Jaime Castrejón Diez

Una sociedad que evoluciona

En los grandes cambios se rompen estructuras que con anterioridad habían dado satisfacción o por lo menos paliativos a los serios problemas de la sociedad. Pero cuando vienen los cambios inevitables, el papel del gobernante es conducir ese cambio, no necesariamente inventario. A partir del 1 de julio del año del año 2000, la alternativa creo expectativas de cambios mayores. Ha pasado el tiempo y los grandes cambios no se dan y comienzan a haber nerviosismo.

Ante las circunstancias la pregunta que nos debemos hacer es ¿qué es lo que mantiene unida a una sociedad? La respuesta tradicional había sido que ciertos valores que definen a una sociedad nunca cambian y que la estructura social se mantiene precisamente por esa valoración. Esto ha sido también influido en ocasiones por ideologías, en ocasiones por otras situaciones culturales como religión, pero en los últimos cincuenta años con el crecimiento de la población y la urbanización creciente en el mundo es claramente que hay ahora un componente económico de primera intensidad que maneja el ritmo del cambio. ¿Qué se esperaba del cambio? Claramente estabilidad económica, pleno empleo y crecimiento.

Se dice que hay dos tipos de sociedades, una tradicional y una moderna, la tradicional mantiene sus ritmos y sus estructuras y trata de evitar el cambio. Opuesta a esta posición, está la sociedad moderna con un cambio constante, es más del cambio uno de los valores más importantes. Es claro que estos son estereotipos, en ningún caso hemos tenido una posición extrema de los tradicional o de los moderno; ambas han venido evolucionando en forma paralela.

Que el cambio llegó y sacudió a las sociedades modernas. Algunos sociólogos piensan que en la medida en que los elementos constitutivos  del sistema social se encuentran en perpetuo movimiento y evolucionan a ritmos distintos, según sus tendencias potencialmente contradictorias, la crisis se ha convertido más bien en la condición estructural de las sociedades modernas. Es por eso que existe la necesidad  de liderazgo, de alguien que conduzca el cambio y module las crisis que se provocan por el mismo.

Podemos verlo muy claramente, las instrucciones incluyendo partido políticos, iglesia, organizaciones obreras y organizaciones industriales, han venido evolucionando a distintos ritmos, lo cual crea inmediatamente crisis ya las consideramos inevitables porque los distintos factores evolucionan a ritmos distintos.

La alternancia levantó grandes expectativas de que la evolución fuera más rápida, que con el ímpetu del  triunfo de la oposición, el nuevo líder encabezaría los cambios, pero o no se entendió o no se asumió el papel esperado. Las luchas internas y entre poderes empató el proceso y no solo se estableció un sistema nuevo, sino que se frenó lo que espontáneamente estaba cambiando.

Así, vemos por ejemplo la crisis entre los partidos políticos, una ala que trata de mantener las tradiciones  que le dieron origen y otra que trata de evolucionar para incorporarse a la nueva  vida política que empieza a aparecer en el país. Estos problemas de los partidos nacidos de esta dicotomía suceden en todos ellos, no son privativos de un sólo partido; seguimos viendo las confrontaciones de los viejos liderazgos con los nuevos y al mismo tiempo tratando de encontrar una ubicación que los mantenga viables.

Somos una sociedad en movimiento, siempre cambiante y al mismo tiempo una sociedad que en los distintos aspectos buscan la estabilidad; tanto la estabilidad del sistema político como del social y sobre todo del económico. Cuando gran parte de la población no ha resuelto sus problemas económicos por lo que es obvio que es el renglón económico el que va a ser el centro de las crisis que periódicamente están apareciendo en la sociedad.

Hay que interpretar lo que está sucediendo. La alternancia fue  un momento, que pero la sociedad que sigue su evolución natural, espera ser conducida, no solamente administrada. Está en espera del liderazgo.