división de poderes que implica una República federal.

Ni una transición española o una transición británica se podía dar en México por estas razones. Después  de las elecciones de julio del 2000, había la sensación de que el país había cambiado, sin embargo es necesario darse cuenta que los países no cambian sólo en una justa electoral, se necesita la construcción de instituciones que respondan a las nuevas necesidades del país. A diferencia de las otras transiciones, una que tomó un periodo de gobierno para servir de puente y la otra que fue inmediata, en el caso de México no estaba tan claro que una u otra debieran aplicarse y no la sociedad sabía que cambio esperar.

A toro pasado es fácil explicar las faenas y tal vez con el objetivo de lograr un fuerte desarrollo de la parte democrática de la sociedad se debió haber pensado en un periodo de transición para construir el cambio que vendría después. Esto es visto fríamente, claro que los actores políticos quieren ser no solamente los que logran la alternancia del poder y el cambio democrático sino también los de los grandes cambios espectaculares.

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