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Alfredo Arcos Castro

Fortalecer las instituciones democráticas

Una democracia es viable en la medida en que sus instituciones sean democráticas y actúen debidamente tanto los gobernantes como los ciudadanos. Un marco institucional inadecuado generaría serios riesgos para el desarrollo político del país en cuestión.

En México, después del voto del 2000, las costas en el ámbito político cambiaron, sin embargo, seguimos actuando como si nada hubiese pasado. Seguimos viviendo con las mismas instituciones políticas que apuntalaron por más de setenta años el viejo régimen, el mismo modo de hacer las cosas, a pesar de que el poder se ha dispersado. La inercia se impuso y ha paralizado el país.

La incipiente democracia hoy en día se encuentra estancada. Sin duda, los cambio políticos han sido tremendos, pero las nuevas realidades políticas no han permitido el avance en la toma de decisiones y la practica cotidiana. La pugna entre el presidente Fox y el Congreso federal ha producido resultados no muy favorables para llevar acabo una gestión gubernamental efectiva y el fortalecimiento del desarrollo económico. Todos estamos plenamente conscientes de que los cambios se dieron por la vía institucional y por esa misma vía es como deben resolverse. Las viejas instituciones, las viejas prácticas, en este nuevo contexto político no tienen nada que hacer. Solamente obstaculizan el desarrollo político de la nación.

En este sentido, el voto del 2000 fue solamente un paso en el camino de la democracia, no obstante, es necesario la creación o el fortalecimiento de otro tipo de instituciones que sean más adecuadas para el funcionamiento efectivo del gobierno: referéndum, plebiscito, fortalecer los derechos ciudadanos, crear mecanismos apropiados y despolitizados de rendición de cuentas para los funcionarios públicos y los representantes populares, implementar la política de peso y contrapeso, etc. Es cierto, lograr estos cambios no es nada fácil, sobre todo en un país donde por más de siete décadas todo, absolutamente todo, estuvo subordinado al presidente, incluso los pesos y contra pesos, la rendición de cuentas, eran letra muerta.

Viendo hacia el futuro, es prioritario reformar las instituciones políticas con el fin de darle una mayor vialidad al gobierno y pueda concretizar sus políticas de desarrollo y economía. Para tal efecto, en primer lugar es urgente decidir quién se pone al centro de la toma de decisiones, a los ciudadanos o a las viejas corporaciones e intereses. En segundo término, el presidente Fox y el Congreso deben limar asperezas y ponerse de acuerdo en lo esencial, obviamente, beneficiando los intereses de la nación. Es necesario definir quién va a gobernar, para quiénes se va a gobernar. Por último se debe promover la cooperación entre los actores políticos –presidente, Congreso y partidos– para fortalecer la toma de decisiones y no obstaculizar el avance y desarrollo del país.

Seguir gobernando en un país, donde después de setenta años se logró la alternancia del autoritarismo a la democracia, con las mismas instituciones y prácticas que le dieron vida al viejo régimen, es fortalecer el statu quo, todo lo contrario de la democracia. Estamos conscientes que el cambio no es están fácil, pero estamos obligados a hacerlo. Al respecto el pensador social Ralph Dahrendorf decía: “Es posible alcanzar la democracia electoral en seis meses y construir una economía de mercado en seis años, pero la consolidación de una sociedad civil efectiva bien puede llevar setenta años”.

Precisamente, construir una sociedad civil efectiva es la tarea que deben hacer aquellos que luchan denodadamente por el cambio. Sin duda, estas acciones permitirían el avance y desarrollo de la democracia en México. Y por ende su consolidación. Lo hecho hasta ahora es pan con lo mismo.

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