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Alfredo Arcos Castro

El nuevo PRI, nada distinto, nada preciso

 Algunos estudiosos de las ciencias sociales entre ellos el analista político, José Antonio Crespo, se preguntan ¿cuál es la ideología del nuevo PRI? ¿Qué lo distingue de los otros partidos? ¿Cuál es su oferta política ahora que ha dejado de ser un partido hegemónico? La respuesta ha estas interrogantes la encontraremos en las resoluciones de la 17 Asamblea y en el discurso de Roberto Madrazo, presidente del PRI a nivel nacional, del 26 de mayo.

En el pasado el PRI fue un partido pragmático y ambiguo. Nunca tuvo una ideología propia como fue el caso de los comunistas, fascistas o los nacional-socialistas. La ideología de la Revolución Mexicana fue monopolizada por el PRI, la utilizó como fuente principal de legitimidad excluyendo a los partidos opositores. Por muchos años, la ideología de la Revolución Mexicana fue su guía y acción política. Pero incluso esa ideología tradicional no fue homogénea, se compuso de elementos distintos y en ciertos caos antagónicos.

En la práctica, abarca posiciones de izquierda hasta de derecha, lo cual le permitió navegar por amplias aguas ideológicas según la orientación de el presidente en turno y de las corrientes mundiales predominantes. Sin duda, la flexibilidad ideológica, la ambigüedad y el carácter pragmático nos explica buena parte de su hegemonía en el país.

A partir del gobierno de De la Madrid, el neoliberalismo apareció en la escena mexicana, impulsado por la tecnocracia priísta, puso en jaque la ideología de la Revolución Mexicana. El priísmo tradicional reconoció como tronco común la ideología del llamado “nacionalismo revolucionario”, una mezcla de los principios difundidos por Calles, Cárdenas y Alemán asociados al compromiso con las clases populares. Fueron quienes abiertamente se opusieron al neoliberalismo de los tres últimos gobiernos De la Madrid, Salinas y Zedillo. Con el triunfo de Fox, son muchos los priístas que asumen que desviaron su camino y hoy pretenden volver a la ideología de la Revolución Mexicana, para así retomar el poder.

En la 17 Asamblea se reiteraron los viejos ideales a favor del campo, los obreros, los sectores populares, los jóvenes, las mujeres; la búsqueda de la democracia y la justicia social, “nuestra fuerza histórica y nuestra razón de ser”. Se reivindica el proyecto histórico de la Revolución Mexicana, con toda amplitud y ambigüedad ideológica que ello supone. Nada nuevo, nada diferente al pasado. El PRI propone una política económica supuestamente nueva, pero en realidad es la llamada “economía mixta y planeada bajo la rectoría del estado”, es decir: el programa que prevaleció en la etapa anterior del neoliberalismo, aunque ahora le a dado un nuevo nombre “nacionalismo democrático”.

También el tricolor se pronuncia “por transformar el crecimiento económico por un desarrollo justo y equitativo. El supuesto es que el mercado no ha podido distribuir equitativamente los beneficios del crecimiento y por lo tanto el Estado debe de regular el proceso. Este planteamiento lo hemos escuchado por más de setenta años, prometen, que hoy si lo van a llevar acabo, cueste lo que cueste.

El nuevo PRI reconoce la necesidad de renovar el mercado “como objetivo de promoción y a la vez como palanca de desarrollo”. Por supuesto, el nuevo partido se vanagloria de los tratados de libre comercio neoliberalismo, la apertura económica y el estímulo a la competitividad del aparato productivo con lo que rescata la parte esencial del criticado neoliberalismo.

Al respecto Madrazo dijo hace poco: “Pensamos que debe haber tanto mercado como sea posible, pero tanto Estado como sea necesario para garantizar certeza institucional y justicia social”. El nuevo PRI se pronuncia como un partido incluyente donde caben “todas las expresiones sociales de nuestro pueblo”, se admite a los empresarios que están comprometidos con los ideales del propio partido. En el pasado los empresarios fueron considerados como “adversarios de clase”. No cabe duda que el pragmatismo y la indefinición siguen siendo los rasgos que definen el quehacer del PRI en esta nueva realidad. Ver para creer.

El dirigente del PRI a nivel nacional, Roberto Madrazo, en su discurso refrenda el valor de los viejos principios del partido, los históricos: “Los que nos dieron origen, esos que no han cambiado, que no cambiaran”. La ideología del nuevo PRI, apunta Madrazo, es de corte “social demócrata” totalmente opuesto a lo dicho por la 18 asamblea, quizá sea un capricho personal o la mera intensión de dirigir el partido hacia esa dirección, en el futuro inmediato.

Madrazo asegura que el PRI no está ni a la izquierda ni a la derecha, sino todo lo contrario, y llama ha esa posición “centro progresista”, igual que Salinas cuando realizó su campaña presidencial. Madrazo asume posiciones que privilegian la justicia social por encima de la democracia política. De hecho, esto fue lo que hizo el PRI después de la posrevolución.

Esta idea nos lleva a pensar en que hay un rechazo a la democracia política, al fin el presidencialismo fue un régimen que nunca acepto por convicción la democracia si no por obligación. Al ensalzar a la democracia social desvinculada de la democracia política pone en tela de juicio al proceso de transición democrático en el país. Al respecto, Madrazo dice: “No compartimos la visión liberal que pretende una democracia sin adjetivos, donde los pobres y los ricos sólo se igualan en su derecho a votar”.

Que yo sepa, ningún partido está proponiendo ese tipo de democracia, posiblemente sea una falacia del tabasqueño para recuperar votos, pero también contribuye a minar el respaldo a la incipiente democracia al presentar como antagónicos e incompatibles a la democracia política y la social.

En suma, lo que vemos en el “nuevo PRI” es la tradicional ambigüedad y la amplitud del ideario priísta, un renovado pragmatismo que abarca parte del centro ideológico sea este progresista o no y piensa que con estas “nuevas armas”, puede restaurar su dominio. Gatopardismo puro”.

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