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Edgar Neri Quevedo

REGISTRO DE CONTRIBUYENTES

* ¿Hacia un nuevo Instituto Guerrerense de la Cultura?

Muchos elementos han contribuido a que el Instituto Guerrerense de la Cultura se muestre actualmente, y con esto no quiero decir que alguna vez estuvo en mejores condiciones, en un estado verdaderamente lamentable.

Recientemente se realizaron las Jornadas Alarconianas, y tratándose de la versión número quince del festival, considero que debió hacerse una programación si no fastuosa, sí cuando menos apropiada para la celebración.

No ocurrió así. La titular del Instituto Guerrerense de la Cultura incluso no asistió a la clausura, demostrando con ello un infinito desdén hacia el festival. Sorprende que la titular de la entidad encargada de la organización de las Alarconianas decidiera no acudir a la clausura. Aunque, pensándolo bien, nadie se percató de la ausencia y ni siquiera se le extrañó.

El IGC en el papel es un organismo público descentralizado de la Secretaría de Educación, y con esto su capacidad potencial es infinita. En la realidad, la titular no muestra disposición para acercarse a otras instituciones, a grupos independientes y organismos promotores de la cultura.

Hace unos días recibí un documento conteniendo el proyecto del convenio de colaboración y coordinación cultural y artística entre diversas dependencias. El documento se extravía en una serie de argumentos que evidencian que su autor o autores simplemente buscan un acto protocolario, la presencia de sus jefes, la fotografía, y nada más. Absolutamente nada más.

Si no, vayamos al grano. En el documento se menciona “la situación actual de la promoción cultural, en la entidad guerrerense ha venido funcionando desarticuladamente; los subsistemas escolares, instituciones, asociaciones, clubes y grupos que promueven la cultura, imparten y organizan sus actividades de manera independiente”.

Y qué bueno que lo sigan haciendo, precisamente el desarrollo cultural ocurre cuando las instituciones trabajan de manera independiente. No se menciona la palabra coordinadamente que creo que sería más adecuada para lo que parece ser el objetivo de estas tristes líneas.

“Se requiere coordinar los esfuerzos de dichas instancias que operan en el estado, para planear y proyectar conjuntamente las acciones, vincular y coordinar armónicamente su desarrollo y evaluar los resultados, intercambiar experiencias; lo cual tendrá como resultado el ahorro de los recursos económicos y humanos así como enriquecer el trabajo cultural y fomentar las relaciones humanas”.

Más romántico y cursi ni una canción de Los Temerarios. Primero, los esfuerzos no se coordinan, ni se planea de manera conjunta porque las diferentes instancias aunque persiguen objetivos similares, éstos no son idénticos y se realizan de acuerdo a condiciones particulares. Segundo, la vinculación y coordinación no precisa ser armónica para que sea efectiva. Tercero, suponer un ahorro de recursos financieros –que no económicos– y humanos no está garantizado como augura el convenio. Por último, lo de fomentar las relaciones humanas es de risa, mejor que funden un club del amor y se trepen a un yate y convivan y formen parejas y vivan felices.

En estricto sentido, lo que se debe pretender es una mejor comunicación y relación interinstitucional, con actividades complementarias, que procuren evitar la duplicidad de funciones y el abandono de ciertas disciplinas artísticas y elementos culturales.

En las declaraciones los desatinos continúan, al señalar: “Que se buscará la forma de gestionar la constitución de un fondo común económico que apoye el desarrollo de la promoción cultural de las instituciones, grupos y comunidades del estado a fin de contribuir al fortalecimiento de la cultura propia encaminada a revalorar sus costumbres, tradiciones y propuestas innovadoras que revitalicen su identidad cultural”.

Más claro ni el agua. Primero, el dinero siempre suele ser motivo de discordia entre instituciones y grupos, no se establece qué órgano será el administrador de tal fondo y tampoco los criterios para su aplicación. Segundo, se habla de una difusión de la identidad cultural, aunque con pobres argumentos como aquello de “propuestas innovadoras”, que no debe ser otra cosa más que las expresiones artísticas contemporáneas y vanguardistas. Lástima que no se establezca de esta manera y se  hable de revalorar costumbres, cuando lo urgente es el registro y difusión para las generaciones que nos precedan. Antes de una revaloración tiene que existir una valoración, y no creo que ésta se haya consumado en el estado.

Sigamos adelante. La cuarta cláusula es una lindura: “Se establece el compromiso de diseñar, elaborar y ejecutar de inmediato un programa estratégico y un organismo que logre coordinar y vincular las actividades culturales y artísticas procurando que, de acuerdo a los tiempos y circunstancias, se promoverán y ejecutarán en todas y cada una de las dependencias que participan en este convenio propiciando el intercambio de grupos de danza, música, teatro así como cursos, ciclos de conferencias, exposiciones diversas etc.”

Cha ca cha chán. Cuál será el organismo que se diseñará o creará para coordinar y vincular las actividades culturales y artísticas. Se habla de la creación del Instituto Guerrerense de la Cultura II, o de Así somos en Guerrero II.

Ya en serio, creo que con este intento, errado por cierto, se ignora lo relacionado con el Sistema Estatal de Cultura que al menos en la letra dice que se trata de un organismo de “coordinación funcional de las dependencias y entidades públicas y los establecimientos culturales que actúen en el Estado de Guerrero y que tendrá por objeto vincular racionalmente la producción, distribución y prestación de bienes y servicios culturales para favorecer su disfrute y la protección, acrecentamiento y difusión de los valores y patrimonio cultural guerrerense”. El Sistema Estatal de Cultura estará “presidido por la Secretaría de Desarrollo Social –al incorporarse el Instituto Guerrerense de la Cultura a la Secretaría de Educación, creo que esta Secretaría debiera presidirlo–, auxiliada por el Instituto Guerrerense de la Cultura, integrándose con las casas y centros de cultura, bibliotecas, museos, centros de exposición, escuelas de educación artística, centros de investigación cultural y demás establecimientos culturales para el logro de los siguientes fines:

I.-Evitar duplicaciones de infraestructura;

II.-Asegurar el uso cabal del equipamiento cultural;

III.- Garantizar el apoyo mutuo;

IV.- Elaborar y llevar a cabo programas y proyectos conjuntos, y en general, la elaboración y ejecución del Programa de Fomento a la Cultura”.

Por supuesto que estas líneas no son precisamente claras, pero me parece que expresan de mejor manera el sentido de lo que debe ser la coordinación. Lo lamentable es que no se hable de la generación de nuevos públicos, que es donde interesa que participen las escuelas, además de lo anterior, para promover entre los estudiantes la apreciación artística.

Que el Instituto Guerrerense de la Cultura no cumpla con su cometido no es factor o no debe ser factor para que se cree un híbrido más. Me parece que el secretario de Educación, el secretario de Desarrollo Social, el presidente de la Comisión de Gobierno del H. Congreso del Estado y el rector de la Universidad Autónoma de Guerrero deben pensarlo dos veces antes de participar en la firma de un documento tan pobre en términos de política y administración culturales.

A la de por sí lacerada política cultural guerrerense se le puede añadir otro capítulo más con la firma de este convenio.

En administración cultural la coordinación debe ser algo tangible, real, obvio, por lo que asentarlo en un documento solamente demuestra que las instituciones no lo hacen al momento, quizá por ignorancia, quizá por soberbia, quizá por incomprensión.

Lamentablemente el IGC continúa sin definir su rumbo, y eso motiva tan rupestres proyectos.

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