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Federico Vite

Matriculado en la universidad de la vida

Hace 17 años, el escritor argentino Lázaro Covadlo publicó una serie de libros que lo encumbraron como autor de culto. Este hombre radicado desde hace 39 años en España, utiliza el humor negro y el absurdo como ejes principales de su obra. Sus libros más conocidos son Agujeros negros (Mondado-ri,1997); Remington Rand, una infancia extraordinaria (Monda-dori, 1998); Conversación con el monstruo (Mondadori, 1998); La casa de Patrick Childers (Mon-dadori, 1999); Bolero (Mondado-ri, 2001); Criaturas de la noche (Acantilado, 2004) y Las salvajes muchachas del Partido ( Can-daya, 2009, traducida al búlgaro y publicada en Sofía por la editorial Uniskorp).
Oriundo de la Patagonia, pero visitante frecuente de Israel y de Brasil, fue un fiel matriculado en la universidad de la vida. Durante muchos años siguió el llamando de la carretera. Fue un beatnik “barba, bares bohemios, vino tinto, mujeres y guitarreadas folklóricas”. Más tarde ingresó a una secta donde lo obligaban a autocriticarse, ayunar y a torturarse sicológicamente. También se de-sempeñó como camionero, parrillero y vendedor de periódicos. Años después de su educación sentimental, cuando supo que había aprendido lo necesario de la humanidad, comenzó a escribir novelas, cuentos y relatos.
Con la aparición de Agujeros negros, Covadlo enterró su pasado como trashumante, se afincó en España y comprendió que todas sus vivencias lo habían alimentado para crear personas con tribulaciones cómicas, por ejemplo, Criaturas de la noche, “una fábula moderna, extraordinaria y original”. Así definió el jurado del premio Café Gijón esta novela, en la que se narra la vida de un hombre fracasado que tras su curioso encuentro con una pulga –milenaria, reverberante y voraz– sale de la miseria y el desamor. Con esta novela, Covadlo recurre a su habilidad para satirizar al hombre moderno, deseoso y pusilánime.
La historia de este libro es sencilla, durante 182 páginas asistimos al renacimiento y caída de Dionisio Kauffmann, un hipocondríaco de origen humilde que sufre al ver cómo un amigo íntimo prospera mientras él se hunde en la pobreza y se sublima en la mediocridad. La culpa la tiene su perniciosa y fatal costumbre de meter la pata en los momentos decisivos de su vida, sea en el trabajo o en el amor, Dionisio sabe cómo consumar su sabotaje. Tras un breve recorrido nocturno, y tras haber recogido a un gato callejero, una pulga se aloja en el oído de Dionisio y se encarga de asesorarlo, de hacer que este hombre se vuelva exitoso, adinerado y deseado. Pero la pulga, como Mefistófeles, le exige un pacto que obliga a que Dionisio arrastre la virilidad de su nombre. Cuando el hombre intenta romper el pacto, la pulga emigra a otro oído y Dionisio vuelve a su miserable existencia.
Criaturas de la noche pareciera un cuento alargado, un conflicto que se agota en 70 páginas y tuvo que ser reforzado por la suma de anécdotas que no contribuyen a sondear la trama principal: Dionisio vs. Pulga.
El Covadlo cuentista es el autor que encumbraron los españoles, no el escritor de novelas raras: Remington Rand, una infancia extraordinaria,?La casa de Patrick Childers?o Bolero. En 1998, la crítica literaria europea hizo del argentino un cuentista de culto. Enrique Vila-Matas, Sergi Pàmies, Quim Monzó, G. Martín Garzo, I. Martínez de Pisón, Antonio Muñoz Molina, entre otros, alimentaron lo que se denominó “El fenómeno Covadlo”.
Pero, ¿qué llama la atención de este hombre? En su libro cumbre, Agujeros negros, el lector tendrá doce relatos para entender por qué alguien como Lázaro es aún un maestro del arte de narrar en corto. En este volumen, el argentino nos recuerda, con su poder narrativo, la fuerza de Rubem Fonseca, la pericia de Raymond Carver y el ansia de John Cheever. Eso en cuanto a la técnica, porque la temática de verdad rompe con los canones habituales de la narrativa escrita en castellano. Aunque Covadlo proponga cuentos de aspiración fantástica, el tono en el que despliega su oficio narrativo es realista. Con este párrafo inicia Agujeros negros, cheque usted: “El día que Gómez se hizo cortar la cabeza para que le fuera ofrecida a nuestro Presidente, éste le envió unas horas antes la bandeja. No era de oro, era sólo una bandeja de plata. Lo cierto es que el desempeño de Gómez en su función ministerial siempre fue algo mediocre. Sin embargo, dicen que se comportó como un valiente en el instante final, y cuando le ofrecieron inyectarle el usual tranquilizante lo despreció con gallardía”. Que tengan buen martes.

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