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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

*De patologías tribales

Con la pena, mis estimados broders, cuates, conocidos y/o lectores pamboleros de huesos colorados, pero la neta en este mundial carioca la patología tribal del fanático futbolero na’ más no me ha pegado.
Será porque desde hace algunos año quise y pude ausentarme de las pantallas de Televisa y Tv Azteca, principales promotores y gananciosos del negocio de las patadas, gracias a la penosa calidad de sus contenidos, y por culpa de la irresistible y magnífica calidad de un montón de producciones gringas e inglesas.
Y es que, ¿quién quiere ver Sabadazo, Que viva la alegría, Primero Noticias, La Rosa de Guadalupe o Chabelo, pudiendo ver Juego de Tronos, House of Cards, Homeland o Netflix? Con todo respeto, ni los que se tienen que chutar a blanquillo las creaciones de la tele abierta mexicana, por no poder con la renta de cable o satélite.
Pos será el sereno, pero el hecho es que la calentura de este mundial carioca no más no me ha pegado febrilmente. Claro, la victoria de les mecheches sobre Camerún sin duda me sonó a canto de sirenas, y si no hacemos el osote frente a Brasil, le ganamos a Croacia y los árbitros dejan de regarla tanto, de plano me pondré la verde de hace dos mundiales y dos tallas menos de la que actualmente calzo, y me echaré un par de mezcales para aclarar la garganta y gritar a gusto.
Si, ya sé que México jugó ayer, pero no sé cuál fue el marcador, pues decidí escribir esto desde el lunes, para los propósitos de esta entrega, que poco más adelante explicaré.
Ya de por sí no aguanto la sesuda y socarrona perorata descalificadora de los anti-futbol, diciendo “no sé por qué se emocionan tanto, tooodo está arreglado, es un ne-go-cio wey, gana la lana, no los equipos”, con cara y actitud de yo sé más que tú y tu bola de afines.
“Ajá, mjú, sale pues”. Los eludo y el avión les doy, como cada cuatro años… lo malo es que creo que esta vez son más y más intensos que las anteriores. Lo bueno es que el bando contrario sigue siendo claramente mayoritario, más participativo y mucho más ruidoso que todos los que odian y detestan el juego del hombre (léase gritando y con acento angelfernándico).
Pero aunque los primeros fueran o llegaran a ser mayoría clara, la ausencia de síntomas graves de enajenación en este Mundial, nunca serán ni serían motivo y justificación para traicionar a mis broders de sangre pambolera.
Nunca digo, diré ni diría a ninguno de ellos, tipo alguno de perorata anti-futbolera con tono sesudo y socarrón, y menos les digo, diré y diría, con franca grosería, “¿por qué te emocionas tanto, wey?”.
¿Por qué?, me respondo, responderé y respondería yo solito, “pus porque antes y después de la lana y el arreglo bajo la mesa, que según manipulan y elevan la intensidad de la fanaticada enajenada, la pasión de este deporte llamado futbol asociación la genera y provoca el juego, no el negocio.
O sea, la pasión del futbol la sienten los hinchas de la Champions League, tanto como los porristas de la liga del barrio… o la del colegio de los hijos, tan abundantes en escenas con papás mal vibrantes gritándoles gachísimo a sus vástagos, y de mecha cortísima maldiciéndose con los pares del equipo rival, y a menudo los más picudos hasta aventándose tiritos.
Es obvio que no soy Juan Villoro, Jorge Valdano o ni siquiera Joserra, como para añadir disertaciones sociológicas mínimamente presentables sobre el fenómeno futbolero, pero me atreveré con su venia, queridos lectores, a compartir una sencilla pregunta sobre uno de los miles debates desatados en un Mundial de Futbol.
El contexto. Luego de que El Piojo Herrera, el polémico director técnico del equipo mexicano declaró que iban a Brasil con la mentalidad de ganar la copa FIFA, un ejército enorme de despotricadores se le lanzó a la yugular con los más diversos epítetos, resumidos en “inche pendejo, loco, iluso y bobalicón”.
Por eso escribí esto (hasta aquí al menos), sin saber el resultado del partido contra Brasil, como prueba de que lo mismo que pienso hoy, lo pensaba antier.
La pregunta. ¿Qué querían que dijera El Piojo?
“No pos lo que se pueda es bueno. Pero le rezamos harto a Dios y a la virgencita guadalupana pa’ que nos conceda al menos la gracia del quinto partido…”; o “miren muchachos, échenle todas las ganas pa’ poner el nombre de México en alto, o de perdis no hacer el oso tan gacho”.
¿Algo así?
Digo, ya sé que está cañón ganar la copa FIFA para cualquier equipo, ya no digamos para el nuestro. Pero ¿de qué sirve asistir a una competencia, si de entrada uno se predispone para la derrota? ¿Para qué competir, si sólo se aspira a la medianía?
Termino diciendo dos cosas.
Una. No sugiero que los críticos de El Piojo sean derrotistas ni mediocres, sólo por aferrarse al híper-realismo, sólo les recomiendo relajarse un tantito para olvidar un ratito la triste realidad que nos acongoja a diario, y así soñar que un día pudiéramos ser campeones del mundo pambolero.
Dos. Escribo estas últimas líneas sabiendo ya que empatamos con Brasil, jugándoles sin miedo y al menos con la intención de ganar. Le preguntaron a El Piojo al final del partido si el empate sabía a triunfo. “No, sabe a empate”.
Por eso, y porque me ganan las ganas, le confieso que ya me contagié de la patología tribal del fanático futbolero.

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