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Recuerdan víctimas atrocidades de Acosta Chaparro en Guerrero

Un brigadista del PRD pega una calcomanía del candidato presidencial de su partido, Andrés Manuel López Obrador, en un autobús de la Costera con propaganda del priista Enrique Peña Nieto * Foto: Jesús Trigo

Rosendo Betancourt Radilla / Chilpancingo

El general retirado Mario Arturo Acosta Chaparro fue responsable de “más de mil desapariciones forzadas”, dijo Octaviano Santiago Dionicio, sobreviviente de la guerra sucia de los años setenta.
Debido a la corrupción del sistema de justicia mexicano, asesinado era la única forma en que podía terminar, dijo Judith Radilla, hija de Rosendo Radilla Pacheco, desaparecido en 1974.
Por su parte, el ex guerrillero Fernando Pineda Ochoa aseguró que la muerte que tuvo quien fuera poderoso e implacable jefe de las policías de Guerrero en el gobierno de Rubén Figueroa Figueroa, es la que se merecía, aunque llegó tarde.
Otro ex guerrillero, Arturo Miranda, aseguró que lo merecía y que pudiera ser un ajuste de cuentas por sus vínculos con la delincuencia organizada.
El veterano luchador social Pablo Sandoval Cruz lamentó que el gobierno de Felipe Calderón lo haya sacado de la cárcel y hasta lo haya condecorado, lo que “fue una burla para los familiares de los desaparecidos”.
Entrevistados al respecto, coinciden en que en Guerrero fue la familia Figueroa, primero con el ex gobernador Figueroa Figueroa y después con su hijo Rubén Figueroa Alcocer, la que le dio el poder para desaparecer a las 645 personas que tiene registradas la Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Víctimas a Violaciones de los Derechos Humanos en México (Afadem).
Primero en la década de 1970, durante el período de la guerra sucia, después en la masacre de 17 campesinos en Aguas Blancas, en 1995, Acosta Chaparro coordinó actos represivos.
Por su parte, el que fuera integrante del Partido de los Pobres (PDLP) de Lucio Cabañas Barrientos, Octaviano Santiago Dionicio, dijo que “al menos mil personas fueron ejecutadas o torturadas en la etapa de la guerra sucia por Mario Arturo Acosta, y nunca se le investigó por estos casos del que fue culpable”.
El también ex presidente estatal del PRD aseguró que la recién creada Comisión de la Verdad,  se verá ahora en problemas, pues era de los más notorios represores y de quienes se buscaba que diera cuenta de sus atrocidades y señalara a los corresponsables.
Ahora “no será fácil dar con los responsables de los homicidios que se cometieron en la etapa de la guerra sucia; obviamente si hubiera una investigación seria se daría con los culpables, pero la autoridad nunca lo hizo, en realidad no sabemos el número exacto de los compañeros que murieron o fueron desaparecidos por Acosta Chaparro”.
Consideró que la recién creada Comisión de la Verdad perderá pistas y huellas de los crímenes cometidos por el militar, “pero no fue el único que cometió atrocidades aquí en Guerrero”.
Agregó que “hay varios” que junto con Acosta Chaparro cometieron delitos de lesa humanidad y conforme avancen las investigaciones de la Comisión de la Verdad “saldrán a relucir”.
“La pérdida de la vida de este personaje va a tener impactos nada positivos para la comisión recién formada, porque de alguna manera este personaje representaba un eslabón de lo que ocurrió en los diez años del 60 al 70 y la muerte de él va a dificultar más aún”, opinó.
Dijo que “lo ideal hubiera sido que los tribunales lo juzgaran y respondiera por todas las fechorías que cometió junto a otros que probablemente todavía viven”.
Al insistirle sobre si la ejecución pudiera ser para que no compareciera ante la Comisión de la Verdad,  y revelara secretos de la guerra sucia, Santiago Dionicio dijo que no podía asegurarlo pero tampoco lo descartaba.
Abundó que el asesinato del militar debe esclarecerse de manera “urgente” para establecer las vinculaciones que amerite el caso para conocer su origen. “Debe investigarse y detener a los responsables de este crimen”, dijo.
En tanto el coordinador de la Comisión de la Verdad, José Enrique González Ruiz, expresó que “la muerte de Acosta Chaparro es producto de la vieja consigna bíblica: el que a hierro mata a hierro muere”.
“Fue un personaje que dio nacimiento en el país, y que incluso los manejó, a los aparatos del Estado mexicano como la  temible Brigada Blanca”, recordóó.
Afirmó que “ ejerció el poder de manera perversa y corrupta, al servicio de los caciques, como el ex gobernador Figueroa Figueroa, siempre estuvo al servicio del mal… participó personalmente en las torturas y ejecuciones de varios luchadores sociales”.
Y el ahora profesor de la UAG, Pineda Ochoa dice que “es un final que se merecía con creces, desafortunadamente antes debió haber sido juzgado por los crímenes de lesa humanidad que cometió en víctimas de la guerrilla y gente que no tenía nada que ver en la lucha armada. Fue un factor fundamental de la represión en Guerrero, pero nunca se pudo juzgarlo”.
Recuerda que se va con honores, vistiendo el uniforme e insignias militares a pesar de que estuvo preso por vínculos con el crimen organizado, “desde que lo metieron a la cárcel acusado de narcotráfico, se exigía que se le agregaran los delitos de desaparición forzada de muchos mexicanos y en especial de muchos guerrerenses, pero no se hizo caso, se le exoneró y casi le piden perdón, ese fue un acto abominable por las autoridades”.
“Ahora su muerte, aunque tarde, creo que es justa, es difícil que uno se exprese de esa manera de otra persona, pero él tenía algo que no era humano”, dijo.
“Hay guerrerenses que tienen muy presente su rostro, sus acciones. Unos directa, otros indirectamente, porque unos fueron torturados por él y otros son familiares de desaparecidos, de víctimas de tortura”, recordó.
“Él participó en los vuelos de la muerte, ahí participaron también Rubén Figueroa Figueroa y Rubén Figueroa Alcocer. Torturaban a detenidos y luego desde un helicóptero los arrojaban envueltos en costales y con piedras al fondo del mar, hay que recordar que Acosta Cha-parro no sólo accionó en la guerra sucia  sino que tuvo acciones más recientes como en el caso de Aguas Blancas (1995), donde se le vio sobrevolando el terreno de la masacre. Fue un tipo que sirvió a lo más oscuro del régimen priista hasta los últimos días de su vida”, dijo.
Y lamentó que “quizá nunca se sabrá quién lo ejecutó, pero generó una gran cantidad de enemigos, tanto en sus negocios con el narco como por la represión y tortura que siempre lo caracterizó”.
Y Pablo Sandoval Cruz recuerda que “en lugar de castigarlo por la guerra sucia lo premiaron, le dieron una medalla por sus supuestos servicios a la patria, lo que fue una burla para el pueblo de Guerrero y especialmente para los familiares de los que perdieron la vida luchando por darnos libertad, justicia y desarrollo”.
“Fue uno de los brazos ejecutores de Figueroa Figueroa y Fi-gueroa Alcocer, antes de la matanza de Aguas Blancas se puso de acuerdo con Figueroa, platicaron en el Palacio de Gobierno, ahí afinan estrategias y las órdenes que van a dar. Hay versiones de que ellos dos observaron desde los helicópteros la matanza”, expresó.
El dirigente de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), Arturo Miranda, expresó que “se lo merecía desde un punto de vista de juicio revolucionario, su muerte pudiera ser producto de un ajuste de cuentas con el narco, por el vínculo que tenía con ese sector, sin duda no fue una ejecución por parte de algún grupo revolucionario, sino de ese círculo perverso en el que se desempeñaba, algo no le salió bien”.

Sin deberla ni temerla

Ayer, Judith se levantó en un día normal, desayunó y pidió a uno de sus hijos que le trajera el periódico; en la primera plana se leía “Ejecutan en el DF al general Acosta Chaparro”. Se sentó y comenzó a llorar.
Ella leía el historial que publicó ayer El Sur sobre  Acosta Cha-parro. Es hija de Rosendo Radilla Pacheco, detenido-desaparecido por soldados en Atoyac de Álvarez el 24 de agosto de 1974.
Judith Radilla Martínez recuerda: “A mi papá se lo llevaron sin deberla ni temerla, sabemos que él (Acosta Chaparro) fue el responsable de toda esa etapa de terror, me hubiera gustado verlo pudrirse en la cárcel, pero en México sólo así podía terminar, porque hay mucha corrupción”.
Al preguntarle por qué lloró al leer la noticia contestó: “No le lloraba a ese cabrón, le lloro a mi padre, cuando leía que los llevaban en helicópteros, los balaceaban y los tiraban al mar en costales me imaginaba a mi papi cayendo al mar”. (Con información de Daniel Velázquez).

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