Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jesús Vargas Vargas

Sanas distancias

Nuevamente como cada vez que hay proceso electoral se vuelve a cuestionar el comportamiento político partidista de los gobernantes al considerar que sus actividades de contacto con la gente en tiempos de campañas proselitistas representan una competencia desleal para los partidos opositores.

Específicamente nos referimos a las críticas que se han señalado a las actividades del gobernador René Juárez y de algunos alcaldes del PRD, en particular el presidente de Acapulco Zeferino Torreblanca Galindo, en el sentido de que sus giras de trabajo se han convertido en verdaderos sustentos proselitistas de los candidatos de sus partidos.

Mas allá de estilos e intereses personales, un gobernante es la expresión sintetizada de un proyecto de gobierno con un signo político, ideológico y partidista determinado; es el abanderado de una plataforma de principios, estatutos y propuestas diseñadas de acuerdo con los intereses, convicciones y aspiraciones de las fuerzas sociales y grupos de poder que se aglutinan en torno a un partido, para imponer, vía el voto mayoritario, una forma de organización social y de gobierno.

Es ingenuo pensar que el gobernante al tomar protesta a su cargo deja atrás todo el ropaje ideológico partidista que lo llevó al poder; se trata precisamente del arribo al poder de una propuesta hegemónica partidista, por lo que es imposible pensar que el gobernante en el poder político se tenga que convertir en una persona inmaculada ideológica y partidistamente, por lo contrario, este tipo de creencia no hace más que fomentar la nefasta cultura del culto a la personalidad.

Por esas razones es imposible que un gobernante se excluya de una contienda por el poder político si su origen es esencialmente ese: ser el abanderado de una propuesta partidista de gobierno, por tanto, es mejor que se manifieste abiertamente a favor de su partido a que lo haga de manera oculta e ilícita desviando recursos públicos para las campañas de los candidatos de su partido.

Además, una contienda política es confrontación de ideas y constitucionalmente a nadie se le puede prohibir la manifestación de sus ideas, entonces, no tiene nada de malo que los gobernantes en tiempos de campañas expresen sus ideas y afinidades políticas.

En democracias avanzadas donde existe reelección del Ejecutivo, cuando el gobernante en turno es al mismo tiempo el candidato de su partido, al llegar la etapa de las campañas proselitistas éste no deja de desarrollar sus labores como tal, antes bien tiene que dividir su tiempo para desplegarse como gobernante y como candidato.

Las bases competitivas de un partido opositor se basan en la crítica a lo que haga o deje de hacer un gobernante, en su capacidad de penetración ideológica, de persuasión y de crecimiento de su militancia, por tanto, el gobernante tiene derecho de defender en tiempos electorales el proyecto de gobierno que representa y respalda su partido.

Si aceptamos que los mexicanos tenemos ya la mayoría de edad para la democracia, entonces no podemos decir que los votantes deciden su voto por una despensa o porque un gobernante se dedique a entregar obras en plena campaña electoral.

A estas alturas del desarrollo democrático tenemos que creer que la ciudadanía vota más o menos racionalmente, claro, estamos de acuerdo que la pobreza, la ignorancia y la escasa información provoca muchas veces que la gente en esta condición pueda dar su voto por una despensa o por una promesa del gobierno en turno.

Despojémonos de mitos, autoengaños y justificaciones, creer que un partido o candidato tiene ventajas por lo que haga el gobierno en turno es buscar una justificación a la incapacidad política de persuasión de los partidos, así como pretender encontrar al culpable externo de no obtener la votación suficiente para el triunfo.

La ley no prohíbe a un gobernante llamar abiertamente a votar por su partido, pues proviene de él, éticamente puede ser malo pero no está prohibido, mucho menos está prohibido que un gobernante realice sus actividades públicas entregando obras y recursos públicos en tiempos de campañas políticas. Lo que definitivamente no se vale es que trate de condicionar las futuras acciones públicas en beneficio de un determinado grupo social a cambio de su voto y es ilícito que utilice recursos públicos, incluyendo su tiempo como servidor público, en favor de su partido, es en estos casos que bien vale mantener las sanas distancias.

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