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Centro de Derechos Humanos Tlachinollan

Tlapa, el caos como forma de gobierno

 El abandono, el desorden y la mentira son los espectros con los que cotidianamente tiene que luchar y enfrentar todo ciudadano que vive en el municipio de Tlapa. Impera el caos y la anarquía por la falta de planeación y de voluntad para asumir los retos de un pueblo grande que se ha quedado en el umbral para ser ciudad a causa de la voracidad de sus gobernantes y de obras intrascendentes que para nada revierten el deterioro de la vida de sus habitantes y de la escasa infraestructura para el desarrollo.

El mercado de Tlapa inaugurado por el ex presidente Ernesto Zedillo es una muestra clara de la corrupción y de la falta de visión para realizar obras para el futuro y de impacto regional.

El fracaso de la reubicación del comercio fijo y semifijo que tiene tomadas las calles del centro de Tlapa, es la marca de agua de un gobierno municipal que nunca pudo demostrar capacidad para contener mínimamente los graves problemas que ocasiona la basura que es un foco rojo para la salud de los tlapanecos, al igual que el río que corre por la cañada contaminado de aguas negras. Para estos problemas están cerradas las posibilidades financieras, todo se reduce a calles encementadas, a láminas de cartón, a construcción de aulas y a la entrega de despensas. Las comunidades indígenas siguen siendo tratadas como entidades atrasadas, manipulables, ingenuas y conformistas. El corporativismo político sigue siendo la forma más fácil para controlar las demandas de la ciudadanía, la cooptación de líderes es el método más socorrido para desactivar conflictos.

El aplazamiento de los problemas agrarios, políticos y religiosos, es la cauda lúgubre de un gobierno que prefiere que la gente se siga peleando y dividiendo en lugar de involucrarse y comprometerse en la reconciliación de las comunidades indígenas tan afectadas por el desprecio y la venganza.

Xalatzala vive un conflicto que lleva más de tres años y que ninguna instancia gubernamental muestra disposición para sentarse en la mesa y mostrar sensibilidad para escuchar la palabra de los olvidados. Hemos constatado que muchos conflictos se han polarizado por ese ninguneo y esa discriminación de las autoridades, que prefieren apoyar y aliarse con sus súbditos políticos para no perder clientela y se desentienden de sus responsabilidades públicas.

Tenango Tepexi, es otra comunidad indígena que desde hace 30 años enfrenta un conflicto agrario con el anexo de Zacapexco y que tuvo como origen la intervención de autoridades municipales y estatales al autorizarles su delegación municipal sin tomar en cuenta los sistemas normativos de este pueblo indígena. Ahora se encuentran en una situación límite que puede reproducir la escena trágica de 1979, donde murieron siete indígenas como consecuencia de esta misma conflictividad agraria. Esto se ha agravado con la presencia reciente del Ejército que con el pretexto de cortar el pelo, de reparar aparatos electrodomésticos y de restaurar su iglesia, busca meterse en el conflicto desde una perspectiva de la guerra de baja intensidad.

La dualidad de delegados municipales en varias colonias de Tlapa, representando a los grupos del PRI y del PRD y la duplicidad de autoridades indígenas como el comisario y el delegado municipal en una misma comunidad son expresiones de la ilegalidad y del uso faccioso de los cargos públicos que sólo fragmentan y destruyen el tejido comunitario.

La violencia juvenil se ha desbordado en el Zócalo de Tlapa y en las escuelas secundarias, cobrando varias víctimas de estudiantes que han sido apuñalados al salir de sus escuelas. Hay una pasividad total de las autoridades municipales ante este fenómeno social que hunde sus raíces en la falta de apoyos y oportunidades, de espacio y atención para los niños y jóvenes que sólo tienen su calle y su colonia como el único lugar para reafirmar su identidad rebelde.

La proliferación de prostíbulos disfrazados de cervecerías es un negocio rentable para las autoridades responsables de reglamentar estos giros. Los saldos son graves, se consiente la prostitución de menores de edad, se abusa de jóvenes indígenas que vienen en busca de trabajo para poder estudiar y se les somete a una actividad que las esclaviza y las denigra.

Ante la imposibilidad en el corto y mediano plazo de contar con un mercado funcional, amplio y digno en Tlapa, la barranca de El Jale se ha transformado en un mercado a la intemperie, donde los comerciantes se han apropiado de espacios que ponen en riesgo su vida y la de sus clientes. La corriente de agua que llega en la temporada de lluvias arrasa con sus mercancías y por desgracia siempre cobra víctimas.

Hace un año estuvieron a punto de morir varias familias de jornaleros agrícolas que quedaron atrapados dentro de un autobús, que fue embestido por las aguas, las piedras y los troncos que llevaba la barranca del Jale. Esta tragedia fue evitada por los vecinos de la colonia de Cuba que lograron sacar a la gente por las ventanillas. Fue la ciudadanía y no las autoridades las que intervinieron con gran valor y determinación para salvar estas vidas. En este año se han dado ya tres casos de niños y señores que han sido arrastrados por esta corriente, sin que se tomen medidas emergentes para prevenir más víctimas de desastres naturales.

Los escasos recursos que se destinan al campo siguen siendo jineteados y manejados de manera turbia por parte de las autoridades municipales. Sobre el caso del fertilizante se les niega información a los productores relacionada con los convenios que se firman con las empresas agroquímicas. Se les trata como clientes pobres que necesitan estar bien con el patrón para que los pueda tomar en cuenta. Se les obliga a pagar su porcentaje a tiempo con el argumento falaz de que ese pago les garantiza la entrega de su fertilizante en los meses de mayo y junio.

Sin embargo, este negocio está diseñado para beneficiar a los empresarios y a las autoridades municipales, nunca a los indígenas. Es un negocio de la clase política que discrimina a los indígenas, porque siempre llegan incompletos y a destiempo los agroquímicos a la región de La Montaña.

En este momento las comunidades de Atlamajalcingo del Río, Villa de Guadalupe, Tlaquilzingo, Tlaquilzinapa, Tlacuiloya, Ahuatepec Pueblo, Ahuatepec Ejido, Tenango Tepexi, Chiepetepec, Axoxuca, no cuentan con ninguna tonelada de fertilizante. Los productores vienen a Tlapa a escuchar la misma respuesta de que “los trailers ya vienen en camino”. Más de mil toneladas están pagadas por los indígenas con el compromiso de recibirlas a tiempo. Nadie asume la responsabilidad para hacer valer estos acuerdos firmados.

Al empresario y al político ni le va ni le viene que el indígena de La Montaña sufra porque su milpa está creciendo sin el insumo que necesita para asegurar su sobrevivencia. Se sigue haciendo negocio con el hambre de los pueblos, se sigue gobernando sin respetar la dignidad y los derechos humanos de los indígenas, se sigue apostando a que el pueblo no tiene memoria y que es incapaz de ser sujeto de su propia historia.

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