Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Octavio Klimek Alcaraz

Reflexiones sobre la explotación de hidrocarburos

En estos días de inicios del Mundial de Futbol Brasil 2014, se encuentra uno en el Canal del Congreso con el debate de “ideas y propuestas” de la reforma energética en el Senado de la República, un encantador diálogo de sordos, con un final como en las telenovelas bastante previsible.
Preocupa que el modelo propuesto busque nuevos formas de explotar hidrocarburos para la simple ganancia económica, sin advertir más allá de la retórica, que se deberían internalizar sus enormes costos sociales y ambientales. Por ello, se debería debatir sobre los enormes riesgos que como país se asumen de orientarse de manera preponderante el crecimiento económico a través de la explotación de hidrocarburos de yacimientos no convencionales, como son los de gas de lutitas, a través de tecnologías ambiental y socialmente cuestionadas en gran cantidad de países, como la fracturación hidráulica, el llamado fracking. El mismo caso sería el de explotar hidrocarburos en gran escala en aguas profundas. Debe ante todo asumirse una visión de precaución y prevención con este modelo energético de grandes riesgos, ya que los costos para el país pueden llegar a ser incalculables e irreparables si se dañan los ecosistemas y sus elementos naturales, como el agua y suelos, así como la salud de las personas, en especial los entornos donde se lleven a cabo las nuevas explotaciones de hidrocarburos. Nuestro camino hacia la transición energética debería ser diferente.
No se debería olvidar que las grandes emisiones de los gases de efecto invernadero a la atmósfera producto del abuso en el consumo de los hidrocarburos es causa del cambio climático en el planeta. México es un país altamente vulnerable a los efectos adversos del mismo, se observan sus efectos en el país a través de inundaciones y sequías. Por ello, más allá de los hidrocarburos, que son además recursos no renovables, México debe orientar y transitar en su desarrollo energético hacia las energías limpias y de fuentes renovables, provenientes principalmente del sol, del aire, del agua, y del recurso geotérmico.
Empresas de propiedad del Estado Mexicano, como PEMEX y CFE, deberían encabezar dicha transición del modelo energético del país. Se trata de que sean no sólo empresas innovadoras y globales, sino también integrales en generación de energía, considerando la producción de las energías limpias y renovables.
Pero sin hacerse grandes ilusiones, uno de los temas claves de la reforma energética en proceso es respecto a cómo lograr mayores inversiones económicas y nuevas tecnología, para la exploración y explotación de hidrocarburos sin grandes costos ambientales y sociales para el país. Recuérdese el hecho de que estas actividades dejan de ser exclusivas de Petróleos Mexicanos, condenado si no se cambian las reglas del juego a morir desangrado en el mediano plazo por su régimen fiscal confiscatorio y por sus limitantes en la gestión para mantener tasas suficientes de restitución de reservas de hidrocarburos, y se busca atraer con mejores condiciones fiscales a las grandes empresas transnacionales del sector petrolero como son ExxonMobil y Chevron de Estados Unidos, las europeas Royal Dutch Shell, BP y Total. También están en posibilidad las grandes empresas de control estatal como Saudi Aramco, de Arabia Saudita; Gazprom, de Rusia; CNPC, de China; NIOC, de Irán; Pdvsa, de Venezuela; Petrobras, de Brasil, y Petronas, de Malasia. Todas las empresas privadas o estatales antes citadas controlan de manera conjunta las grandes reservas y producción de hidrocarburos en el mundo.
A este convite, deberá agregarse otras empresas privadas de mediano tamaño dispuestas a entrar a México, a la ya citada explotación de hidrocarburos de yacimientos no convencionales a través del fracking.
Primero, si somos capaces de tener algo de memoria histórica, nadie debe desear un modelo de explotación de hidrocarburos tipo “viejo oeste mexicano” que dio lugar a la nacionalización petrolera de 1938, y cuyo vivo ejemplo se relata en la novela de Bruno Traven La Rosa Blanca, en donde a don Jacinto Yáñez la compañía extranjera le arrebata sus tierras de la Rosa Blanca en Veracruz, de una manera trágica y cruel –recomiendo leer la novela o ver la película en internet, vale la pena–. Se trata de que esto no sea un negocio para unos pocos accionistas a miles de kilómetros de distancia de la explotación, con dueños de la tierra condenados a ser irremediablemente perdedores, sería una nueva forma de colonialismo, y ya no se está en la Nueva España. Por ello, deben existir procedimientos justos, transparentes, informados y consensuados con los dueños de la tierra, para evitar despojarlos con triquiñuelas legaloides, solo así se podrán evitar tener problemas serios en muchas comunidades del país con recursos de hidrocarburos en su subsuelo, sujetas a entregar sus tierras, de una u otra forma, a estas nuevas compañías petroleras por llegar.
Segundo, la industria del petróleo tiene grandes impactos y riesgos ambientales. Por ello, deben existir regulaciones y supervisiones estrictas, si no las cosas salen mal. La causa es evidente, las tendencias han sido hacia aumentar el consumo y por tanto las reservas de hidrocarburos disminuyen día a día. Esto tiene como consecuencia que la industria busque nuevas fronteras en las aguas profundas, en la explotación de hidrocarburos no convencionales con fracking. En general, en los últimos años se han destruido ecosistemas ricos en diversidad biológica y cultural, junto con sus servicios ambientales. Todo esto no sólo aumenta costos económicos, sino además los ambientales y sociales, que jamás se internalizan por las compañías petroleras.
En particular los países en vías de desarrollo han sido afectados. Existen casos paradigmáticos, de lo que nunca debe suceder en México. Por ejemplo, está el caso de la región Ogoni en el delta del río Niger de Nigeria, en donde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente documentó en un informe especial de evaluación el desastre ambiental y social causado durante más de 50 años por la actividad petrolera, con serias cuestionamientos a los procedimientos de la compañía angloholandesa Shell Petroleum Development (ver página electrónica http://www.unep.org/nigeria/).
Otro caso famoso, es el de Chevron-Texaco en la Amazonia Ecuatoriana, que durante más de dos décadas (1964 a 1990), con sus explotaciones petroleras generaron considerables daños ambientales y a la salud humana. Se presentaron demandas de afectados, en el año 2011, después de 11 años de litigios, el juicio llevado en cortes de los Estados Unidos y posteriormente a solicitud de la petrolera en Ecuador, acabó con una resolución del tribunal ecuatoriano. Se determinó que Chevron es responsable del grave daño ambiental, cultural, social y humano causado por sus operaciones en la Amazonia Ecuatoriana. En consecuencia, Chevron fue condenada a pagar más de 18 mil millones de dólares para reparar parte de los daños existentes en la selva amazónica. Chevron sigue negándose a pagar dicha reparación del daño, descalificando el sistema judicial del Ecuador (ver página electrónica http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Contaminacion/Informe_sobre_el_dano_ambiental_de_Chevron_en_Ecuador._el_dinero_puede_remediar_el_dano_ambiental).
Para que no pasen ese tipo de cosas, se insiste en fortalecer los sectores regulatorios y de supervisión en materia de hidrocarburos. No solo la Comisión Nacional de Hidrocarburos, sino en especial la Agencia Nacional de Seguridad Industrial y de Protección al Medio Ambiente del Sector Hidrocarburos, posiblemente el eslabón más débil en el aparato regulatorio y de supervisión, ya que ni siquiera existe. Más allá de que uno desearía un modelo diferente de generación de energía para México y el planeta, a través del desarrollo de una economía baja en carbono.
Además, es necesario fortalecer en las regulaciones el papel de la investigación y desarrollo tecnológico, como el pilar fundamental de la política energética y ambiental del país. En un entorno global de competencia científica y tecnológica se requiere tener la capacidad de generar nuevos conocimientos en materia energética y medio ambiente. Es indiscutibleque solo los países que invierten de manera suficiente y orientadas en ciencia y tecnología a sus potenciales de desarrollo energético, con visión de sustentabilidad ambiental, tienen la posibilidad real de estar en la frontera de la innovación en la materia.

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