Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Nos agarramos de la lancha por que si no el patrón nos la cobraba

 Alfredo Mondragón * Javier Bailón Olea y Pedro Olmedo Baños, naufragaron, estuvieron dos días en el mar y vivieron para contarlo… a la prensa y a la televisión.Después de permanecer como naúfragos, miembros de la Armada de México rescataron el sábado a los pescadores de tiburones cuya frágil embarcación –un cayuco de nombre Hilari–, sucumbió a los embates de un mar embravecido por el mal clima.Durante su naufragio los pescadores sufrieron quemaduras de primer y segundo grado, principalmente por los ataques de malagua azul y por la insolación, así como también cuadros de deshidratación. El lunes fueron dados de alta del Hospital Militar Naval por la teniente Olivia Cruz Zamora, especialista en hematología. El tratamiento clínico consistió en rehidratación a base de suministrar suero vía intravenosa, aplicar crema de lanolina para las quemaduras y sustancia para los ojos, además de que se les recetó reposo durante 40 días, no asolearse durante el mismo periodo y varios medicamentos, explicaron las enfermeras.

 Los vientos del sur nos hundieron

 En entrevista antes de salir del nosocomio militar, los afectados narraron que el pasado miércoles, aproximadamente a las 9 de la mañana, salieron a alta mar de la playa Las Hamacas, a bordo del cayuco Hillari, de motor fuera de borda, con víveres y material de pesca.A ambos sobrevivientes se les observan quemaduras en todo el cuerpo, y ellos explicaron que en realidad fueron producto de los piquetes de las malaguas, y no tan sólo del sol.Pedro Olmedo enseñó su mano izquierda y dijo: “mira cómo me dejó el tiburón, jaló la cuerda y me quemó”.Los pescadores permanecieron todo el día y la noche del miércoles en el océano Pacífico, a 40 millas de la bahía de Santa Lucía, y lograron capturar un tiburón como de 50 kilos y otros seis más pequeños. Debido a la buena pesca el jueves por la mañana decidieron enfilar hacia el puerto.Sin embargo el mal tiempo se los impidió. Olmedo Baños recordó que de pronto comenzaron a entrar “los vientos del sur, el nivel del mar subió y la lancha prácticamente se hundió con una ola y se fue a pique la proa… en segundos todo flotó; mi capitán –en referencia a su compañero– estaba en el agua nadando y empezó el sufrimiento”, explicó.“El instinto de supervivencia nos hizo agarrar una hielera para flotar, porque la corriente te lleva y te mata. La lancha no se hundió totalmente, la proa quedó arriba y la popa en el fondo, en forma vertical”, agregó Bailón Olea.

 Los tiburones nos tenían miedo

 Los tiburones estuvieron merodeando –dijo Pedro Olmedo– pero “ya me conocen, me tienen miedo, nada más me vieron y se fueron, porque saben que si no, les doy una garrotiza… (en ese momento) no piensas en nada, sólo en sobrevivir”.El pescador continuó: “La corriente nos arrastraba más pa’tras. Nos amarramos con una reata a la lancha porque la corriente se la iba a llevar y el patrón me la iba a cobrar; la quería sacar”.Cuando estás metido en el mar “no hay diferencia entre el día y la noche. Teníamos la hielera amarrada que es una señal por si algún pescador la ve sabe que es naufragio. Nunca perdimos la fe, sabíamos que la íbamos a librar, aquí no hay que perder la paciencia”, agregó.Javier Bailón comentó que por el temor no podían dormir y sólo dormitaban por segundos agarrados a la lancha y a la hielera, y que sólo concentró su pensamiento en sus hijas Susana, de 14 años, y Jenny, de 15 años.Por su parte, Pedro Olmedi dijo que no pensó en nada más que en salvarse. “ni (siquiera pensé) en mi esposa”.A pesar de la experiencia, ambos afirman que tan pronto se recuperen regresarán a la mar para continuar la pesca del tiburón, porque es su única fuente de ingresos, y “toda la vida hemos vivido de esto”.Fue el sábado por la mañana cuando observaron en el horizonte un barco petrolero de Pemex, y con sus camisas empezaron a hacerle señas.Por la velocidad, el barco no pudo detenerse al momento, pero lanzó tres pitidos, señal marina de que hay hombres al mar, y dio aviso a la Sexta Zona Naval por la radio.Sin embargo, la primera embarcación en acercarse fue un barco pezvelero –del que no recuerdan el nombre– al que, casi sin fuerzas, Javier se subió, y a su compañero le lanzaron un salvavidas atado a una cuerda. Minutos después llegaron marinos de la Armada de México y los rescataron.Al recibir al reportero para la entrevista ambos comentan: “otra vez, ya vinieron de otros periódicos y la televisión… ya somos estrellas”, dijo sonriente Pedro Olmedo.

468 ad