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La calle Canal, pequeña y céntrica avenida que sigue la tradición del comercio porteño

 Xavier Rosado * La céntrica calle Canal une la calle Parián que rodea el mercado del mismo nombre con la transitada avenida Cuauhtémoc. Es un lugar que alberga la tradición comercial que desde hace siglos ha caracterizado a este puerto y en donde hombres, mujeres, jóvenes y viejos mercaderes se aferran a la práctica de la compra-venta.Si los atareados transeúntes detuvieran su afán cotidiano y observaran con detenimiento esta calle de no más de 100 metros de longuitud, se darían cuenta de los contrastes de los negocios que ahí se han instalado desde hace más de 50 años.El flujo de la vialidad obliga a los conductores a entrar a la calle en el sentido de oriente a poniente, es decir, de la calle Parián hacia la avenida Cuauhtémoc; en este orden, los primeros negocios ubicados en las esquinas son los más prósperos de una variedad de establecimientos, muchos de ellos completamente disímiles en cuanto a su giro comercial y presentación.Del lado izquierdo se encuentra una sedería, negocio que desde hace 23 años, según la dependienta María Fernanda Anaya Vázquez, se mantiene del espíritu festivo y tradicionalista del acapulqueño de las clases baja y media. Indicó que “a todo mundo” le gusta quedar bien cuando se casa o cumplen sus hijas 15 años o cuando los bautizan o presentan en la sociedad.

“Aquí tenemos todo para ese momento especial. Nuestro trabajo es muy bonito porque nos permite ayudarle a la gente a que uno de los momentos más importantes de su vida o de sus seres queridos, sea algo para recordarlo siempre. Los acapulqueños somos muy especiales en estos casos, no nos importa endeudarnos hasta el cuello, pero el chiste es que la fiesta salga bien y sobre todo que los familiares y amigos no se vayan hablando”, dijo la empleada. En este tipo de negocios, de los cuales hay otros dos en la misma calle, se ofrecen los llamados Brindis que son estuches de vidrio, algunos en forma de casita con espejos, que contienen una botella de sidra barata envuelta en estambre que puede ser blanco, amarillo, rosa o azul, dependiendo de si es para boda o para 15 años, una muñeca de cerámica o unos novios y copas champañeras o para vino blanco, todo esto adornado con flores hechas con yeso o migajón.También se venden arras con su respectivo estuche dorado o plateado en forma de corazón o de cofre en una base de terciopelo rojo, ramos para novia, arreglos florales, recuerditos de vidrio soplado, canastitas o cojincitos en forma de corazón y ribeteados con hilo dorado con las iniciales de los novios. En contraesquina se encuentra la mueblería El Nuevo Roperito, que se encarga de surtir de muebles y accesorios eléctricos de costo económico a la gente de la localidad, aquí se compra un buró por 200 pesos, un closet en mil, un comedor en 800 y un ventilador en 150, eso sí, toda la mercancía está garantizada y aunque es barata, es de buena calidad, según una de las empleadas que no quiso dar su nombre. “Si quiere le doy la razón social del negocio, es toda la información que le puedo dar porque ahorita no está el encargado”, dijo.En este lugar, junto al escritorio del encargado, colgaron en la pared una corona que sirve, según explicó la empleada, para bendecir el negocio y que siempre haya clientela. Es una corona de carrizo delgado con la imagen de San Miguel Arcángel y bolsas de plástico que contienen semillas diversas, ceras y otros artículos que según la creencia de los propietarios ayudan a la prosperidad.

 La Ferretería Estrada

 Junto a la mueblería se encuentra uno de los negocios más antiguos de la calle, la ferretería y tlapalería Estrada. Su propietario, Andrés Estrada Mendoza tiene 80 años de edad y desde 1954 está instalado en la calle Canal para ofrecer sus productos al público. Su hijo Andrés informó que el negocio lo empezó su padre hace 48 años pero que el giro era diferente, antes rentaba y vendía bicicletas.“Mi padre rentó bicicletas durante cinco años pero era un negocio muy voluble que a veces dejaba y otras no. Pero el viejo siempre ha sido muy terco y juntó un capital para comprar mercancía y desde entonces somos ferretería y tlapalería. Prácticamente yo aquí me crié, detrás de este mostrador”. El lugar huele a madera vieja y está repleto de las más diversas mercancías del giro, incluso algunas caída en desuso y que no se encuentra en los grandes consorcios comerciales como la anilina utilizada para pintar textiles con un proceso que se ha usado desde que su padre era un adolescente, según explicó el comerciante. “Somos proveedores de menudeo pero también vendemos a algunos tlapaleros más pequeños que tienen negocios en las colonias más alejadas del centro”, dijo Andrés mientras atendía a un señor que llegó a comprar anzuelos y plomos para pescar.

Otros artículos que venden son calentadores para agua de resistencia, el mecate, la polea, las pilas rayovac, martillos, serrotes, tela de gallinero, cepillos metálicos, machetes, cuerdas para guitarra, franela por metro, clavos, bisagras, lámparas y todo lo que una persona de herramientas pueda necesitar.“Este es un negocio muy noble aunque siempre hay sus altibajos, aquí el problema siempre es mantenerse al día con la mercancía, que no falte nada porque luego le sales al cliente con que no hay tal cosa, pues se decepcionan, igual y ya no regresan”, dijo mientras mostraba tres tipos de candados de resistencia a otro cliente, “este no le entra la segueta pero no aguanta el soplete de oxígeno, se truena”. “Se necesita saber de todo aquí para poder vender bien, luego la gente no sabe muy bien lo que quiere o cómo se llama la pieza y pues le tienes que estar adivinando qué se van a llevar, por eso hay que saber de construcción, de plomería, de carpintería y todo eso”, expresó el propietario.Los clientes entran uno tras otro y con dos personas en el mostrador a veces no se dan abasto, pero como dice el comerciante: “mejor que esté así y no que se esté uno aburriendo todo el día”.También abundan en la calle Canal los expendios de electrónica, entre ellas destaca el principal en la esquina con Cuauhtémoc, Electrónica Chavelas, que ha estado en esa misma ubicación desde principios de los años sesentas, primero como taller de reparación y ahora como una próspera comercializadora de equipo profesional de audio e iluminación. Ahí se encuentran bocinas de alto wattaje, amplificadores, megáfonos, reflectores, bocinas tipo trompeta, micrófonos, mezcladoras, reproductoras duales de discos compactos, ecualizadores y todas las maravillas modernas que se utilizan en bares, discotecas y equipos profesionales de sonido.Existen otros tres negocios de menor tamaño en la calle que tienen el mismo giro comercial, por lo que la calle Canal es el paraíso de todo aquél interesado en hacer negocio del entretenimiento nocturno.

Uno de los propietarios de un negocio de iluminación, Martín Argumedo Sánchez explicó que aunque estén en la misma calle, sí es negocio dedicarse a la electrónica debido a la misma naturaleza turística del puerto y los negocios más chicos “le van buscando para no vender lo mismo que los otros”.“Nunca falta uno que quiera poner su bar o su discoteca y luego vienen por reflectores o las lámparas giratorias o las bolas de espejos que tenemos de las más modernas y a muy buenos costos”, dijo el comerciante. Una lámpara robótica giratoria cuesta desde 2 mil hasta 7 mil pesos, precisó y se venden igual las refacciones, “que ahí es donde está el negocio porque los focos son especiales y no los venden en ningún otro lado”.En contraste con estos negocios que comercializan productos modernos y de alto precio, coexisten en la pequeña vialidad dos modestas reparadoras de calzado y una papelería con apenas dos metros de frente, pero que también cuentan con su clientela por la ubicación y el constante circular de gente en esta tradicional vía del centro de Acapulco cuya actividad encierra la esencia comerciante que el puerto ha tenido desde hace siglos.

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