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Jesús Mendoza Zaragoza

¿Elecciones de la ignominia?

Javier Sicilia se ha estado refiriendo, recurrentemente a las próximas elecciones en términos de una dura advertencia. Las ha llamado las “elecciones de la ignominia”, porque “quien gane simplemente va a seguir administrando la desgracia”. Hay que considerar que cuando se habla de ignominia se piensa en descrédito, deshonor, oprobio, deshonra, afrenta, vergüenza, bajeza, infamia, canallada, etc. El panorama que pinta Sicilia es deprimente en este sentido.
Este fin de semana tuvo lugar el Encuentro Nacional del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) en la ciudad de Cuernavaca, con la participación de las organizaciones referentes regionales que se han sumado a dicho movimiento. De Acapulco hubo representación de Ciudadanía y Educación para la Paz en Acapulco (CEPAC, antes, Guerrero Hasta la Madre) en el que se discutió el rumbo y la estrategia del mismo para darle forma al proceso de construcción de la paz en la sociedad civil.
En el contexto de este encuentro, Javier Sicilia volvió sobre el punto de las elecciones en un tono bastante crítico. Señaló que el tema de las propuestas electorales de los presidenciables es irrelevante no sólo porque ninguno de los candidatos ha planteado resolver la impunidad y la violencia, sino también porque está demostrado que cualquiera que llegue a Los Pinos no podrá concluir con los temas propuestos por el MPJD porque pertenece a la élite que nos le interesa realizar cambios reales.
En estos términos, Sicilia hace esta advertencia enfocando al sistema político mexicano, más allá de la buena voluntad de las personas y, en este caso, de los políticos. Dijo que “ojalá fuera un asunto de personas, pero el problema es asunto de estructuras y mientras las buenas personas no actúen en consecuencia para transformar las estructuras del Estado, pues no vamos a poder salir; van a ser las elecciones de la ignominia”.
Son las estructuras del Estado las que necesitan ser tocadas para pensar en elecciones enfocadas al bienestar del país; es el sistema electoral de partidos políticos el que ya está agotado y no funciona para el bien público. Estas afirmaciones corresponden al sentir de grandes segmentos de la ciudadanía que, en estos momentos, se muestran escépticos ante las opciones representadas por los partidos políticos. Es muy común escuchar el “no hay a cual irle”, o el “todos son iguales”, ya que en las prácticas partidarias se han extraviado los buenos oficios de la política y prevalece una inercia del poder por el poder que no tiene límites.
Hay que considerar que no se trata de la buena voluntad de las personas sino de un sistema político incapaz de atender las necesidades reales de la nación y de los ciudadanos. Y cuando hablamos de un sistema, estamos señalando a las leyes, a las instituciones, al tipo de relaciones en los ámbitos públicos. Estamos hablando de estructuras caducas para efectos del bienestar social. Simplemente está a la vista el enojo social ante la avalancha de recursos que legalmente se otorga a los partidos políticos para que los conviertan en basura. Están a la vista todos los altercados y las inconformidades latentes y patentes en el interior de los partidos políticos, contra las decisiones de sus propios dirigentes. Está a la vista la carencia de ideologías que den identidad a cada partido, que lo hagan distinto a los demás, lo que hace posible una saltadera de uno al otro con motivo de los procesos electorales. ¿Problemas ideológicos? Esos ya pasaron a la historia. Está a la vista la incapacidad de las instituciones encargadas de organizar y sancionar las elecciones (IFE e IEEG) para asegurar el cumplimiento de las leyes que están hechas a modo para beneficiar a los partidos. Estos organismos ni siquiera tienen la capacidad para evitar la entrada de dinero sucio a las campañas. Están a la vista las leyes electorales que no inmunizan a los procesos electorales de la corrupción y de los abusos contra los ciudadanos.
Con estas estructuras políticas y electorales, ¿qué se puede esperar? Más de lo mismo y, nada más. Por ello, aquéllos dos puntos del Pacto Nacional propuestos por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad el 9 de mayo de 2011 en Ciudad Juárez, se plantearon como indispensables para superar la violencia atendiendo a dos aspectos fundamentales que han deteriorado drásticamente a las estructuras políticas y electorales. El punto dos señala el combate a la corrupción y a la impunidad y el punto seis plantea la democracia participativa como dos ingredientes necesarios y mínimos para recomponer las instituciones y las leyes que tienen que ver con los procesos electorales. Hay que señalar que los esfuerzos de los actores políticos en estos dos puntos son escasos si no es que nulos.
Así las cosas, no existen las condiciones necesarias para parar la ola de violencia que arrastra al país hacia un mayor desangramiento. Y la política y las elecciones se desarrollan en una lógica en la cual este tema no es visto con la seriedad y la responsabilidad que requiere. La superación de la violencia y la construcción de la paz son vistas por los políticos y sus instituciones dentro de su lógica de poder y, por ello, en este tiempo electoral son vistas más como una bandera electoral que como una responsabilidad ante la nación. Por ello se dedicarán, como dice Sicilia, a administrar la desgracia del país. No dan para más. Y todo terminará en ignominia. La verdad es muy desagradable esta advertencia, pero no se prevé otro escenario mejor por las inercias políticas y electorales que estamos viviendo.

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