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Llega Ericka Zamora a un pueblo con más pobreza y represión que en 1998

* Aparecen en el camino pintas que dicen que las Fuerzas Armadas de Liberación de Pueblos Indígenas dan la bienvenida a la estudiante * El dirigente de la OIPMT, Arturo Campos, dice que es una estretegia del gobierno para seguir la militarización y que no se sabe que exista ese grupo

Maribel Gutiérrez, enviada, El Charco * A cuatro años de la masacre de El Charco, las aulas de la escuela bilingüe Caritino Maldonado siguen abandonadas, en lo alto de una loma en el centro de esta comunidad mixteca, que el 7 de junio de 1998 fueron ocupadas por el Ejército. Una capa de pintura blanca, muy ligera, tapó ya los cientos de parches que se veían hasta el año pasado, cada uno correspondiente a una bala que soldados al mando del general Alfredo Oropeza Garnica dispararon contra indígenas, alfabetizadores y guerrilleros del ERPI que estaban pernoctando en dos salones. Ya no se pueden contar las huellas que dejaron las balas en las paredes de las aulas, La comunidad decidió pintar, “porque estaba feo”, dice el comisario, José Teodoro Fidencio. Pero aún hay rastros del tamaño de la violencia del ataque militar contra la escuela indígena, en las aulas traseras: aunque sólo de paso fueron baleadas, en una de ellas una ventana y una puerta tienen en los marcos de fierro 25 orificios de bala.

El párroco de La Concordia, Inocencio Silverio, originario de la comunidad mixteca de Quiahuitepec, que dio la misa en su idioma indígena por el cuarto aniversario de la msacre, explicó que estas aulas quedarán abandonadas para siempre, porque las costumbres mixtecas indican que un lugar donde hubo una muerte violenta, donde se derramó sangre, no puede seguirse usando; queda como lugar sagrado. Además, los niños son muy delicados y se pueden enfermar. En un pasillo, entre las aulas y la cancha de basquetbol, donde hace cuatro años estuvieron tirados, en bolsas negras de plástico los cadáveres de los once muertos, se hizo un altar, con palmas, cadenas de flores de cempasúchitl y velas. La víspera, el velorio del sitio sagrado duró toda la noche, de acuerdo con las costumbres mixtecas. En la mañana rezaron por los muertos en la misa que contó con la asistencia de más de 600 personas, de ellos unos 200 habitantes de aquí, de los pueblos vecinos, de la ciudad de Ayutla como el presidente municipal y el síndico, de organizaciones sociales de otros municipios de Guerrero, y del Comité Estudiantil Metropolitano del DF.

Los jóvenes defeños universitarios vinieron acompañando a Ericka Zamora Pardo, la estudiante de la UNAM que se encontraba aquí con su compañero Ricardo Zavala, uno de los 11 muertos, para alfabetizar a los campesinos, y por eso fue acusada de rebelión, conspiración y portación de armas, y estuvo en prisión cuatro años, y fue liberada el 30 de mayo, absuelta de esos cargos que no tenían sustento, lo mismo que el también sobreviviente de la masacre de El Charco, Efrén Cortés Chávez.

 

Los guerrilleros salieron de las aulas para alejar el fuego de los civiles

 

Al final, en una entrevista frente a una cámara de televisión, Ericka Zamora, con lágrimas, respondió a la pregunta de qué sintió y pensó al volver a este lugar donde hace cuatro años fue detenida y sus compañeros muertos y heridos y arrestados.

–Mucha tristeza, dolor, recordar a 11 compañeros, cuyo único anhelo era vivir mejor, luchar por vivir mejor.

–¿Cómo llegaste aquí, y qué proyectos tienes ahora?

–Llego aquí a invitación de la Organización Independiente de Pueblos Mixtecos Tlapanecos. Ricardo (Zavala) y yo íbamos a iniciar una campaña de alfabetización aquí en la zona. Para el futuro voy a seguir en la escuela (la UNAM) y voy a volver a esta zona a alfabetizar, a través de la Organización Independiente de Pueblos Mixtecos Tlapanecos.

–¿Después de cuatro años, qué cambios ves en la comunidad? Porque parece que sigue igual, y lo único nuevo es que ya hay luz.

–Creo que las necesidades siguen siendo las mismas, salvo lo que se menciona, desgraciadamente tuvieron que morir 11 personas para que por fin se electrificara este lugar. Pero las necesidades siguen siendo las mismas: flata de apoyo para el campo, la educación, salud, alimentación. Nada se ha resuelto.

–Quizás otra diferencia es la militarización, que antes de la masacre no era tan intensa o tan evidente, y desde entonces ha habido más muertos, sobre todo los organizadores de las comunidades y de los movimientos.

–Desgraciadamente el gobierno sólo se acuerda para reprimir a las comunidades, y no hay cambio, a pesar de los discursos.

–Crees que esté peor la situación que hace cuatro años?

–Creo que sí, porque ahora la represión es más constante, y solamente en eso se han acordado de los pueblos indígenas.

–Ayer, el ERPI, en un comunicado en el que rinde un homenaje a los caídos, nuevamente reconoce que ahí estaba su capitán José, tres combatientes, y que los otros siete muertos eran de la población civil ¿Qué visión tienes acerca de esto?

–Efectivamente, había algunas personas que estaban armadas. Sin embargo, estas personas lucharon en todo momento para que las vidas de los civiles fueran respetadas, pero nunca se hizo así. Y en un intento de salvarnos, en un intento de alejar el fuego de nosotros, salieron”.

La visión de Ericka Zamora sobre la pobreza y la represión la comparten los sobrevivientes de la masacre, como Alfonso Oliva Morales y Anastacio Ramírez Simona, que estuvieron un año y medio en prisión en Acapulco, acusados de conspiración y rebelión. Dicen que en los pueblos de esta área hay más pobreza, por las familias que se quedaron sin el padre, que les daba el sustento, y para para siempre estarán solas y sin apoyo. También las que estuvieron sin padre temporalmente, porque estaban en la cárcel. Reconocen que antes de la masacre de El Charco no era tan intensa la militarización, y ahora viven con el miedo permanente a que el Ejército haga una nueva masacre, como la de hace cuatro años.

 

Pintas en el camino: FALPI

 

Es tiempo de lluvias, y los caminos de la región indígena de Ayutla están intransitables. Para llegar a la conmemoración de la masacre de El Charco casi todos los visitantes tuvieron que subir a pie por caminos lodosos de las montañas. Cerca del crucero de Tepuente, a unos 10 kilómetros de la ciudad de Ayutla y a 20 de El Charco, en una barda, dentro de una propiedad privada cercada y cerrada apareció este viernes 7 una pinta con letras negras, grandes: “Bienvenida Erika Zamora. FALPI. Fuerzas Armadas de Liberación Pueblos Indígenas”.

Muy cerca se vio una segunda, en una piedra, en la vía pública que sólo decía FALPI. Los visitantes vieron estas pintas con desconcierto y sorpresa. No se habían conocido antes estas siglas. El dirigente de la Organización Independiente de Pueblos Mixtecos Tlapanecos (a la que pertenecían los muertos de El Charco y todas las comunidades mixtecas y me’ paa de esta región), Arturo Campos Herrera descartó la posibilidad de que se trate de alguna organización real. Explicó que en las comunidades indígenas no se ha sabido de la presencia de ningún grupo armado. Además en el área en que están las pintas hay una permanente presencia del Ejército, con un retén militar en el crucero de Tepuente a Roca Colorada, y no podría llegar algún grupo armado real. Dijo que se ha visto incluso a militares y policías que andan encapuchados para confundir.

Consideró que esas pintas son una estrategia del gobierno para justificar que siga la militarización, que la Organización ha denunciado permanentemente, y para tratar de mostrar que Ericka Zamora tiene vínculos con grupos armados, y que por eso uno de ellos le da la bienvenida.

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