Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Maclovio Sautto Vallejo

Universidad de organizaciones

 De las dos a las siete de la tarde, con un receso para comer, el Consejo Universitario (CU), sancionó el proceso de elección de directores, consejeros de unidad y consejeros universitarios, de todas las escuelas y facultades de la UAG.

Poco antes del inicio, me encontré en los pasillos de Rectoría a Antonio Montoro, dirigente del FAUG quien me informaba que estaban haciendo un conteo de cuántos consejeros y directores eran de FAUG y estimaba que andarían en un 40 por ciento.

Pensé, con este porcentaje habrá una fuerte oposición en el CU y con seguridad –conforme a los planteamientos del FAUG–, tendremos un CU fuerte, con capacidad de garantizar una conducción de la universidad con base a planteamientos académico-políticos claros, donde la pluralidad y la confrontación de ideas –sin lugar a dudas– generarán una educación crítica y pertinente.

Debo confesar a mis lectores, que por un momento fui invadido por una rara sensación de alegría y tristeza, porque con esta conformación el próximo Consejo Universitario empezaría a sentar las bases de una nueva relación política entre los universitarios, cosa que me causa alegría y tristeza por no poder ser uno de sus actores.

Olvide preguntarle a Montoro cómo iban las pláticas en la mesa de diálogo y concertación para la gobernabilidad de la UAG (o como se llame), auspiciada por el gobierno del estado. También me encontré con Efrén Marmolejo, otro prominente dirigente del FAUG y maestro de la Facultad de Matemáticas (misma en la que yo laboro –aunque en diferentes unidades), a quien le pregunté cómo se había resuelto el mal registro que la Comisión Electoral hizo de la planilla única de consejeros de unidad estudiantil, en la cual no registraron a todos, ni respetaron el orden de propietarios y suplentes, informándome que no había problemas al respecto.

En ese momento llegó el profesor Bazán quien resultó perdedor por pocos votos en la Preparatoria de Chilapa y estaba preocupado si se cumpliría con el viejo acuerdo del CU de otorgarle a los perdedores las subdirecciones cuando el porcentaje de la votación era mayor al 40 por ciento, informándonos –Efrén– en ese momento, que eso ya era un acuerdo con la Rectoría.

Estábamos en esta discusión cuando pasó el secretario gde la UAG y me informó que ya íbamos a abordar el punto del contralor (donde yo tenía que informar) y que era posterior a la sanción de la elección de directores y consejeros de unidad, cuando entré ya se estaba votando el dictamen de la Comisión Electoral, sin observación alguna. No vi a mis compañeros de la maestría de ciencias sociales, quienes días antes, me habían comunicado que la Comisión Electoral en un acto injustificado y por demás arbitrario les había negado el derecho de celebrar su proceso de elección. ¿Por qué no se dio lectura al dictamen de la Comisión de Garantías? ¿Dónde quedaron sus observaciones sobre la determinación de la CE de no permitir participar como aspirantes a consejeros universitarios a quienes aspiraban a ser directores, cuando en ningún lado de nuestra legislación se prohibe?

Quiero volver a repetir en este espacio, que el núcleo principal de esa comisión, dejó de participar en las organizaciones políticas que venían haciéndolo y tuvieron una actuación imparcial y pensando siempre en nuestra universidad, en particular el decano de la universidad, Arturo Ulloa; Carlos Berber Reséndiz y el profesor Eloy Cisneros Guillén.

Esta comisión analizó y dictaminó muchas de las impugnaciones que se presentaron a la CE y que por diversas razones nunca dieron respuesta. ¿Dónde estaban los compañeros del FAUG exigiendo el cumplimiento de nuestra normatividad? ¿Por qué se había dejado solo a los miembros de la Comisión de Honor y Justicia en su exigencia de presentar su informe? No hubo discusión alguna.

Después de la calificación de directores, a propuesta del rector, se ratificó el viejo acuerdo de conceder las subdirecciones a los perdedores, cuando el porcentaje de sus votos supere el 40 por ciento de la votación, confirmando de esta forma lo que me había comunicado Efrén Marmolejo.

Cuando presenté el informe del proceso de selección de contralor general de la UAG, que fue declarado desierto por los evaluadores externos bajo el argumento de no haber presentado la cédula profesional de maestría, a pesar de haber aclarado que era determinación del Consejo no exigirla en este periodo de elección, propuse a título personal que se repusiera el proceso para estos compañeros solicitantes o en su defecto en la próxima convocatoria se exigiera explícitamente la presentación de la cédula profesional de la maestría.

En vez de votarse esta petición, se procedió a votar el dictamen de la Comisión (¿reponerse el proceso? ¿emitir otra convocatoria? O ¿simplemente declarar desierto el concurso?), se votó y después a petición del presidente me despidieron con fuerte y caluroso aplauso.

Sentí lo que han de haber sentido mis compañeros de la Comisión de Honor y Justicia, la soledad, el abandono, ¿dónde estaban los amigos de Irma Ferrusca? ¿Sus compañeros del FAUG? ¿No la habrían negociado desde antes en la mesa de concertación o como se llame? Después de este punto me salí del Consejo y fui a hacer tramites administrativos –aprovechando que estaba en Rectoría–, ahí me informaron que dejara de preocuparme por los aspirantes a contralor general, a uno de ellos, Protacio Rafaela, lo habían maiciado –en el pasado proceso electoral de la FECA, para apoyar al candidato oficial–, nombrándolo director en el área financiera de nuestra universidad, a lo que contesté, ese no es problema mío, sino de él y que yo seguiría haciendo lo que considerará correcto.

Estos hechos, me sugieren que la mesa de diálogo y concertación para la gobernabilidad –de las organizaciones políticas por encima de los universitarios– auspiciada por el gobierno del Estado va sobre ruedas. Pisoteando con los hechos, todo principio de autonomía, secuestrando de esta forma el CU constituido mayoritariamente por miembros incondicionales o supeditados a las organizaciones políticas.

De entre los nuevos Consejeros Universitarios, hay quienes entienden que por encima de los intereses de las organizaciones, están los intereses de la universidad, espero que asuman su papel y tengan el valor de levantar su voz para exigir que las propuestas para la conducción de nuestra universidad, se analicen, discutan y sobre todo se decidan en nuestro Consejo Universitario.

Al menos estará siempre presente la voz de nuestro decano, que para desgracia de nuestras organizaciones, nunca podrán, acallar sus observaciones. Espero que su salud y determinación se lo permitan por muchos años más.

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