Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Made in China

 (Tercera de siete partes)

 El chino Atié

 Aquella mañana el general Vicente Guerrero desayunaba en el hospital de Las mamitas González, edificación hoy inmutable en la Plazoleta de Sor Juana, donde también se hospedarán Benito Juárez, Juan Alvarez e Ignacio Comonfort. Unicamente papaya y café había pedido el ex presidente de la república, acostumbrado a zamparse un tasajo de cecina asada con chile verde machucao, frijoles negros y morisqueta. Es que estoy invitado a “comer la sopa” con mi amigo Francisco Picaluga, se disculpará ante los gruñidos de la cocinera, paisana suya.

–¡Nos vamos! –ordena el general Guerrero a su acompañante cuando llega la hora de la cita aquel 14 de enero de 183. –Espero que Pancho ahora si me cumpla.

El acompañante del tixtleco ¡es un ciudadano chino! El chino Atié como lo consignan escuetamente los historiadores, siempre desdeñosos de los actores secundarios. Otros, por el contrario, exageran. José Bravo Ugarte, por ejemplo, consigna en su Historia de México no a uno sino a ¡dos chinos!

El chino Atié –¿quién era y qué hacía cerca de Guerrero?– , aborda el Colombo con su jefe y se sienta a su lado en la mesa.

–Me engañó el pinche sardo–, le comenta en voz baja don Vicente a la hora del plato fuerte. Y no es que presintiera la negra traición. Picaluga les servía cucuchas a la  carbonara en lugar de las jaibas en chilpachole ofrecidas.

–Muy cielto, jefe, es un cablón –refuerza Atié.

Vendrá luego lo que todos sabemos. (Picaluga era de Cerdeña , Italia, de ahí lo de sardo. Sardo es aquí sinónimo de soldado y quién sabe por qué).

Por aquellos años, al otro lado del mundo, estalla la Guerra del Opio cuando el emperador Manchú de China prohíbe a Inglaterra traficar con el narcótico en su país. El naciente imperio impondrá su superioridad bélica y se aprovechará de ella para agandallarse la isla de Hong Kong, entre otras muchas bucanerías.La derrota frente a la Gran Bretaña y las rebeliones internas convertirán al inmenso país en una tierra asolada por el hambre y la muerte. Soportará, por si fuera poco, la carga de una población numerosísima aniquilada física y mentalmente por el abuso del opio. Será entonces cuando miles de chinos piensen por primera vez en abandonar la  tierra de sus mayores .La siempre pérfida Albión aprovechará ese debacle para establecer por su cuenta un brutal y sucio tráfico de chinos. Se les llamará culis por su condición de sirvientes o braceros. No exageran los estudiosos del fenómeno el equipararlo con la trata de esclavos negros abolida en 1817.

 Tratado sinomexicano

 Cuatro años después del Adiós, mamá Carlota, los mexicanos empiezan a discutir públicamente sobre la conveniencia de traer trabajadores chinos para las minas y las haciendas. No irían muy lejos por ellos. Cuba mantenía una población de más de 40 mil culis traídos para trabajar la caña y a quienes la Corona española amenazaba con la expulsión por intervenir en el movimiento independista. Los Estados Unidos, por su  parte, habían  suplido a los negros con culis.Quienes estaban a favor del proyecto reconocían en los asiáticos inteligencia, docilidad, disciplina, pronta aclimatación y gran resistencia al trabajo pesado. El rendimiento de un chino se estimaba muy superior al de un mexicano, por 3 o 4 pesos al mes, laborando incluso bajo condiciones adversas. Los contrarios, por su parte, enfatizaban la adicción de los orientales al opio, adjudicándoles prácticas idolátricas y poligámicas ¡Y comen ratas!, se escandalizaba el editorialista de El Siglo XIX.Las primeras inmigraciones chinas a México se darán a partir de 1864 procedentes de Cuba y de los Estados Unidos. Se concentrarán en los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa Y Sonora. También en Chiapas, Oaxaca y Yucatán. Directamente de China vendrán hasta 1891, poco antes de que los gobiernos de ambos países formalicen sus relaciones comerciales.El Tratado Sinomexicano de Amistad, Comercio y Navegación lo suscriben en 1899 el presidente Porfirio Díaz y el gobierno de la Dinastía Qing. La idea central era poblar con familias chinas las zonas áridas y las costas de México, cosa que nunca se dará. Con 34 años de permanencia en el poder, el gobernante mexicano y más de doscientos cincuenta el gobierno chino, enfrentarán juntos el derrumbe. El último dictador y el último Emperador se irán en 1911.México, a propósito, no será el único país del mundo con gobernantes desequilibrados. China soportará a varios de ellos y el emperador tártaro Che Hu le dirá “quítate” a cualquier mexicano. Nomás se le pasaban las cucharas a Che Hu y empezaban con sus “cosas”. Una de ellas era hacerse servir a la más caderona de sus concubinas ¡perfecta e integralmente asada!Para 1910, la población china en México superaba con un poco las 13 mil personas y se daba como dato curioso la existencia entre ellos de únicamente 85 mujeres. El mayor número se concentraba en los estados del norte mientras que en Guerrero no sumaban más de 30.En ese mismo año, con motivo de las fiestas del centenario de la independencia nacional, el emperador de China iniciará una misión diplomática del más alto nivel.Desembarcará en Acapulco con un reloj obsequio  del dignatario oriental para el pueblo de México. El reloj chino de Bucareli y General Prim, ni más ni menos.

 Matanza de chinos  

México será para miles de chinos opción única de vida, Por eso llegarán al país dispuestos a trabajar duro y en serio. Entre varios hitos históricos abonables a la mano de obra oriental se cita la introducción del algodón al Valle de Mexicali, el impulso al cultivo del henequén en Yucatán y la construcción de los ferrocarriles de Guaymas a Mazatlán y el de Tampico a San Luis Potosí. Fue también importante la presencia de ellos en las minas de Real del Alamo; en las de cobre de Cananea y en las de carbón de San Felipe, Coahuila.Concentrados en algunas ciudades como Mexicali, Mazatlán, Torreón, Tampico, Chihuahua y México, los culis hicieron gala de sus bien reconocidas cualidades para el trabajo: docilidad, disciplina, austeridad y cerrazón de grupo. Sus colonias fueron ejemplos de orden y prosperidad. Llegarán en muchos casos a dominar los mercados locales, particularmente en giros como restaurantes, lavanderías, hortalizas. panaderías y abarrotes. Se organizarán incluso en “cámaras de comercio chino” despertando grandes envidias y resentimientos.El nacionalismos mexicano, producto natural de la revolución triunfante, no favorecerá a las emigraciones. El odio  a los extranjeros se convertirá en parte esencia de la conciencia comunitaria de los mexicanos. “México para los mexicanos”, será el lema preferido por los revolucionarios que verán en los extranjero un peligro real para la homogenización nacional. Surgirá entonces la urgencia concreta de defender a México del “peligro amarillo”. La xenofobia como resorte de la Unidad Nacional.Sobrevendrá en ese contexto la matanza de 303 chinos el 15 de mayo de 1911 en Torreón, Coahuila. La acción fue perpetrada por las fuerzas revolucionarias al mando del general Emilio Madero, hermano del apóstol don Francisco. Las víctimas habían intentado defender sus negocios del saqueo y la depredación. Quedaron destruidos el banco de la localidad, el hotel, las tiendas de abarrotes, panaderías, zapaterías, la sede de la Asociación Nacionalista China y los cultivos de hortalizas. El gobierno de León de la Barra ofreció pagar a los deudos tres millones de pesos pero hasta ahora, ello no ha sucedido.Plutarco Elías Calles, futuro Jefe Máximo de la revolución, se significará como el más radical antichino. Siendo gobernador de Sonora los confinará en un barrio y prohibirá la inmigración china por considerarla “nociva, inconveniente e inaceptable”. El número de chinos en Sonora disminuirá de 6 mil en 1910 a 3 mil 600 en 1919.Un periódico sonorense, por ejemplo, alertaba a sus lectores: “Está clínicamente comprobado que los chinos son tuberculosos por herencia. El pan elaborado por ellos, por  tanto, es vehículo de contaminación”.

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