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Moisés Alcaraz Jiménez*

Argentina, un gran avance

 

 

 

 

La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, dio a conocer el pasado lunes un proyecto de ley de expropiación de la empresa petrolera Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), filial de la transnacional española Repsol, después de responsabilizar a ese consorcio de generar una peligrosa caída en la producción del hidrocarburo y propiciar un incremento en la importación de productos derivados del petróleo que ocasionó un severo déficit comercial en aquel país.

El proyecto será enviado el miércoles al Senado de aquella República donde al día siguiente será debatido y turnado posteriormente a la Cámara de Diputados. El Poder Legislativo está dominado en ambas cámaras por una mayoría de partidos afines a la mandataria que seguramente respaldarán la decisión tomada.

Cuidando sus jugosas ganancias Repsol dejó de invertir lo suficiente para mejorar la producción de hidrocarburos que requiere el desarrollo económico. Después de que Carlos Menem inició el proceso de entrega de la industria petrolera a Repsol, Argentina perdió el autoabastecimiento que obligó al país a destinar cuantiosos recursos, que este año llegarían a 12 mil millones de dólares, para importar el producto, en tanto que la transnacional año con año ha visto mejorar sus ganancias.

Más que un asunto del orden político o ideológico la decisión tomada por la mandataria obedece a una realidad económica y social donde ya no es posible tolerar un modelo de desarrollo sustentando en la voracidad del capital especulativo transnacional y en multinacionales depredadoras que han infestado a Latinoamérica y sólo le han dejado miseria, marginación y olvido.

Las políticas neoliberales implantadas por gobiernos de derecha en los países pobre de América desde la década de los ochenta sólo han generado en estas naciones condiciones de vida infrahumanas, situaciones de pobreza devastadora con cero niveles de bienestar social.

El desarrollo de una nación no puede depender de consorcios mundiales especializados en el saqueo de los recursos de los países que dominan y que han constituido un verdadero neocolonialismo. Esas empresas y el capital especulativo, aliados a clases políticas criollas serviles y corruptas, jamás podrán traer progreso a los países pobres porque su esencia es la expoliación y la acumulación enfermiza de dinero a costa de depauperar hasta la saciedad a poblaciones enteras que languidecen en la insalubridad, el desempleo, la inseguridad, la desnutrición y el analfabetismo, mientras los estados bajo su hegemonía y en manos de la ultraderecha, abdican de su función primordial de garantizar niveles mínimos de bienestar social.

El neoliberalismo sólo ha traído mayor dependencia de los países periféricos que sobreviven bajo el dominio de las transnacionales depredadoras que en la mayor parte del mundo tienen a su servicio a gobiernos locales que les allanan el camino para el saqueo. Es mentira que esas empresas generen desarrollo, lo que han traído es una miserable neoesclavitud en lo que para ellas son países-paraísos con ejércitos numerosos de trabajadores de reserva donde los pocos que encuentran ocupación se ven obligados a recibir sueldos miserables y tratos crueles.

Lo que ahora busca Argentina, como también lo hacen otros países, es liberarse del yugo neoliberal, buscar caminos propios al verdadero desarrollo, como lo hizo Lula en Brasil, y dejar atrás las nefastas recetas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial que sólo han traído más atraso y subdesarrollo al continente, e inclusive al llamado mundo desarrollado, como ahora ocurre en Grecia y pronto lo veremos en España.

Argentina busca ahora la autosuficiencia energética perdida a partir de la llegada del neoliberalismo que transfirió la riqueza petrolera de aquel país al capital transnacional. En México tenemos también amargas experiencias a partir de la llegada de ese modelo. Somos también ejemplo vivo del retroceso social que conlleva el neoliberalismo, que genera riqueza y la acumula en unas cuantas manos, pero que no tiene ninguna posibilidad de distribuirla.

Lo peor en México estaría aún por llegar porque mientras en otros países se buscan rutas alternativas al neoliberalismo, donde los estados nacionales retomen su función social, en nuestro país se habla que de conservar el poder el PAN o de llegar el PRI a Los Pinos, Pemex y la CFE estarían en peligro de ser entregados al capital transnacional. El desastre está a la vista.

 

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* El autor es director estatal de Gobernación

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