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Alejandro Díaz Garay

Apagones ¿deliberados?

En los albores del Siglo XXI asistimos a una crisis energética mundial de dimensiones nunca antes conocidas. A pesar de las voces de alarma que ambientalistas preocupados por su entorno, lanzan a los cuatro vientos, pareciera que la mayoría de la ciudadanía y algunos gobiernos no ven un riesgo mayor.

Los Estados Unidos, nuestro verdugo, ¡ahora hasta en el fútbol!, a través de su presidente, George Bush ha diseñado un plan energético que va más allá de estrategias de corto plazo como los apagones de luz y el aumento en los precios de las tarifas por la venta de energía eléctrica (doméstica, comercial e industrial).

Existe un déficit de energía que tiende a ensancharse con el tiempo. El problema energético es fundamentalmente falta de oferta ante una creciente demanda de energía. Según cálculos del gobierno norteamericano, en los próximos 20 años, el consumo de petróleo en los Estados Unidos aumentará en un 33 por ciento y la demanda de electricidad en un 45 por ciento.

El diseño de autos compactos y semicompactos tenían como estrategia fundamental el disminuir el consumo de energético sacrificando la comodidad y el confort que brindaban los autos hasta el segundo boom petrolero (1979).

En los últimos diez años han dejado de operar 37 refinerías en EU sin que se haya construido una sola en los últimos 25 años. La estrategia del Plan Bush es diversificar las fuentes de energía limpia y de costo razonable, “para no depender de la importación de petróleo y no poner en riesgo la seguridad nacional, que depende considerablemente de nuestra capacidad energética, en las manos de países extranjeros, algunos políticamente inestables”: México, Venezuela y países del Medio Oriente.

Dentro de las fuentes alternas de energía y renovables se menciona la eólica, la solar, la de biomasa y la geotérmica, sin descartar la energía nuclear.

El Plan Energético de Bush busca modernizar la infraestructura energética para que los Estados Unidos cuente con una red de distribución confiable y de alta tecnología. Esta red de distribución incluye otras fronteras, como la de México. En el documento se insiste en que la distribución ya no debe verse como un problema local o regional. Los grandes avances de la tecnología, se señala, ahora permiten que una región pueda depender de otra para su energía.

El la síntesis se menciona que “Estados Unidos, México y Canadá establecieron recientemente una Iniciativa Energética de Norteamérica dirigida a estimular, expandir y acelerar el desarrollo de recursos energéticos. Bajo esta iniciativa se explorarán maneras de mejorar las conexiones eléctricas, de petróleo y de gas natural entre los tres países”.

En el Plan también “se promueve la construcción de nuevas plantas generadoras de energía y de refinerías así como de una nueva red de transmisión energética de alta tecnología a nivel nacional, acelerando los permisos requeridos para hacer mejoras a la infraestructura y eliminando obstáculos regulatorios que perjudican a los consumidores, impidiendo que tengan cuentas de energía más bajas y servicios de energía en los que puedan confiar”.

En 1975, siendo presidente Luis Echeverría Alvarez, la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica se leía así: “Corresponde exclusivamente a la nación, generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de servicio público, en los términos del artículo 27 constitucional. En esta materia no se otorgarán concesiones a los particulares y la nación aprovechará, a través de la Comisión Federal de Electricidad, los bienes y recursos naturales que se requieran para dichos fines”.

Diecisiete años después el presidente del llamado liberalismo social, Carlos Salinas de Gortari emitía un decreto que reformaba, adicionaba y derogaba diversas disposiciones de la citada Ley, tales como la posibilidad de que particulares generen energía para autoconsumo, venta a la CFE e incluso para su exportación, contraviniendo lo dispuesto en los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución Mexicana.

Con estos antecedentes no es muy difícil advertir que con los apagones el presidente Vicente Fox pretende crear la costumbre de que la empresa pública es altamente ineficiente y que seguirá peor que ahora, pues cada día aumenta la demanda y cada vez las plantas generadoras entran en una etapa de obsolescencia. El mensaje es muy claro: o aceptamos que los gringos sean quienes, de aquí pa’l real, nos vendan la luz o debemos aceptar que los apagones formen parte de nuestra vida cotidiana.

¿Y nuestras sagradas leyes?; ¿dónde ha quedado nuestra soberanía?; ¿tendremos acaso un proyecto de seguridad nacional?

Cuál ha sido nuestra experiencia con el TLC, ¿ya salimos de pobres?, ¿ya no hay desempleo?, ¿ya mejoramos nuestros salarios?, ¿ya pertenecemos al primer mundo?, como insistentemente nos decía el presidente Salinas y sus agoreros.

La siembra de temores, la incertidumbre ante lo que vendrá, son métodos psicológicos perversos para orillarnos a tomar una decisión sin alternativa y lo que es peor sin solución a nuestros problemas, sí al problema de crisis energética de los Estados Unidos, ¿y nosotros, cuándo?

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