Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

RE-CUENTOS

Los jesuitas

Para mí era incomprensible la manera como vivían los jesuitas que hacían trabajo popular en Ciudad Nezahualcóyotl.
Cuando mi amigo Francisco Quezada me llevó en 1974 a conocerlos confirmé lo que me decía acerca de su práctica cristiana. Vivían como la mayoría de los habitantes de esa parte del país que se estaba poblando de inmigrantes.
Las calles eran lodazales, las casas con techos de lámina de cartón y sin los mínimos servicios básicos.
Después conocí que también los militantes políticos maoístas se guiaban por principios parecidos bajo la consigna de ir al pueblo, hacer pueblo y vivir como el pueblo, sin la idea de dirigirlo sino de acompañarlo en sus demandas.
Pero más extrañeza me provocó saber que en la casa de los jesuitas a propósito no usaban lavadora ni tenían refrigerador. El colmo es que tampoco usaban licuadora, ése aparato tan revolucionario en la cocina que dejó en desuso al molcajete y al temolchin, para beneplácito de las amas de casa.
Entonces supuse que tampoco tendrían estufa, por eso pregunté con toda ingenuidad desde mi experiencia campesina:
–¿A dónde van a cortar la leña para hacer lumbre?
Claro que guisar con leña en la ciudad hubiera sido un absurdo, pero eso lo pensé después.

 El Pájaro

El comité delegacional del PMT en Coyoacán era de por sí antisolemne e irreverente, todo lo contrario con el culto a la personalidad que en aquellos años todavía caracterizaba a la izquierda.
Como ningún otro órgano del partido, el delegacional de Coyoacán era ajeno a la jerarquización partidista y a propósito nos revelábamos contra cualquier actitud autoritaria que viniera de quienes se sentían por arriba sólo por el hecho de pertenecer a un órgano superior del partido.
Esa actitud rebelde de nosotros nos ganó inmediata animadversión de quienes dirigían al comité estatal del partido, particularmente de Eduardo Valle, mejor conocido por su apodo de El Búho, viejo y protagónico dirigente estudiantil en el movimiento del 68, quien ocupaba la presidencia del partido en el DF y lo considerábamos incondicional de la dirigencia nacional que encabezaban Heberto Castillo y Demetrio Vallejo.
Quizá ayudaba a ése espíritu autonómico, igualitario y rebelde que nos hizo populares entre el partido del DF la formación intelectual liberal y la práctica política, fuera de partidos, de muchos de sus miembros entre los que se contaban experimentados activistas del 68 que habían viajado a Europa para prepararse académicamente y que ya en nuestro país vieron al PMT como una opción partidista poco contaminada de la vieja ideología comunista.
Varios de esos intelectuales que formaban parte del comité delegacional del PMT en Coyoacán participaron en la fundación de la UAM y quizá entre ellos había una animadversión hacía El Búho nacida desde la época del movimiento estudiantil, lo cierto es que con la información interesada del comité estatal hacia el nacional sobre cierta conducta del delegacional de Coyoacán que les parecía alejada de la táctica seguida por el partido, pronto fuimos requeridos ante la presencia del comité nacional en una especie de juicio político que parecía perfilarse para una sanción.
Tanto el ingeniero Heberto Castillo como el viejo dirigente ferrocarrilero, Demetrio Vallejo, estaban muy serios escuchando a El Búho convertido en un actor que vehemente hablaba en contra nuestra, como si se tratara de enemigos del partido que pronto seríamos sacrificados.
El Búho aducía que en nuestro comité caracterizábamos de excesivamente pragmática la postura del comité nacional ante problemas coyunturales del país, lo cual a su modo de ver  era lesivo para la salud interna del PMT, que no debía dejarse pasar para evitar que el hecho se repitiera.
Cuando ya sentíamos que la sanción para los integrantes de nuestro comité se avecinaba por la severidad con la que nos veía Demetrio Vallejo, la discusión dio un giro inesperado cuando se le concedió la palabra a Raúl, un compañero psicólogo egresado de la Sorbona de París que inició su discurso refiriéndose a El Búho.
-Quiero refutar todo lo que ha dicho el compañero de lentes cuyo nombre no retuve pero  creo que le dicen El Pájaro.
Esa intervención de nuestro compañero rompió el hielo en la actitud de los dirigentes nacionales que cambiaron la severidad por una carcajada  ante la  ocurrencia de confundir a propósito el apodo de El Búho del ex dirigente estudiantil Eduardo Valle por el irreverente del El Pájaro.
El Búho hizo un coraje entripado porque no pudo responder ni por alusiones, pues consideró que peor quedaría si hacía énfasis en que su apodo no era El Pájaro sino El Búho.
En ésa confrontación salimos tan bien librados ante la dirigencia nacional que pronto se reconoció en el DF la suficiencia intelectual del comité delegacional de Coyoacán.

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