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Rafael Aréstegui Ruiz

¿Fracaso de un informe o el informe de un fracaso?

 Esperábamos ver en el Segundo Informe de Gobierno de Vicente Fox, un acto republicano, en el que el Ejecutivo federal expusiera, ante el Congreso de la Unión la marcha de su administración en el primer tercio de su periodo de gestión, que unos días antes había anunciado como el de la consolidación democrática. Pero el Ejecutivo federal nos informó de un país distinto al nuestro, informó de un país que marcha y ¡marcha bien! Con crecimiento del producto interno bruto, crecimiento del empleo, crecimiento de la cobertura educativa, crecimiento de la cobertura en salud –cuando es alarmante que en este rubro no se hayan ejercido mil 300 millones de pesos–, Fox engañó al Congreso y pretendió engañar a los mexicanos al presentar cifras que poco o nada tienen que ver con la realidad.

Fox anunció triunfalmente que ya somos la novena economía mundial, pero nada dice del tremendo incremento de la desigualdad social, hoy el país tiene al 51 por ciento de la población en la pobreza –28 millones en pobreza extrema– pero quizá hay que enorgullecerse de que el número de mexicanos en la lista de los 500 más ricos del mundo de Forbes pasó de nueve a quince.

El presidente Fox faltó a su responsabilidad al maquillar las cifras y mintió al asegurar que se ha incrementado el presupuesto que ejercen todos los municipios del país, de la misma manera mintió al falsear los datos de los recursos que se destinan al campo, afirmando que de cada peso treinta centavos se destinan al campo, si así fuere, los campesinos de nuestro estado podrían vivir dignamente de sus cosechas y no tendría porque caer en las garras de los narcotraficantes o buscar trabajo al otro lado de la frontera, el informe de Fox al ocultar las cifras reales, se mantuvo en la tradición de convertir lo que debería ser un acto de rendición de cuentas, en un ritual para autoelogiar su administración.

Si el asunto se tratara solamente de un informe en el que las cifras se maquillaron para distorsionar, quizá sólo movería a indignación, pero la ocultación de la realidad es mayor, lo que se esconde es el rumbo por el que se lleva al país, no basta que Fox haya reconocido que sus ofertas no sólo no se alcanzaron, sino que las principales de ellas, las que despertaron esperanzas, movieron voluntades y se convirtieron en llamados al voto útil, no se asomaron en el informe: ni la solución en Chiapas en quince minutos; ni el crecimiento económico al siete por ciento; ni el arribo a la existencia de una soberanía de los otros poderes de la unión. El no alcanzar tales metas, en realidad constituyen el fracaso de un modelo que está en quiebra y que no se podrá ocultar cambiándole el nombre y el apellido.

Es de llamar la atención el señalamiento de que se ha abandonado el autoritarismo y de que no se acudirá a la represión para resolver los conflictos, cuando la represión a los ejidatarios de Atenco no fue precisamente un acto de buena fe, y si la construcción del aeropuerto se detuvo, fue por la férrea resistencia de los campesinos mexiquenses en la defensa de su tierra y en el rechazo a la burla que significaban las irrisorias indemnizaciones. Por otra parte, la escalada de violencia en Chiapas, a cargo de grupos paramilitares y con el cobijo del Ejército, no es otra cosa que la versión foxista de la guerra sucia.

El lenguaje de Fox, se apropia del discurso que durante muchos años manejaron quienes en el país pugnaron por la democracia, al mencionar inclusión, tolerancia, respeto a los derechos humanos, pero en realidad oculta la intención de llevar a cabo una reforma al gusto de los grandes capitales extranjeros modificando la Constitución para propiciar que la iniciativa privada se apodere de los sectores que permiten salvaguardar la soberanía.

Para nadie se hizo extraño que la posición del PAN, expresara el tradicional servilismo del partido en el gobierno, sus diputados piensan –por falta de una cultura republicana–, que su papel es convertirse en corifeos del Ejecutivo.

Lo que en realidad desconcierta es la posición del PRD, que lejos de cuestionar la persistencia de Fox por insistir en llevar a ultranza al país por la vía del neoliberalismo, su salida del recinto Legislativo, fue en protesta por no poder responder el informe, fue un rechazo a la respuesta que iba a dar Beatriz Paredes, pero nunca fue un cuestionamiento real a las falsedades que dijo el presidente en la tribuna, en este informe el PRD perdió la perspectiva.

En nuestro país, bajo la promesa del cambio, Fox arribó a la Presidencia y en este primer tercio de su gobierno no ha hecho otra cosa que darle continuidad a lo iniciado con Miguel De la Madrid, mantenido a ultranza por Salinas de Gortari y continuado por Zedillo: el neoliberalismo. Aunque se vista de humanismo, neoliberalismo se queda. Así, el cambio ha sido la continuidad, ¡Extraña contradicción del discurso!

Al final de su mensaje Fox convoca a los partidos a sentarse a desahogar la agenda de la reforma del Estado, no olvidemos que detrás de cada concepción de democracia, existe una concepción del mundo, la reforma del Estado es necesaria, detener el avance del autoritarismo de derecha lo es más, la transición democrática, a diferencia de lo que dice Fox, apenas se inicia. Hoy por hoy, no existe claridad de hacia dónde marchará el país, la transición hacia la democracia puede ser muy larga y más lo será mientras la fuerza en el gobierno carezca de un proyecto de nación que corresponda con su historia y su identidad.

Es remoto que regresemos al régimen de partido único, pero nada remoto sería que la tendencia al régimen de dos partidos dominantes se hiciera presente si los grandes problemas nacionales se van pactando entre los dos partidos que se han apegado a la defensa del neoliberalismo –el proyecto económico del autoritarismo presidencialista de los tres últimos sexenios priístas, en nada es diferente del proyecto económico del autoritarismo de derecha que se está implantando en el país.

Es tarea de todos los que aspiramos a una democracia política y económica desenmascararlo y pugnar por un auténtico pacto republicano que dé al país democracia en lo interno y soberanía en el concierto de las naciones, pero también justicia social para esos 53 millones de pobres, ninguna democracia de un país es real sino incluye la calidad de vida de su población.

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