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Con el apoyo de agrupaciones civiles dan educación y albergue a niños indígenas

* Invasores del PT y PNS han intentado despojarlos de un terreno que les fue donado para fundar la escuela indígena Netzahualcoyotl, dice la profesora náhuatl, Marina Sánchez Hernández

 Maricela Santos, corresponsal, Zihuatanejo * En la periferia de Zihuatanejo y con el apoyo altruista de extranjeros, la profesora náhuatl Marina Sánchez Hernández impulsa un albergue indígena en donde tienen acceso a la educación unos 300 menores de habla tlapaneca, náhuatl, amuzga y mixteca que han migrado desde las distintas regiones del estado a este municipio, atraídos por el desarrollo turístico y económico de la región.Este proyecto de educación para indígenas en la zona urbana, pretende ser retomado por el gobierno michoacano que encabeza el perredista Lázaro Cárdenas Batel a través del Instituto Nacional Indigenista (INI), pero a nivel estatal ha enfrentado desde la indiferencia hasta la codicia de grupos de invasores del PT y PSN que han intentado despojarlos del terreno que les fue donado para la construcción de sus instalaciones.Para Marina Sánchez, el origen de la escuela albergue indígena Netzahualcoyotl, fue producto de la problemática nacional que enfrentan los grupos indígenas que migran a la zona urbana para buscar un mejor nivel de vida, y que se encuentran con el constante atropello a sus garantías individuales, así como con el menosprecio de parte de los monolingües, lo cual inhibe el acceso a la educación.Pero ahora, y con el apoyo altruista de asociaciones civiles, la escuela albergue indígena iniciará este año la educación preescolar y proyectan que en el 2004, puedan ofrecer educación secundaria.“Los problemas que vimos en nuestra gente nos obligó a involucrarnos”, narra Marina, quien con su esposo Bernardo Benjamín Morales, llegaron a Zihuatanejo en 1986 provenientes de Copalillo, en la región náhuatl del Alto Balsas y desde entonces participaron en el comité de Defensa de los Derechos Indígenas en Zihuatanejo para tratar de evitar los atropellos de que son víctimas los indígenas migrantes en la ciudad.“Vimos cómo los indígenas que vienen huyendo de la crítica situación económica que enfrentan en sus pueblos, son víctimas de atropellos y enfrentan muchos problemas, porque de entrada, palpamos que se dedican a la albañilería, a la venta de artesanías y al trabajo doméstico. Pero son un sector muy vulnerable, que es atropellado por los policías y las autoridades que les decomisan sus mercancías, además en la zona urbana sus hijos son susceptibles a abandonar la escuela porque los marginan por su condición indígena”, asegura.“Había niños indígenas que repetían dos o tres años, no por falta de capacidad, sino porque no entendían el lenguaje”, dijo Marina, quien narró que en 1986, un grupo de personas de origen indígena se preocupó por garantizar la instrucción primaria a los niños radicados en Zihuatanejo, pues la mayoría de éstos, ocupaba su tiempo en vender artesanías en plazas y en las playas, ya que sus padres llegan a la ciudad a trabajar “y aveces los niños no son atendidos como debe de ser”.

Este grupo, lidereado por la profesora Marina y su esposo que es sociólogo, elaboraron un proyecto educativo de escuela albergue, el cual presentaron en 1990 a la SEG y fue aprobado hasta 1994. Un censo que efectuaron reveló que había más de 500 indígenas de las cuatro etnias de la entidad que radicaban en Zihuatanejo, concentrados principalmente en la colonia Primer Paso Cardenista que está en el anfiteatro, en una zona de difícil acceso, que es donde actualmente se encuentra la escuela Netzahuatlcoyotl.A partir de ahí –dijo Marina– comenzó la gestoría para la creación de escuelas indígenas bilingües en el puerto, pues tenía experiencia en este sector, al haber trabajado cinco años como directora de un plantel en el Alto Balsas. Explicó que llevaron a la SEG las peticiones de la fundación de la escuela bajo la premisa de que el área urbana requiere de estos centros por la migración del sector en búsqueda de alcanzar el desarrollo económico que no tienen en sus lugares de origen, “porque la siembra ya no da para comer, y es donde tienen más problemas para lograr los servicios de vivienda, salud y alimentación”.Manifestó que en 1994 la SEG aceptó el proyecto, pero es hasta el 2 de febrero del 2002 cuando se funda el inmueble del albergue, pero antes de ello enfrentaron problemas de desinterés por parte de los profesores que envió la SEG, falta de recursos económicos e intentos de invasión.Marina, que ayer domingo encabezó el desbroce de un terreno recién recuperado con el apoyo de padres de familia, narró que fue el 22 de noviembre de 1994 cuando la SEG envía al primer profesor “que llegó preguntando por la ubicación de la comunidad indígena”.Los primeros estudiantes fueron buscados por Marina y su esposo que fueron a las calles y a la playa a invitar a los menores que estaban dispersos vendiendo chicles, artesanías o fruta. Iniciaron las clases con “multigrado” en el jardín de un terreno prestado por el DIF municipal, debajo de unas palmeras, sentados en piedras y escribiendo en cajas de madera.Otro de los conflictos que describe, es que “todos los maestros que han llegado no le han puesto empeño ni han adquirido el compromiso. Sólo llegan a cobrar un salario”. Incluso –recordó con tristeza– que los padres de familia pugnaron por la salida de un profesor “golpeador” que fue sacado oportunamente para evitar que afectara el proyecto.Pero además encontró que los menores que asistían a la escuela no aprendían con facilidad, debido a los altos grados de desnutrición “porque vi y capté que era el hambre, porque los niños venían desde sus casas a pie, sin almorzar y sin tomar nada. Para entonces ya estaba la propuesta del ayuntamiento y a petición de la comunidad como maestra del grupo de primer grado, y entonces con nuestro salario empezamos a comprar al estilo de las comunidades indígenas un poquito de chiles verdes, jitomates, queso y tortillas para comer con ellos”. Entonces Marina ganaba 700 pesos quincenales que aportaba para la alimentación y para la gestoría ante la SEG, el INI, la SEP y la Secretaría de Gobernación.“Al tener la pancita llena, los niños mostraban interés por aprender cosas nuevas y eso motivó mucho para seguir en la educación indígena dentro de una zona urbana en donde generalmente los indígenas son menospreciados”.Pero Marina narró que otro de los conflictos que tuvieron que librar fue la dotación de un terreno de una hectárea ubicada en la Primer Paso Cardenista, el cual les dotó el ayuntamiento en 1997 pero fue peleado al año por dirigentes de precaristas lidereados por el PSN que querían el lote para vivienda.Con el fin de no continuar el conflicto, los profesores y maestros accedieron a que les quitaran 2 mil 200 metros cuadrados. “Preferimos ceder un pedazo a que nos lo quitaron todo”, dijo.Pero luego un grupo de precaristas encabezados por dirigentes del PT, invadieron otros 2 mil metros que recuperaron hace una semana, con la intervención del Departamento Jurídico de la SEG.Actualmente la escuela funciona con un edificio propio de ocho aulas, y el albergue está provisionalmente en un terreno de equipamiento urbano, donde bajo láminas de cartón y paredes de madera, resguardan literas que donó el INI para este albergue en donde hay una treintena de menores que reciben atención médica, educación y alimentación que es otorgada por organizaciones civiles, principalmente de extranjeros como Elisa Martín, del Club Rotario Internacional y Richard Bellack.No cobran cuotas de inscripción, y los menores van a veces semidesnudos o sin camisa, descalzos o sin bañarse “pero llegan, porque tienen capacidad y sólo necesitan oportunidades para aprender”.

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