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Ahora dependen del gobierno los desplazados por la violencia de San Miguel Totolapan que llegaron a la capital

*No regresarán a sus comunidades, dicen los comisarios de El Barroso y de Santa María del Sur. Los decepciona el escaso apoyo de las autoridades, señalan

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

Indiferentes a la preocupación de sus padres, a las 11 de la mañana de ayer martes 17 de junio, el grupo de niños jugaba por los pasillos y en las canchas de la Unidad Deportiva Chilpancingo (Udech).
A su vez, mirándose unas a otras, las mujeres rodeaban, (evidentemente sin saber qué hacer), una parrilla con cacerolas vacías, que es su cocina colectiva. Mientras tanto, alejados en las áreas verdes, los hombres adultos comentaban entre sí la grave situación en que se encuentran.
Ellos son los más de 100 desplazados por la violencia de las comunidades de El Barroso y Santa María del Sur, municipio de San Miguel Totolapan que llegaron a Chilpancingo el 16 de junio y quienes viven tiempos de incertidumbre pues su proyecto de vida depende ahora del apoyo que les dé el gobierno, porque a sus comunidades ya no van a regresar. Así lo declararon los comisarios de El Barroso, Cuauhtémoc Rojas; y de Santa María del Sur, Eduardo Macedo.
El lunes por la noche, después de una protesta afuera del Palacio de Gobierno, en donde demandaron la ayuda gubernamental, fueron alojados en las instalaciones de la Udech, habilitadas como albergue temporal, mientras se resuelve su situación. Por lo pronto, apenas recibieron una colchoneta y una cobija por cada persona, así como despensas, por parte de la Subsecretaría de Protección Civil.
En la cancha de basquetbol que les sirve de albergue compartieron espacio con las más de 30 familias damnificadas por la tormenta tropical Manuel que todavía se encuentran allí. La primera noche fue tormentosa, “se escucha una escandalera de la chingada, todo mundo grita y hace ruido, no se puede dormir. Yo creo que con tres noches seguidas me voy a traumar”, se quejó un hombre joven, quien dijo que extraña la soledad del campo.
De la violencia por la que abandonaron sus pueblos nadie quiere hablar. “Eso es algo muy delicado, si nos salimos de allá es porque queremos vivir en paz, venimos huyendo de cosas malas con las que no estamos de acuerdo y no queremos hacer”, declaró, a nombre del grupo, el comisario de El Barroso, Cuauhtémoc Rojas Jiménez.
Agregó: “lo que se vive allá el gobierno lo sabe, está enterado de lo que está pasando, no es de ahora. El problema es que no hay seguridad permanente, suben los militares pero de vez en cuando y la policía nunca sube”.

“Somos pobres, pero en nuestro pueblo vivíamos como reyes”

El comisario añadió que “hay un sentir (resentimiento) contra el gobierno porque no está haciendo lo que debe de hacer. No nos garantiza seguridad, no hay necesidad de que andemos sufriendo esto. Allá teníamos todo”.
El 5 de junio pasado, salieron custodiados por militares de las dos comunidades un total de 250 personas hacia Ajuchitlán del Progreso en donde comenzaron a dispersarse, algunos se quedaron en Iguala, otros se fueron a Cuernavaca, a Guadalajara, a Colima, al Estado de México, o a Acapulco para alojarse con familiares o amigos.
Los que no tuvieron donde (130), se trasladaron a ésta capital para pedir la ayuda gubernamental.
“Nosotros pensamos: no pues tenemos un gobierno, seguro nos va a ayudar, pero no nos imaginamos qué tan difícil es vivir fuera de tu pueblo. Primero, no somos gente de ciudad, somos de campo, no tenemos una casa donde vivir y aquí no tenemos trabajo, dependemos de lo que nos dé el gobierno”, dijo Rojas Jiménez rodeado por el resto de hombres, quienes de vez en cuando asienten o rechazan los comentarios del comisario con movimientos de cabeza.
De pronto, un campesino interrumpe al comisario cuando, nostálgico, suelta: “somos pobres, pero en nuestro pueblo vivíamos como reyes, imagínese, allá dejamos nuestro ganado, la tierra, el potrero, las gallinas, los chivos, los marranos, pero, sobre todo, nuestra casa. Teníamos todo para comer; maíz, chile, frijol, calabaza. Aquí no tenemos nada”.
El comisario de Santa María del Sur, Eduardo Macedo Jaimes retomó la plática. Dijo que de aquí en adelante el futuro de estas familias es incierto, “es más, no sabemos si hoy vamos a dormir aquí (en la Udech) o en otro lado, depende de la ayuda o de lo que nos diga el gobierno. Nuestro futuro está en manos del gobierno”, insistió.
Macedo Jaimes añadió que pidieron un terreno para ser reubicados al secretario de Gobierno, Jesús Martínez Garnelo, y que, el funcionario ni siquiera les dio esperanzas, “nos dijo que estaba en chino porque otros grupos le han pedido lo mismo y que lo han metido en problemas”.
Siguió: “la verdad nos decepcionó, definitivamente nos dijo que el gobierno nos puede apoyar en otras cosas, pero con eso no. La verdad que el secretario se pasó”.
Dijo que, finalmente, algunos de ellos pudieron entrar al auditorio Sentimientos de la Nación y que ya fue después de las 9 de la noche cuando los trasladaron a las instalaciones de la Udech, “pero veníamos todos mojados”.
Y mientras los comisarios hablaban a nombre del grupo de desplazados, uno de los campesinos, el que estaba más alejado cubriéndose del sol bajo un árbol, les gritó: “díganle (al reportero) que no pedimos un hotel de 5 estrellas, sólo una vida digna”.
Cuauhtémoc Rojas, como justificando el tono de reproche del hombre que gritó, explicó: “es que no estamos aquí por gusto, estamos por un problema que el gobierno no ha podido resolver”, dijo en referencia a la violencia que los obligó a salir de sus pueblos.
Después finalizó: “nosotros jamás habíamos hecho una manifestación. Si hubiera paz en nuestros pueblos allá estaríamos trabajando. No nos estuvieran viendo protestando aquí”.
A las 12 del día, los niños seguían jugando ajenos a su tragedia en las amplias instalaciones de la Udech. Las mujeres continuaban hacinadas en torno a la pequeña parrilla de cuatro quemadores, con las cacerolas dispuestas, en espera de los ingredientes para la comida.

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