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Alfredo Arcos Castro

Reflexión

 Algo que me ha preocupado siempre es saber si el hombre es capaz de construir una sociedad más justa. Las sociedades en donde vive han elegido los caminos correctos para lograrlo o por lo contrario ha habido un descrecimiento material, cultural y espiritual que nos indique que el hombre ha herrado su camino. Aristóteles, planteaba lo siguiente: “El fin último del hombre es alcanzar la felicidad y esta solamente puede lograse en la medida en que el ser humano desarrolle de manera armónica sus potencialidades”.

Afirmaba que era ético todo aquello que lo acercaba a su esencia (inteligencia y sociabilidad) y por el contrario, sería antitético todo aquello que obstaculizaba o empobrecía su desarrollo.

Tomando como base estos principios Aristotélicos, las sociedades tienen la responsabilidad ética de posibilitar a los hombres las circunstancias económicas, políticas, sociales y culturales que les permita lograr su desarrollo integral, es decir, en las tres componentes de su personalidad tanto física, racional y espiritualmente. La pregunta obligada es cuestionarse si las estructuras sobre las que basamos nuestro desarrollo actualmente nos permiten concretizar y optimizar nuestras potencialidades. ¿Las estructuras actuales le permiten al hombre un desarrollo armónico mediante el cual logre la felicidad?.

Ante tal cuestionamiento, pienso que el hombre contemporáneo no cuenta con las circunstancias que le permitan desarrollarse integralmente. Desde mediados de los años cincuenta, sus afanes se dirigen a la búsqueda de satisfactores materiales. Con el derrumbe del socialismo y el triunfo del capitalismo como sistema económico dominante y la implantación de la política neoliberal que proclama el reino del mercado, nos ha llevado sin duda alguna a una total enajenación, en donde lo único que importa es producir, vender y consumir.

Lo que nos indica que las estructuras económicas de la sociedad contemporánea no están ordenadas a satisfacer las necesidades materiales primarias de la población. Para muestra un botón, en la conferencia internacional sobre nutrición celebrada en Ginebra en la década de los noventa, se manifestó que el hambre afectaba a ochocientos millones de personas y que diariamente morían cuarenta mil menores de cinco años, no dudamos que estas cifras actualmente han aumentado considerablemente. El fenómeno del hambre lo encontramos en los países llamados del primer mundo, segundo y tercero, se ha globalizado.

Una de las causas, dicen los expertos, es la ampliación de políticas económicas neoliberales, lo único que han logrado es concentrar la riqueza en pocas manos, dejando al margen a las grandes masas sumidas en condiciones infrahumanas, sin esperanza en un futuro mejor. En términos materiales, podemos afirmar sin lograr equivocarnos que si la población en estas sociedades actuales no pueden resolver el problema del hambre, muy difícil podrán desarrollar un potencial racional y espiritual.

Hoy en día las sociedades contemporánea están orientadas a la comunicación de bienes y capital, en donde el mercado de la pauta, todo se vende todo se compra. Las estructuras de la sociedad actual solo permite el desarrollo de las potencialidades humanas a una minoría privilegiada, aquella que fue capaz de acumular bienes y capital, dejando de lado a las grandes mayorías incidir en la toma de decisiones políticas de sus respectivos países para lograr un desarrollo mas justo, integral y armónico, y por ende lograr la felicidad. Lo dudo, lo dudo, la democracia sólo es un método para elegir representantes políticos y nada más.

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